Dani
El día de mi cita con el psicólogo llegó. Me bañé, me vestí y me puse ropa cómoda para que no hiciera presión en mi herida. Celine me ayudó a vestirme como si yo no pudiese hacerlo sola, pero le agradecí que fuese tan atenta conmigo. Ella iba a ir a la universidad, pero no asistiría a clases, solo iría a acompañarme a mi cita y me esperaría afuera hasta que mi sesión terminara. Obviamente, al principio, me quejé y me negué a que perdiera clases, pero ella insistió en que no era un problema, pues iba bien en las asignaturas y no sería un problema que faltara a clases una vez. Ella no quería que volviese sola a casa después de la sesión o que me quedara esperándola hasta que sus clases terminaran, todo por priorizar mi salud. No hacía mucho tiempo que ella y yo nos conocíamos, pero ya la quería como a una hermana: ella me demostraba lo importante que era yo para su vida, me apoyaba, me cuidaba, me respetaba y me amaba. Esa era una verdadera amistad. Ella
DaniLa postura de mi psicólogo era interesante, neutra, como debía de ser. Me asustaba mucho hacerle caso a su indicación, o, mejor dicho, a su sugerencia de hablar con mis padres, pues no sabía qué podía pasar si lo hacía, pero, tengo que admitir, que tenía muchas ganas de levantar el teléfono y escuchar la voz de mi madre y ver qué salía de esto. Es cierto lo que dijo sobre que las personas asumimos lo que va a pasar y creamos nuestra realidad en base a esos pensamientos. Yo no tenía la seguridad de lo que iba a pasar, así que no perdía nada con probar suerte.Salí de la sesión con más calma. Al menos, había podido conversar con alguien que me hacía preguntas inteligentes y profundas para que yo contestara con lo que suponía que era correcto, y así iba desahogándome y comprendiendo mis sentimientos
NathanLa mañana siguiente a emborracharme, encontré a Derek en la sala, sentado sobre el sofá, con las manos tapando su cara y su cuerpo levemente inclinado hacia adelante y sus codos apoyados sobre sus rodillas. Me quedé estático en mi lugar al salir de mi habitación y ver la escena. No supe bien qué decir, pues ni siquiera estaba cien por cierto seguro de que él estuviese llorando, pero escuché un sollozo que me puso los pelos de punta. Me preocupé al instante, pues algo debía haber pasado para que él estuviese así de triste.Me quedé quieto unos segundos, incómodo, pero preocupado, así que me di un empujón y me fui caminando con lentitud hacia mi amigo. Me senté a un lado suyo y posé una mano en su espalda. Él inmediatamente se tensó por el susto, pues claramente no se había dado cuenta de que yo
DaniCuando tocaron la puerta de casa, supe de primera mano que se trataba de Stefan, quien venía a visitarme para hacerme compañía y levantarme los ánimos. Mis fachas no eran las mejores, pero al menos me arreglé un poco antes de que él llegar a la casa, para no recibirlo como la última vez. Ese día me veía muy mal y me sentí incómoda por mi aspecto. Hoy, aunque tenía la nariz y los ojos rojos de tanto llorar, no me parecía tanto a un zombi.Arrastré mis pies por el suelo y caminé hasta la entrada, donde le abrí la puerta a Stefan, quien se veía sumamente guapo, como siempre. Me sonrió y se fijó detenidamente en mis ojos, analizando mi tristeza. Hizo una mueca ante mi expresión triste y me preguntó si podía pasar.—Sí, pasa —respondí.—Te traje helado &md
