Dani
Me pesaba demasiado estar viviendo en un departamento con Celine sabiendo que yo no iba a poner un centavo de la renta hasta que encontrara un trabajo. Sabía que en algún momento iba a encontrar algo que me diese dinero, pero no sabía cuándo, y ese era mi problema. Todavía no me había sentado a calcular una estimación de tiempo de cuánto me durarían los ahorros, pero no tendría para más de tres meses. Mis esperanzas eran encontrar algo en estas semanas para ponerme al día con todo lo de la casa, porque no solo se trataba de la renta, sino que también de la comida, la luz, el gas, el agua, entre otras necesidades específicas para la mujer.
Celine tenía una gran paciencia para aguantarse el tener que pagar la renta completa ella sola. Mientras tanto, yo me ocuparía de comprar los alimentos, pero teníamos que comer algo que estuviera
Dani—Ay, ¿qué te pasa? —me preguntó Celine, mirándome con preocupación y dejando el tenedor a un costado de su plato—. ¿Qué tienes? ¿Te duele algo? —se levantó de la silla, rodeó la mesa y se paró a mi lado y me abrazó para contenerme.Me sentía patética. Mis emociones estaban al borde de llevarme a un colapso. Tenía un dolor profundo en el pecho. Pero aquí no estaba lo de Nathan, ese ahora era un tema aparte. Lo que me dolía era la familia disfuncional que tenía. Siempre creí que mi familia era la mejor del mundo, que me amaban incondicionalmente y que siempre estaría allí para mí, sin importar qué sucediera, pero con lo del disparo y mi negación a mudarme de nuevo a casa (algo tan simple) me di cuenta de que no podía confiar tanto en mis padres como siem
Dani El día de mi cita con el psicólogo llegó. Me bañé, me vestí y me puse ropa cómoda para que no hiciera presión en mi herida. Celine me ayudó a vestirme como si yo no pudiese hacerlo sola, pero le agradecí que fuese tan atenta conmigo. Ella iba a ir a la universidad, pero no asistiría a clases, solo iría a acompañarme a mi cita y me esperaría afuera hasta que mi sesión terminara. Obviamente, al principio, me quejé y me negué a que perdiera clases, pero ella insistió en que no era un problema, pues iba bien en las asignaturas y no sería un problema que faltara a clases una vez. Ella no quería que volviese sola a casa después de la sesión o que me quedara esperándola hasta que sus clases terminaran, todo por priorizar mi salud. No hacía mucho tiempo que ella y yo nos conocíamos, pero ya la quería como a una hermana: ella me demostraba lo importante que era yo para su vida, me apoyaba, me cuidaba, me respetaba y me amaba. Esa era una verdadera amistad. Ella
DaniLa postura de mi psicólogo era interesante, neutra, como debía de ser. Me asustaba mucho hacerle caso a su indicación, o, mejor dicho, a su sugerencia de hablar con mis padres, pues no sabía qué podía pasar si lo hacía, pero, tengo que admitir, que tenía muchas ganas de levantar el teléfono y escuchar la voz de mi madre y ver qué salía de esto. Es cierto lo que dijo sobre que las personas asumimos lo que va a pasar y creamos nuestra realidad en base a esos pensamientos. Yo no tenía la seguridad de lo que iba a pasar, así que no perdía nada con probar suerte.Salí de la sesión con más calma. Al menos, había podido conversar con alguien que me hacía preguntas inteligentes y profundas para que yo contestara con lo que suponía que era correcto, y así iba desahogándome y comprendiendo mis sentimientos
