Jamás pensé que huir se convertiría en parte de mi vida. Estudiar y trabajar era todo lo que ocupaba mi tiempo, la tranquilidad no era parte de mi día a día, pero no se comparaba con lo que vino después. Conocí a alguien. Un chico. Con ojos penetrantes, capaces de descubrir todos mis secretos con una sola mirada. No quise enamorarme, pensé que sería lista, que no perdería el control, pero nuestros deslices me llevaron a ese lugar al que no pretendía llegar. Yo no era una santa, Nathan tampoco, pero la diferencia entre uno y otro era grande. Al mirarlo, te dabas cuenta, y mi instinto supo rápidamente darme la alerta para alejarme. El problema es que no quise hacerlo, ignoré mi instinto y terminé enredada en su perverso juego.
—Nathan, ¿qué está pasando? —tragué grueso, mirando a los tres hombres que le apuntaban con un arma.—Si la chica se mueve, muere —advirtió uno de los tipos, desviando el arma hacia mí. Levanté las manos en el aire por instinto, viendo mi vida pasar frente a mis ojos.Mi corazón latía como loco, como nunca antes. Los tres tipos estaban a metros de distancia de nosotros, del otro lado de la barra del bar. Miré la puerta, buscando una forma de escaparme de esto, pero quedaba lejos, y si corría hasta ella lo más probable era que terminara con una bala en mi cuerpo. No podía arriesgarme, pero tampoco podía quedarme sin hacer nada.Nathan estaba detrás de la barra, conmigo, a casi un metro de distancia de mí. Estaba tenso, con la mandíbula y los puños apretados. Su respiración era irregular, pero no tanto como la
DaniLa noche recién comenzaba y ya quería irme. Si trabajaba en este bar de mala muerte era únicamente para poder pagar cosas básicas como la comida, la luz, el agua y el departamento que alquilaba junto a una compañera, entre otras cosas. Los viernes y sábados en la noche trabajaba desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana, cuando el bar cerraba, y eran mis días menos favoritos de la semana porque los borrachos abundaban en el negocio. Llevaba apenas tres semanas en el trabajo y ya quería largarme, pero no podía. Era eso o quedarme sin casa, porque mi compañera, por más que nos lleváramos muy bien, no iba a pagar mi parte del alquiler. Pero repetía en mi mente que esto sería un trabajo temporal, que alguien vería alguno de los tantos currículums que dejé en todos aquellos nego
DaniMi madre siempre me dijo que su sueño de toda la vida ha sido estudiar, que cuando niña veía pasar a todos esos adultos jóvenes con carpetas en manos, caminando hacia la universidad más cercana de su pueblo, y que se imaginaba siendo como ellos, con el poder de decidir qué carrera estudiar, luchando por su futuro. Siempre se le iluminaban los ojos al contármelo, supongo porque le dolía no haber podido estudiar. Mamá se quedó embarazada de mí a los dieciséis años, y desde entonces, se dedicó a cuidarnos. Mis abuelos la obligaron a casarse con mi padre (por suerte, mamá y papá se amaban mucho) y ambos se dedicaron a cuidarnos y a trabajar en lo que fuera que trajera dinero a la casa, tuvieron que dejar los estudios, pues el tiempo que tenían era muy escaso.Tal vez por eso yo tenía tanta ilusión de recibirme, tal vez p
Dani Los últimos tres meses había tenido una pequeña obsesión por la cicatriz bajo mi estómago, no porque me gustara (claramente) sino porque me avergonzaba tenerla. No podía creer que hoy se cumplieran noventa días desde la noche en que casi muero por culpa de mi ex pareja. Conocí a Marcus en el instituto, era hermano de una compañera que tenía, y él siempre pasaba a recogerla a la salida: allí fue cuando lo vi por primera vez y me pareció un chico realmente atractivo y llamativo, pero nunca me animé a hablarle, hasta que él le dio a su hermana su número de teléfono para que ella me lo diera. Recuerdo lo emocionada que estaba, pues era el primer chico con el que tenía un interés mutuo. Hablamos por texto, por llamadas, nos veíamos a la salida del instituto mientras su hermana esperaba dentro del auto, hasta que un día me invitó a salir y, con el permiso de mis padres (permiso que, por cierto, me costó conseguir) salimos, cenamos y, dos meses más tar