Nathan—¿En qué te ayudo? —preguntó el hombre del bar, que se notaba que era otro de los barman. Me miró detenidamente, probablemente asegurándose de que no fuese algún borracho, pues no era una hora adecuada para servir bebidas—. Puedo ofrecerte bebidas sin alcohol, pero bebidas alcohólicas no hasta el medio días. Es temprano para que sirvamos. Es política del bar.Era un bar honesto y que se preocupaba por los clientes. En el otro bar, el dueño no tenía problema en que sus empleados sirvieran tragos a plena luz del día, con tal de ganar todo el dinero que fuese posible.—No vengo a tomar nada.Miré la hoja entre mis manos. Para ser más específicos, no era una hoja común, era mi currículum. Planeaba dejarlo en el mismo lugar en el que me emborraché la otra noche, pues me parecía un b
DaniTerminé de prepararme y caminé hasta la entrada. Celine quería acompañarme, pero le dije que no era necesario. Cuando salí de la casa, esperé el autobús que me dejaría a una cuadra del restaurante. No conocía muy bien la zona en la que trabajaría, solo había ido un par de veces con Stefan a cenar, pero sabía que me estaba acercando a mi destino. Los nervios iban carcomiéndome poco a poco.Ojalá pudiese decirle a mi madre que ya tenía un mejor trabajo, uno que esta vez era verdaderamente decente y en lugar muy bonito en el que podía sentirme segura. Nosotras seguíamos sin cruzar palabra. Ninguna llamaba a la otra, ninguna daba el brazo a torcer. Y es que con lo que pasó la última vez, yo no tenía más intención de llamarla, pues sabía que terminaríamos peleando otra vez y ya mi mente
DaniMe lavé las manos y caminé decidida hasta la mesa en donde Stefan estaba esperándome para comer. No se dio cuenta de que yo llegaba, pues su mirada estaba centrada en el menú entre sus manos. Me senté frente a él con algo de timidez. Stefan alzó la mirada de la carta de comidas y la dejó sobre la mesa para prestarme atención.Tenía que admitirlo, estaba un poco nerviosa e incómoda. Incluso algo tímida. Sé que anteriormente comimos juntos, que gracias a él estaba en este trabajo y que fue en un par de ocasiones a mi casa a verme y me vio en mis horribles fachas, pero no podía no sentirme pequeña a su lado. No es que Stefan me intimidara, pero me sentí extraña estando sentada junto a él, a punto de comer, en el mismo restaurante donde trabaja. Esperaba no tener problemas con su madre.Hablando de ella, no hab&ia
NathanRegresé más tarde al bar rogando encontrar al dueño. Cuando me metí, vi a Victoria sirviéndole un trago a una mujer que iba vestida formalmente y parecía ser adinerada, pues su bolso sobre la barra era jodidamente costoso porque era de una marca original.—Oh, has regresado para dejar tu currículum —sonrió.—Sí. ¿Está el dueño o no?—Sígueme —dijo y empezó a caminar. Rodeó la barra y entró por una puerta marrón de madera, donde había un largo pasillo—. La oficina está por aquí. Le dije que estabas interesado en tomar un empelo aquí y me ha dicho que, cuando llegaras, que pasaras. Tienes suerte. Está de buen humor hoy.Victoria golpeó la puerta y un hombre le dijo que podía pasar. Ella se asomó por la puerta y le dijo
NathanEstaba contento por lo que había conseguido. Un trabajo… fácil y sencillo y con buena paga. Debía admitir que era muy afortunado. Tuve mucha suerte de conseguir un trabajo. Fue demasiado rápido. Ahora solo quedaba que Marco y Derek encontraran algún empelo para que nuestra nueva vida se estabilizara un poco más. Al menos, tendríamos algo de estabilidad económica.Me propuse cuidar este trabajo, no quería echar a perder la oportunidad que se me había ofrecido. Sobre todo, me propuse no crear amistades nuevas para no repetir lo que pasó en Seattle. Con esto me refería a que no miraría a ninguna mujer de aquí, sería completamente profesional, todo lo que no fui con Dani. Pero no solo con las mujeres, sino que me mantendría alejado un poco de los hombres. No quería hacer nuevos amigos y que pasara lo que ya pasó una ve