Abel Emmons llenó su vaso de licor, atento al llamado que tanto esperaba tener. Miró las pastillas en su mano y decidió que no le importaba menos si se ponía o no tomar con alcohol, las tragó y luego se bebió el vodka que tenía en su vaso. Inhaló fuertemente, un aire tan fiero que sus pulmones se sintieron congelarse. Esta vez no podía fallar. Estaba harto de oír solo excusas, vio a su hermano llegando a ese sitio y pasó el último licor. Ya sabía lo que diría, por ello solo se sentó como pudo en el mueble, acomodó su rodilla y esperó pacientemente.__ ¿Me puedes decir que demonios estás haciendo? - lanzó el teléfono pues ya había sido informado del desastre que en Manhattan se estaba dando. Las noticias no hacían más que hablar de eso y a él no le tomo más que cinco minutos averiguar qué había sido su hermano quien envió a la mitad de todos sus hombres para atacar a muchos inocentes y a la familia Crown en grupo. Abel no dijo nada.__ ¿Sabes que estás haciendo al menos? Es una g
Aarón no podía estar tranquilo, se movió de un lugar a otro en la sala de aquella magnífica mansión que su hijo tenía, ni él la conocía y de no ser por el momento, querría saber detalles, pero no ese instante. Lo único que deseaba era verlos llegar, odió la incertidumbre que tenía en cada molécula de su cuerpo. Sus hijos mayores aún no se comunicaban con él y si él estaba desolado, Luisa no sentía un poco de paz, Adrián se mantenía en silencio pensando en que la vida no podía ser tan egoísta de darle solo a conocer a sus hermanos y luego arrebatarlos. Braulio por su lado trataba de calmar a Keyla, quien no quería alterar más a Sara con sus temores por lo que solo apretó sus piernas, solo que el temblor en estas hicieron notar su terror. La asistente tenía un ligero temblor en sus piernas, pues conocía a Leonardo durante años y jamás pensó siquiera que fuera capaz de...de solo recordar la forma en que asesinó a quien veía la hizo pasar más agua. ¿Con quienes se había metido? ¿La ma
Sara creyó que irían a Milán o una ciudad cercana, no fue así, pues el peñasco de una montaña en las cercanías de la frontera entre Italia y Francia fue el destino usado por Abel para estar lejos del peligro. Ahí el ejército italiano aún lo respaldaba, solo que su ubicación estaba protegida por algunos campamentos que con la muerte del coronel Santorini, se pusieron a las órdenes de Abel Emmons, el cual desde su balcón disfrutó ver cómo todo estaba a su disposición. Tomaría la ciudad de New York en cuanto tuviera reducida a toda la familia Crown y con la llegada de los autos que se estacionaron frente a esta su estrategia funcionaría.Sara fue bajada por la asiática, quien fue recibida con una sonrisa gigante de parte de Abel, estampando un beso grande en la frente de la mujer que se vió siendo halagada ante todos. __ Esta clase de soldados son los que quiero conmigo. - alabó poniendo sobre el cielo las victorias que la mujer le había llevado. __ Un placer servirle, mi señor. - dij
Unos golpes en la pared despertaron a Sara, esta vez tenía un grillete en las manos, pero los ruidos siguieron hasta que ella, rendida a que sería la única forma de que se calmara, respondió con dos golpes más.Se limpió la cara del cabello que se había zafado de su rostro y recostó la espalda luego de que la persona del otro lado se quedara tranquila.Miró el balde con agua que dejaron en reemplazo del plato con comida, ya que luego de haberse burlado de Abel, este ordenó que no le dieran comida, tan solo agua. Tan higiénica no era, pero al menos le calmó la sed. Miró sus muñecas lastimadas, con dos días teniendo ese grillete tenía la zona bajo esta lastimada. Por lo que con cuidado se puso de pie, acomodándose para arreglar el pelo y no siguiera estorbando en su rostro. __ Tú comida, bestia. - le dijo Kina a la persona del otro lado, luego salió casi corriendo cuando un gruñido ronco y casi inhumano la asustó. Le temía, era imposible no hacerlo si sabía lo bestial que podría ser.
