M I L A
Estoy a punto de llegar a la calle principal cuando un auto se detiene derrapando contra el pavimento, retrocede un poco y la puerta del copiloto se abre:
— ¡Entra! —el grito de un hombre desconocido me llena de pánico. Niego y entonces miró su rostro.
Es el hombre del bar.
El que me pidió perdón y dijo mi nombre. Algo me impulsa cuando escucho las llantas de otro auto, entro a toda prisa con mi pequeña maleta. El auto se mueve a una velocidad feroz, mi espalda se pega bruscamente al respaldo del asiento de cuero, miro hacia el hombre que maneja, ahora mis dudas me asaltan.
Estúpida, estúpida, estúpida.
El auto se mete entre calles, intentando perder a la camioneta blindada que nos sigue de cerca, el miedo, la confusión del momento y el arranque de adrenalina por subir a un auto ajeno y ver a un hombre que me ha pedido perd
M I L ASon las seis de la mañana, estoy dentro de mi auto, detenida frente a un camino verdoso a las orillas de la ciudad, mi corazón no ha dejado de palpitar como un loco desatado, el nudo en el centro de mi estómago es tan grande que podría tragarme y perderme en la nada. Sí, así me siento, temblorosa, las lágrimas se deslizan con una lentitud por mis mejillas que parece que el tiempo está casi detenido en este punto de mi vida.Había escuchado una dolorosa, fuerte y cruel verdad. La punzada en mi cabeza comienza a aumentar, el estrés de lo que he pasado las últimas horas son horribles. Lanzo una mirada por el retrovisor y veo mi fleco, luego mi cabello que está en mis hombros recién cortado, había recordado a esa "Mila" a una mujer que tomaba sus propias decisiones
M A X I M I L I A NO—Aquí estoy, Mila.Puedo ver como su rostro palidece, sus hermosos ojos se abren más de lo normal. Siento la presencia se de mi jefe de seguridad a mi espalda, estoy en una silla de ruedas. Tenía que seguir las ordenes de mi médico o me metería en problemas.Ella se levanta de un movimiento, su labio inferior tiembla, poco a poco se acerca, arruga su ceño mientras me inspecciona.—¿Qué…Qué te ha pasado? ¿Por qué estás en una silla de ruedas?Dudo por un momento el contarle, pero lo hago.—Me han operado la rodilla. —ella presiona sus labios. —Te has cortado tu cabello…—susurro al verla, ella se sonroja y luego sonríe tímidamente.—Siento que soy esta…Mila. —señala su cabello co
M I L AMe quedo en silencio por un momento al escuchar a Max decirme que mis recuerdos de aquella casa, es nuestra. Siento como la piel se me eriza de pies a cabeza, el escalofrío me ha recorrido por la espina dorsal, mi boca quiere articular una palabra, pero no sale mi voz. Cierro mis labios y los humedezco al sentirlos resecos.—¿Has dicho, “nuestra casa”? —Maximiliano asiente lentamente, inspeccionando mi reacción detenidamente.—Sí. ¿Te sientes bien? —me pregunta, preocupado, me levanto de mi lugar y comienzo a caminar de un lado a otro, intento acomodar mis pensamientos, me detengo y me vuelvo hacia a él.—Estamos aún en problemas, ¿Cierto? —no quería que me arrebatara nadie este momento, estaba poniendo piezas en su lugar, pero él había incumplido una cláusula, y
M A X I M I L I A NODespierto bruscamente cuando siento un dolor en la rodilla, mis ojos están sobre el techo pálido de la habitación, giro mi rostro a mi lado, solo hay una almohada acomodada en su lugar, luego veo el reloj de la mesa de noche, marcan las 10:45 de la noche, mi corazón se agita sin sentido, mi mano se va a mi rostro e intento despabilarme.Pienso en Mila, ¿Dónde está? ¿Estará con mi hermana? algo en mi me estremece. Intento sentarme con cuidado, luego estira la mano para encender la lámpara de noche de mi lado, la habitación se ilumina en su mayoría, suelto un suspiro, ahora los pensamientos que me habían dado tregua, empiezan a rondar dentro de mi cabeza, se abre la puerta y veo a Lauren con una bandeja de té.—Venía a despertarte, necesitas tomar las pastillas.—ella sonríe a media
M I L A—¿Y qué piensas hacer? —me pregunta Kath cuando toma un trago a su bebida.Estoy cubierta por una manta de lana, con mis piernas dobladas, mi cabeza recargada en el respaldo alto del sillón, su sala es grande, cómoda, cálida, me siento por un momento, algo tranquila, a como he llegado después de lo que descubrí en la oficina de mi padre, su guardaespaldas en una camioneta avanzando con velocidad hacia a mí, una luz contra mi rostro y entonces se esfuma, deduzco que es lo que me ha contado Maximiliano, la noche del accidente.—No sé, solo salí de esa oficina sin decir más, estaba demasiado en shock, solo veía a mi padre preocupado porque me fuera así, pero muchas cosas pasaron por mi cabeza, no quería pensar que él podría…—detengo mis palabras, no me at
M A X I M I L I A NOHan pasado dos días desde que Mila se ha ido de la casa de campo de mi hermana, mis padres se han mudado temporalmente a este lugar para estar más cerca de mí, mi hermano va y viene, intentando ayudarme en lo que pueda, Lauren tenía que seguir trabajando para no levantar sospechas.— ¿Qué piensas?—pregunta mi madre a mi espalda, estoy sentado en el jardín, con mi pierna en lo alto amortiguando con un cojín de tejido, suelto un largo y cansado suspiro, ella se sienta a mi lado, da un sorbo a su taza de café.—En ella.—digo sincero, ella suaviza su rostro, baja la mirada a su taza con caricaturas, típico de Lauren, era una obsesión coleccionar tazas, miro a mi madre.—Temo de que no regrese a mí.—Ella regresará, ella...—su voz se quiebra.&m
M I L AEl toque de la puerta me saca de mis pensamientos, mis tripas gruñen y es un recordatorio que es el servicio a la habitación, me levanto con el pijama y las calcetas de figuras de colores, llego al mueble que está cerca de la entrada y busco en mi bolso propina para el mesero, era demasiado tarde y la cocina ya estaba cerrada, así que un extra por el gesto de hacerme cena no estaba de más.Vuelven a tocar.—Voy...—abro la puerta y abro los ojos con sorpresa. —Maximiliano…Es él.Está en una silla de ruedas con la pierna levantada.—Hola, Mila, —me da un repaso discretamente. —¿Estabas dormida? —arruga su ceño, luego niego a toda prisa, le abro más la puerta para que pueda entrar con la silla de ruedas, presiona un botón y esta se mueve según &
M A X I M I L I A NOMarco y el resto del equipo de seguridad me ayudan a subir al catamarán, Mila carga su pequeña maleta, noto que está temblando.—Espera…—le hago señas a Marco para que me entregue la frazada de hilo que está en uno de los sillones, estaba empezando a sentirme frustrado por no poder hacer las cosas por mí solo, le señalo a Mila discretamente, Marco le entrega la frazada y Mila se sorprende.—Gracias, hace frío…—sonríe.Me había puesto de mal humor, pero no lo mostraba, no quería hacer que Mila se arrepintiera en haber venido.—¿Es todo señor? —pregunta Marco con tres personas más, asiento, —Buenas noches. —el personal se retira, no los necesitaba si íbamos a regresar por la mañana para desayunar en el mu