NathanLa mañana siguiente a emborracharme, encontré a Derek en la sala, sentado sobre el sofá, con las manos tapando su cara y su cuerpo levemente inclinado hacia adelante y sus codos apoyados sobre sus rodillas. Me quedé estático en mi lugar al salir de mi habitación y ver la escena. No supe bien qué decir, pues ni siquiera estaba cien por cierto seguro de que él estuviese llorando, pero escuché un sollozo que me puso los pelos de punta. Me preocupé al instante, pues algo debía haber pasado para que él estuviese así de triste.Me quedé quieto unos segundos, incómodo, pero preocupado, así que me di un empujón y me fui caminando con lentitud hacia mi amigo. Me senté a un lado suyo y posé una mano en su espalda. Él inmediatamente se tensó por el susto, pues claramente no se había dado cuenta de que yo
DaniCuando tocaron la puerta de casa, supe de primera mano que se trataba de Stefan, quien venía a visitarme para hacerme compañía y levantarme los ánimos. Mis fachas no eran las mejores, pero al menos me arreglé un poco antes de que él llegar a la casa, para no recibirlo como la última vez. Ese día me veía muy mal y me sentí incómoda por mi aspecto. Hoy, aunque tenía la nariz y los ojos rojos de tanto llorar, no me parecía tanto a un zombi.Arrastré mis pies por el suelo y caminé hasta la entrada, donde le abrí la puerta a Stefan, quien se veía sumamente guapo, como siempre. Me sonrió y se fijó detenidamente en mis ojos, analizando mi tristeza. Hizo una mueca ante mi expresión triste y me preguntó si podía pasar.—Sí, pasa —respondí.—Te traje helado &md
Nathan—¿En qué te ayudo? —preguntó el hombre del bar, que se notaba que era otro de los barman. Me miró detenidamente, probablemente asegurándose de que no fuese algún borracho, pues no era una hora adecuada para servir bebidas—. Puedo ofrecerte bebidas sin alcohol, pero bebidas alcohólicas no hasta el medio días. Es temprano para que sirvamos. Es política del bar.Era un bar honesto y que se preocupaba por los clientes. En el otro bar, el dueño no tenía problema en que sus empleados sirvieran tragos a plena luz del día, con tal de ganar todo el dinero que fuese posible.—No vengo a tomar nada.Miré la hoja entre mis manos. Para ser más específicos, no era una hoja común, era mi currículum. Planeaba dejarlo en el mismo lugar en el que me emborraché la otra noche, pues me parecía un b
DaniTerminé de prepararme y caminé hasta la entrada. Celine quería acompañarme, pero le dije que no era necesario. Cuando salí de la casa, esperé el autobús que me dejaría a una cuadra del restaurante. No conocía muy bien la zona en la que trabajaría, solo había ido un par de veces con Stefan a cenar, pero sabía que me estaba acercando a mi destino. Los nervios iban carcomiéndome poco a poco.Ojalá pudiese decirle a mi madre que ya tenía un mejor trabajo, uno que esta vez era verdaderamente decente y en lugar muy bonito en el que podía sentirme segura. Nosotras seguíamos sin cruzar palabra. Ninguna llamaba a la otra, ninguna daba el brazo a torcer. Y es que con lo que pasó la última vez, yo no tenía más intención de llamarla, pues sabía que terminaríamos peleando otra vez y ya mi mente
DaniMe lavé las manos y caminé decidida hasta la mesa en donde Stefan estaba esperándome para comer. No se dio cuenta de que yo llegaba, pues su mirada estaba centrada en el menú entre sus manos. Me senté frente a él con algo de timidez. Stefan alzó la mirada de la carta de comidas y la dejó sobre la mesa para prestarme atención.Tenía que admitirlo, estaba un poco nerviosa e incómoda. Incluso algo tímida. Sé que anteriormente comimos juntos, que gracias a él estaba en este trabajo y que fue en un par de ocasiones a mi casa a verme y me vio en mis horribles fachas, pero no podía no sentirme pequeña a su lado. No es que Stefan me intimidara, pero me sentí extraña estando sentada junto a él, a punto de comer, en el mismo restaurante donde trabaja. Esperaba no tener problemas con su madre.Hablando de ella, no hab&ia