La noche llegó una vez más, Sara estaba de pie frente a la cama y pese a ser algo cómodo lo que veía, no le gustó para nada el sitio en donde estaba. Todo tenía el perfume de Abel, prácticamente su olor estaba impregnado por todos lados y sumado al licor que este tomaba a cada rato, la mezcla no era muy agradable para ella. Miró su reflejo en el espejo que tenía a unos cuantos metros de ella, su imagen estaba bien pero mentalmente no se encontraba en su mejor momento. Pidió un respiro porque sintió que se estaba ahogando en medio de todos los invitados que Abel tenía. Oír como este se mofaba de la muerte de su esposo era algo que no esperó, pero era la estrategia de Abel para hacerla sentir mal. Sabía que en cuanto eso sucediera, ella explotaría, se lanzaría contra él y por muy estratégica que fuera su técnica de convencerlos con ella, funcionaría mejor si veían que también podía morir en sus manos. Demostrando de esa forma lo poco útil que podía resultar. Pero Sara se contuvo y
__ Tu comida. - dijo Yuri al abrir la puerta de la celda donde Sara se encontraba. Esta la vió sobre su hombro y no quiso hablar. No se desconcentraría por ella. No lo valía. __ Aplicar la ley del hielo aquí no te sirve de nada. - le volvió a hablar la asiática. - No demuestras nada con eso. No nos importa.__ A tí al parecer sí. - dijo Sara. - Si no, no insistieras tanto en que te dirija la palabra.__ En realidad no me importa, pero es interesante como te haces la dura cuando solo eres una asustadiza persona que quiere esconderlo. - se burló plantandose a su lado. Dos golpes se oyeron en el fondo, Sara solo vio el sitio y volvió su vista al frente. __ ¿Porqué tanta tranquilidad? - preguntó Yuri, tenía días observándola, notando que en lugar de ser la que peleara por todo, ella solamente volvió más calmada, como si entendiera o supiera que siempre tenía las de ganar. __ Porque no tiene caso pelear aquí. - contestó Sara. __ No, reconozco cuando alguien se da por vencido, y tú, n
Leonardo aún no se acostumbraba a tener que quedarse en un mismo lugar, porque desde que despertó la única pregunta que hacía y nadie podía responder era la ubicación de Sara o su hijo. Apretó los dientes al sentir como esa aguja entró a su cuello, en donde haría un efecto más rápido según el korol que solo se quedó observando su resistencia. En ocasiones la cura podía ser mucho más dolorosa que la herida y ese fue el caso cuando la sustancia incolora fue empujada hacia la vena que la conduciría a cada centímetro de su cuerpo. Se movió cuando quemó, apretó los puños y soltó el teléfono con el cual había llamado a su padre. Joseph solo pudo ver cómo esté hizo una fuerza descomunal ante el dolor que lo llenó en cada parte de su cuerpo. Las venas se volvieron más notables y el sudor comenzó a cubrirlo. Quiso acercarse para ayudarlo, sin embargo no tenía idea de que hacer para que Leonardo dejar de verse como si estuviera a punto de explotar. En tanto este era poseído por el más grand
__ ¿Que estás diciendo? - Leonardo creyó haber escuchado mal, lo pensó y quiso convencerse que era así. Pero el desconcierto en el rostro de su padre le indicó que no era así. Lo que escuchó era la verdad. - ¿Como que Sara se fue con esa escoria? __ Lo hizo por mí. - la culpa que Adrián tenía también era obvia, su hermano pasó el trago amargo tratando de no explotar, aún tenía que recuperar fuerzas y afectarse por lo que pasó no era algo viable. - Lo siento, Leonardo. Ella solo me defendió de...__ No, no se pasen la culpa el uno al otro porque eso no me sirve. - espetó. - Lo que quiero saber es ¿como? - preguntó en dirección de todos. - Esa isla no debía ser encontrada, nadie tenía la ruta. Ninguna coordenada era conocida, así que quiero saber ¿como maldit@ sea mi lugar seguro dejó de serlo? Aarón no supo si decir la verdad o callarse lo sucedido, porque claramente su hijo no estaba siendo racional y la culpable de tal fallo estaba cerca. __ ¡¿Como?! - volvió a preguntar con furia