Nathan
Al día siguiente, tardé en recordar lo que había pasado la noche anterior, pero el persistente dolor en mi cabeza y el dolor de mi cuerpo me lo recordaron. Al principio, cuando sentí un punzante dolor en el labio, me pregunté qué era lo que me sucedió para que me doliera tanto, y fue ahí cando obtuve la respuesta, seguida de una imagen mental del tipo que asesinamos dándome una golpiza en la cara.
Lo que hicimos se sentía como algo muy lejano, como si no hubiese pasado ayer, sino que hace muchos años. El miedo y la incertidumbre empezaron a jugarme una mala pasada, no podía evitar pensar en si alguien se había dado cuenta de que se cometió un crimen a sangre fría en el bosque, a un lado de la carretera. No quería meterme en problemas, quería decir que era inocente, que todos lo éramos, excepto el tipo que quiso llevarme a
DaniLa universidad estaba matándome. Exprimía cada gota de mis energías y me generaba ganas de tirar todos mis apuntes a la basura y tomarme una vida sabática. Lástima que no nacía millonaria.—Si no duermes, no vas a rendir para el examen de mañana —Celine cerró mis libros y los apiló a todos.—Oye, estaba leyendo eso —me molesté.La falta de descanso no me ayudaba en el humor. Últimamente estaba irritable.—Exacto, estabas. Ahora, dúchate y ve a la cama. Eres un desastre, Dani. Hueles feo.—¡Oye!—Ya has estudiado muchísimo, seguramente sacarás diez. No puedes estar así, hace daño.—Si quiero graduarme en cinco años, debo mantener un ritmo acelerado en el estudio.—Dani, a la ducha, ahora —ordenó, seria. Se parec
26Dani—¡Dani, se hará tarde para la universidad! ¡Despiértate, vaga, o entraré con un vaso de agua para echártelo encima! —gritó Celine desde la cocina.Me removí molesta en la cama. Sus gritos a tan temprana hora no era algo adecuado para mis oídos. Quise golpearla con algo. Seguramente no era la única a la que le molestaba que le hablaran apenas despertaba. Me desperecé en la cama, pensando en quedarme al menos cinco minutos más durmiendo, hasta que no pude desperezar bien mis brazos porque algo me lo impedía.Abrí los ojos levemente y me encontré a Nathan. De repente, el recuerdo de lo que hicimos año, llegó a mi mente. Puse los ojos como platos. ¿Ahora qué iba a hacer?—Nathan —lo moví, pero él no se dio cuenta de ello—. ¡Nathan! &
NathanEntré al departamento.—¿En dónde metiste? —preguntó Derek, levantándose de la mesa.—Pasé la noche en casa de Dani.—¿Y no pudiste avisarnos? —cuestionó, molesto.—Derek, te dije anoche que saldría a casa de Dani. Tú asentiste cuando te lo dije. ¿No recuerdas?Él se quedó pensativo.Miré a Marco, que estaba sentado en el sofá, con la tele prendida y un tazón de cereales lleno. Le pregunté con la mirada qué carajo le pasaba a Derek para estar tan molesto, y él simplemente se encogió de hombros.—¿Qué te sucede?—Nada… es que como no llegabas y no respondiste los mensajes, pensé que algo pudo haberte pasado. Me preocupé —confesó, calmándose—. Pero no rec
DaniDespués de un rato, con los clientes que empezaron a llegar, me olvidé completamente de mi discusión con Nathan, hasta que en nuestro segundo descanso lo vi caminando hacia la barra. Me metí en el cuarto de descanso para ignorarlo, pero él se metió conmigo.—¿Sigues molesta? —preguntó justo cuando yo me sentaba en el sofá.—¿Sigues con ganas de ser un pesado?—Vale, supongo que debo tomar tu respuesta como un sí —afirmó, asintiendo con la cabeza—. Mi intención no era hacerte enojar.—No estoy enojada.—Mi intención no era molestarte —corrigió—. Solo quise preguntarte qué opinabas.—Si yo opinara lo mismo que tú, no habría estado contenta —dije, obvia.Seguía un poco disgustada, pero por lo menos él
NathanNo sabía cómo reaccionar.Jamás pensé que volvería a ver a mi madre en la vida. A estas alturas, después de años de no haberla visto, la imaginé en cualquier otra parte del mundo, menos en Seattle. Pero qué casualidad de la vida… o qué karma… el verla con su vida rehecha. Sabía que sonaba muy egoísta, y lo era, pero me dolía el corazón y me generaba ganas de llorar.Siempre supe que ella se fue por culpa de papá y por culpa mía, pero también he sentido durante todos estos años que me abandonó. Muchas noches la necesité, muchas noches lloré hasta quedarme dormido por lo mucho que la extrañaba. Yo podía entender que Amelie ya no quisiese estar con mi padre, pero no comprendía por qué no dejó ningún número de teléfono para que y
DaniNo tenía muchos vestidos lindos, así que Celine me prestó uno otra vez. Era de color negro, el largo quedaba unos centímetros más arriba de mis rodillas. Los zapatos eran del mismo color, con tocones poco cómodos para lo que estaba acostumbrada. Mi maquillaje bastante sutil, brillo labial, leve rubor, rímel y delineador en mis párpados.—¡Preciosa! —Celine me dio un abrazo.Los últimos días ella se veía muy feliz, me hacía envidiarla, de la buena manera, claro. Celine conoció a un chico en la universidad, empezaron a salir y la situación parecía ser bastante seria. Me alegraba por ella, era una buena chica, pero me daba qué pensar el chico. Sí, lo conocía, lo había visto pasar muchas veces en los pasillos de la universidad, y había algo en él que no me cerraba del todo, aunque q
NathanDesde que conocía a Nathan y vi lo interesante que me resultaba, quise tener más información sobre él, quise que se abriera conmigo, que confiara en mí. Pero definitivamente no me esperaba que me confesara algo tan delicado como eso. Podía ver el dolor en sus ojos, podía hasta percibir el dolor en su voz. Tal vez, él intentaba ocultarlo, pero no le funcionaba, ni siquiera a él, que siempre parecía tener esa capa fría cubriéndolo.Debía ser cuidadosa con mis palabras, preparar mis mejores consejos, o siempre quedarme callada si me parecía adecuado, porque que una persona se desahogue contigo, no es siempre para recibir un consejo o consuelo, tal vez solo quiere ser escuchado, sentirse apoyado por alguien externo. Si me permitía aconsejarle, armaría en mi mente algún buen consejo, aunque no era nada experta en el tema y no sab&iac
Era tonto, pero sentía que le debía algo a Nathan por abrirse de esa manera conmigo. Más que deber, sentí la necesidad de responderle su pregunta, por mucha vergüenza que me diese admitir que sufrí violencia de género y que esta cicatriz era la marca que me lo recordaría de por vida. En su mirada vi más que simple curiosidad, vi compresión, seguridad. —Es un poco difícil… Eres la única persona después de mis padres y los cirujanos en conocer mi cicatriz. —Si no quieres hablar al respecto, yo respetaré eso —me acarició la mejilla. Su tacto sobre mi piel se sintió jodidamente bien. —No… Quiero contártelo… —sonreí de lado, tranquila. Siempre que recordaba esta situación en las noches o salía el tema en alguna conversación familia, un profundo dolor se instalaba en mi pecho. Era como si mágicamente me transportara al pasado. Ahora sentía esa sensación presionando mi pecho, pero no era tan fuerte como antes. Tal vez era signo de que día a día, era