Nathan
Cuando me desperté en mi cama, tapado y con el cabello un poco mojado, no sabía que había pasado. Lo primero que pensé fue que me quedé parado bajo la lluvia, pues era una costumbre que tenía desde pequeño, pero miré la ventana de mi cuarto y noté que el cielo estaba cubierto por estrellas y ninguna nube. Tuve un leve mareo que duró unos segundos, pero seguido de eso, me percaté del dolor de cabeza que estaba teniendo, que, afortunadamente, no era tan fuerte. Vi una pastilla en mi mesa de noche y vaso de agua.
Algunas imágenes aparecieron en mi cabeza. Eran borrosas, pero en ellas, yo estaba en un bar, hablando con una muchacha. Me levanté de la cama y tomé la pastilla y me bebí toda el agua. Por alguna razón, tenía demasiada sed. Caminé hasta la sala para ver si había rastro de alguno de mis amigos, aunque sab&iac
DaniDespués de que Nathan me colgara la llamada, me quedé sentada sobre la cama, con la toalla aun rodeando mi cuerpo, sin saber qué hacer. Es como si mi mente hubiese quedado en una especie de suspensión temporal. Mi mirada se fijó en la pared y no pude sentirme más tonta por depender tanto emocionalmente de alguien. Cuando sucedió todo lo de mi ex novio, me juré a mí misma que no volvería a tener dependencia emocional de nadie, pero aquí estaba, fallándome a mí misma. Pero, ¿cómo hace una persona para no depender emocionalmente de otra? ¿Cuál es la barrera que hay que poner para no depender de una persona? ¿Cómo haces para entregarte completamente a una persona y aceptar que entre en tu vida y que no haya dependencia? Dicen que, para las relaciones de pareja, uno tiene que estar sano, así que supongo que yo no hab&iacu
DaniLa ventana de la sala estaba abierta y el frío viento se metía por ella. El cielo estos días estuvo bastante intenso, con colores grises y mucha lluvia por las noches y por las tardes. El aire en Seattle cambió a uno bastante pesado, el frío se intensificaba más con la lluvia. Me recorrió un escalofrío por el cuerpo. Lo único que llevaba encima era una remera larga, pero de mangas cortas. Stefan notó que sentí frío y se quitó la chaqueta y me la colocó encima y con cuidado de no lastimarme.No pude evitar sonreírle. Se sentía bonito que alguien, aparte de Celine, cuidara de mí. Estas son las cosas que se suponía que mi madre debería estar haciendo conmigo, no mi profesor de filosofía, ese al que ella y mi familia tanto criticaron en la cena del otro día. Si mi madre supiera que mi profesor estaba en mi
DaniMe pesaba demasiado estar viviendo en un departamento con Celine sabiendo que yo no iba a poner un centavo de la renta hasta que encontrara un trabajo. Sabía que en algún momento iba a encontrar algo que me diese dinero, pero no sabía cuándo, y ese era mi problema. Todavía no me había sentado a calcular una estimación de tiempo de cuánto me durarían los ahorros, pero no tendría para más de tres meses. Mis esperanzas eran encontrar algo en estas semanas para ponerme al día con todo lo de la casa, porque no solo se trataba de la renta, sino que también de la comida, la luz, el gas, el agua, entre otras necesidades específicas para la mujer.Celine tenía una gran paciencia para aguantarse el tener que pagar la renta completa ella sola. Mientras tanto, yo me ocuparía de comprar los alimentos, pero teníamos que comer algo que estuviera
Dani—Ay, ¿qué te pasa? —me preguntó Celine, mirándome con preocupación y dejando el tenedor a un costado de su plato—. ¿Qué tienes? ¿Te duele algo? —se levantó de la silla, rodeó la mesa y se paró a mi lado y me abrazó para contenerme.Me sentía patética. Mis emociones estaban al borde de llevarme a un colapso. Tenía un dolor profundo en el pecho. Pero aquí no estaba lo de Nathan, ese ahora era un tema aparte. Lo que me dolía era la familia disfuncional que tenía. Siempre creí que mi familia era la mejor del mundo, que me amaban incondicionalmente y que siempre estaría allí para mí, sin importar qué sucediera, pero con lo del disparo y mi negación a mudarme de nuevo a casa (algo tan simple) me di cuenta de que no podía confiar tanto en mis padres como siem