DaniMe subí al auto de Nathan después de sopesarlo un momento. Es decir, Nathan, a pesar de que era mi compañero de trabajo, era un desconocido para mí, por lo que tenía que andar con cuidado. La inseguridad de hoy en día me hizo replantearme mi idea de acceder a ir con él, pero me puse el cinturón de seguridad algo nerviosa, pues esta era una de las pocas veces en las que volvía a subirme a un auto.Nathan me observó un segundo y arrancó el auto.—Qué casualidad encontrarnos —comenté para alivianar mis nervios por estar dentro de un auto y por estar con él—. ¿Cómo me reconociste? Iba de espaldas.—La remera del bar —respondió.Asentí.Nathan arrancó el auto y pensé en la mala idea que fue decirle que sí, pues su presencia era demandante. Miré
NathanDesde que llegamos a Seattle con Marco y Derek las cosas no habían resultado como esperábamos en un principio. La idea era no meternos en líos, encontrar un buen trabajo los tres y mantenernos con ello hasta que tomásemos la decisión de marcharnos otra vez, pero nuestro conjunto plan no echaba los resultados que premeditábamos. Estados Unidos es un buen lugar para conseguir trabajo, pero nos estuvo costando bastante encontrar alguno con buena paga y nuestros ahorros se nos terminarían acabando en cualquier momento.Derek, por suerte, dos meses después pudo conseguir un trabajo en una discoteca, como barman y, afortunadamente, su paga era algo decente. Yo, por mi lado, busqué muchos, y no quedé en ninguno, excepto como guardia de seguridad en el bar en el que ahora trabajaba, y aunque la paga era buena, seguía sin ser suficiente para los tres por el estilo de vida que ha
Dani Accedí a pasar mis minutos libres con Nathan fuera del bar. Por lo general, antes de que él llegara a trabajar aquí, cuando mi receso empezaba, salía a tomar aire, pero siempre en soledad, y si él no me hubiera ofrecido salir un momento, de todas maneras, yo lo hubiera hecho. La breve compañía de esta noche no era mala, pero sí un tanto incómoda. Siempre me caractericé por ser una persona que socializa mucho con la gente, pero con Nathan no me sentía tan segura, no porque desconfiara de él, sino porque tenía unos ojos tan lindos y particulares que me comían. Lo miraba y me daban más ganas de saber sobre él. —¿Por qué no te gusta que te llamen Nate? —pregunté, recordando que en el viaje en su auto él me dijo que no lo llamara así. —Es algo personal —respondió. Era la tercera vez que me salía con eso. Nathan era un chico muy misterioso. Que me dijera que era algo personal me daba más ganas de saber el por qué. Sí, lo sé, era muy cu
NathanAhora que la adrenalina había escapado de mi cuerpo me replanteaba todo lo que pasó en la noche de hoy. La carrera fue magnífica, todas las sensaciones que me produjo y los buenos recuerdos que me trajo, pero me daba miedo que se me metiera en la cabeza la idea de volver a las carreras ilegales. Después del accidente me prometí a mí mismo que no volvería a hacerlo jamás en mi vida, que tenía que poner un alto a todo lo que me estaba consumiendo, pero esta noche, inesperadamente, y sintiéndome acorralado entre la espada y la pared por Marco, tuve que romper mi propia promesa y competir en las calles, poniendo mi vida en riesgo después de dos años. Pero lo que más me molestaba de todo es saber que lo había disfrutado, que me había encantado regresar. No estaba bien.Me conocía, sabía que la idea inconscientemente ahora rondaba por