DaniCreo que ese te amo que le dediqué a Nathan fue el más sincero que dije en mi vida. A Stefan sí le decía que lo amaba, pero Nathan tenía toda la razón del mundo al decir que lo que yo sentía por Stefan no era lo mismo que sentía por Nathan. Mis te amo hacia Stefan eran, en realidad, un te quiero. Y recién me daba cuenta de ello. Quizá, también tuvo que aparecer Nathan en mi vida otra vez para hacerme entender esto. No porque quieras a alguien, significa que lo vayas a amar. Ahora las cosas estaban igual de claras como de confusas.Me sentía culpable por estar aquí con Nathan sabiendo que tenía una relación con Stefan, y me sentía culpable por amar más a uno y querer a otro. Sé que los sentimientos son difíciles de controlar, pero la culpa me invadía.Creo que Nathan notó algo de duda en mí.—Dani, tenemos la oportunidad de serlo todo, esta vez. No dejemos pasar esta oportunidad. Si las cosas pasaron así, fue por algo. Estoy aquí, tú estás aquí, no dejemos el tiempo pasar. Podemos
DaniLlegué al departamento con una maraña de pensamientos en la cabeza. Eran un bucle interminable de miedos, preocupaciones, e incluso emoción, felicidad y algo de encanto. La situación se me iba un poco de las manos. Mucho tiempo esperé un día como este, un día en el que al fin podría ver a Nathan, pero los meses pasaron y consigo se llevaron mis esperanzas de volvernos a ver. Hasta el día de hoy.Todavía no podía creerlo. Había vuelto a ver a Nathan, el único hombre que me hizo sentir tan enamorada alguna vez, y ese mismo que, al parecer, seguía teniendo el mismo efecto en mí, a pesar del tiempo. Hoy mis labios terminaron con su tortura de no poder besar los de Nathan. Hoy mis ojos fueron capaces de captar la mirada de Nathan en vivo y en directo, y mi tacto tuvo el deleite de sentirlo.Como dije, era emocionante, pero tan aterrador a la misma vez. Es decir, ¿cómo se suponía que iba a pensar en esto? ¿Cómo se supone que debía tomar una decisión? No sabía por dónde empezar a analiz
Jamás pensé que huir se convertiría en parte de mi vida. Estudiar y trabajar era todo lo que ocupaba mi tiempo, la tranquilidad no era parte de mi día a día, pero no se comparaba con lo que vino después. Conocí a alguien. Un chico. Con ojos penetrantes, capaces de descubrir todos mis secretos con una sola mirada. No quise enamorarme, pensé que sería lista, que no perdería el control, pero nuestros deslices me llevaron a ese lugar al que no pretendía llegar. Yo no era una santa, Nathan tampoco, pero la diferencia entre uno y otro era grande. Al mirarlo, te dabas cuenta, y mi instinto supo rápidamente darme la alerta para alejarme. El problema es que no quise hacerlo, ignoré mi instinto y terminé enredada en su perverso juego.
—Nathan, ¿qué está pasando? —tragué grueso, mirando a los tres hombres que le apuntaban con un arma.—Si la chica se mueve, muere —advirtió uno de los tipos, desviando el arma hacia mí. Levanté las manos en el aire por instinto, viendo mi vida pasar frente a mis ojos.Mi corazón latía como loco, como nunca antes. Los tres tipos estaban a metros de distancia de nosotros, del otro lado de la barra del bar. Miré la puerta, buscando una forma de escaparme de esto, pero quedaba lejos, y si corría hasta ella lo más probable era que terminara con una bala en mi cuerpo. No podía arriesgarme, pero tampoco podía quedarme sin hacer nada.Nathan estaba detrás de la barra, conmigo, a casi un metro de distancia de mí. Estaba tenso, con la mandíbula y los puños apretados. Su respiración era irregular, pero no tanto como la
DaniLa noche recién comenzaba y ya quería irme. Si trabajaba en este bar de mala muerte era únicamente para poder pagar cosas básicas como la comida, la luz, el agua y el departamento que alquilaba junto a una compañera, entre otras cosas. Los viernes y sábados en la noche trabajaba desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana, cuando el bar cerraba, y eran mis días menos favoritos de la semana porque los borrachos abundaban en el negocio. Llevaba apenas tres semanas en el trabajo y ya quería largarme, pero no podía. Era eso o quedarme sin casa, porque mi compañera, por más que nos lleváramos muy bien, no iba a pagar mi parte del alquiler. Pero repetía en mi mente que esto sería un trabajo temporal, que alguien vería alguno de los tantos currículums que dejé en todos aquellos nego
DaniMi madre siempre me dijo que su sueño de toda la vida ha sido estudiar, que cuando niña veía pasar a todos esos adultos jóvenes con carpetas en manos, caminando hacia la universidad más cercana de su pueblo, y que se imaginaba siendo como ellos, con el poder de decidir qué carrera estudiar, luchando por su futuro. Siempre se le iluminaban los ojos al contármelo, supongo porque le dolía no haber podido estudiar. Mamá se quedó embarazada de mí a los dieciséis años, y desde entonces, se dedicó a cuidarnos. Mis abuelos la obligaron a casarse con mi padre (por suerte, mamá y papá se amaban mucho) y ambos se dedicaron a cuidarnos y a trabajar en lo que fuera que trajera dinero a la casa, tuvieron que dejar los estudios, pues el tiempo que tenían era muy escaso.Tal vez por eso yo tenía tanta ilusión de recibirme, tal vez p
Dani Los últimos tres meses había tenido una pequeña obsesión por la cicatriz bajo mi estómago, no porque me gustara (claramente) sino porque me avergonzaba tenerla. No podía creer que hoy se cumplieran noventa días desde la noche en que casi muero por culpa de mi ex pareja. Conocí a Marcus en el instituto, era hermano de una compañera que tenía, y él siempre pasaba a recogerla a la salida: allí fue cuando lo vi por primera vez y me pareció un chico realmente atractivo y llamativo, pero nunca me animé a hablarle, hasta que él le dio a su hermana su número de teléfono para que ella me lo diera. Recuerdo lo emocionada que estaba, pues era el primer chico con el que tenía un interés mutuo. Hablamos por texto, por llamadas, nos veíamos a la salida del instituto mientras su hermana esperaba dentro del auto, hasta que un día me invitó a salir y, con el permiso de mis padres (permiso que, por cierto, me costó conseguir) salimos, cenamos y, dos meses más tar
DaniMe subí al auto de Nathan después de sopesarlo un momento. Es decir, Nathan, a pesar de que era mi compañero de trabajo, era un desconocido para mí, por lo que tenía que andar con cuidado. La inseguridad de hoy en día me hizo replantearme mi idea de acceder a ir con él, pero me puse el cinturón de seguridad algo nerviosa, pues esta era una de las pocas veces en las que volvía a subirme a un auto.Nathan me observó un segundo y arrancó el auto.—Qué casualidad encontrarnos —comenté para alivianar mis nervios por estar dentro de un auto y por estar con él—. ¿Cómo me reconociste? Iba de espaldas.—La remera del bar —respondió.Asentí.Nathan arrancó el auto y pensé en la mala idea que fue decirle que sí, pues su presencia era demandante. Miré