Dani El día de mi cita con el psicólogo llegó. Me bañé, me vestí y me puse ropa cómoda para que no hiciera presión en mi herida. Celine me ayudó a vestirme como si yo no pudiese hacerlo sola, pero le agradecí que fuese tan atenta conmigo. Ella iba a ir a la universidad, pero no asistiría a clases, solo iría a acompañarme a mi cita y me esperaría afuera hasta que mi sesión terminara. Obviamente, al principio, me quejé y me negué a que perdiera clases, pero ella insistió en que no era un problema, pues iba bien en las asignaturas y no sería un problema que faltara a clases una vez. Ella no quería que volviese sola a casa después de la sesión o que me quedara esperándola hasta que sus clases terminaran, todo por priorizar mi salud. No hacía mucho tiempo que ella y yo nos conocíamos, pero ya la quería como a una hermana: ella me demostraba lo importante que era yo para su vida, me apoyaba, me cuidaba, me respetaba y me amaba. Esa era una verdadera amistad. Ella
DaniLa postura de mi psicólogo era interesante, neutra, como debía de ser. Me asustaba mucho hacerle caso a su indicación, o, mejor dicho, a su sugerencia de hablar con mis padres, pues no sabía qué podía pasar si lo hacía, pero, tengo que admitir, que tenía muchas ganas de levantar el teléfono y escuchar la voz de mi madre y ver qué salía de esto. Es cierto lo que dijo sobre que las personas asumimos lo que va a pasar y creamos nuestra realidad en base a esos pensamientos. Yo no tenía la seguridad de lo que iba a pasar, así que no perdía nada con probar suerte.Salí de la sesión con más calma. Al menos, había podido conversar con alguien que me hacía preguntas inteligentes y profundas para que yo contestara con lo que suponía que era correcto, y así iba desahogándome y comprendiendo mis sentimientos
NathanLa mañana siguiente a emborracharme, encontré a Derek en la sala, sentado sobre el sofá, con las manos tapando su cara y su cuerpo levemente inclinado hacia adelante y sus codos apoyados sobre sus rodillas. Me quedé estático en mi lugar al salir de mi habitación y ver la escena. No supe bien qué decir, pues ni siquiera estaba cien por cierto seguro de que él estuviese llorando, pero escuché un sollozo que me puso los pelos de punta. Me preocupé al instante, pues algo debía haber pasado para que él estuviese así de triste.Me quedé quieto unos segundos, incómodo, pero preocupado, así que me di un empujón y me fui caminando con lentitud hacia mi amigo. Me senté a un lado suyo y posé una mano en su espalda. Él inmediatamente se tensó por el susto, pues claramente no se había dado cuenta de que yo
DaniCuando tocaron la puerta de casa, supe de primera mano que se trataba de Stefan, quien venía a visitarme para hacerme compañía y levantarme los ánimos. Mis fachas no eran las mejores, pero al menos me arreglé un poco antes de que él llegar a la casa, para no recibirlo como la última vez. Ese día me veía muy mal y me sentí incómoda por mi aspecto. Hoy, aunque tenía la nariz y los ojos rojos de tanto llorar, no me parecía tanto a un zombi.Arrastré mis pies por el suelo y caminé hasta la entrada, donde le abrí la puerta a Stefan, quien se veía sumamente guapo, como siempre. Me sonrió y se fijó detenidamente en mis ojos, analizando mi tristeza. Hizo una mueca ante mi expresión triste y me preguntó si podía pasar.—Sí, pasa —respondí.—Te traje helado &md