__ ¡¿Alguien me puede decir de una buena vez que está pasando?!El rugido de Abel retumbó por toda la casa, no daba crédito a lo que veía, no tenía una sola idea de como había sucedido tal cosa, pero su sistema había sido hackeado. Perdió lo que tanto se jactaba de tener. Defensas ante ataques aéreos. Se movió de aquí para allá, tomó uno de los papeles, los lanzó a la mesa y se sentó frente al ordenador. Tecleó su clave de acceso , pero como si él fuera el intruso el sistema lo dejó fuera mandando un alerta a quien solo miraba la pantalla sin dejar su vaso.__ Nunca te metas conmigo si no tienes la capacidad de hacerme frente. - exclamó Leonardo dejando el licor de lado para darle justo lo que tanto este temía. La pantalla del computador de Abel se iluminó, sin embargo no fue lo que deseó ver.«Lanzamiento iniciando en 10...9...8...7...__ ¡Que alguien apague esto maldit@s sea! - gritó al darse cuenta de las coordenadas que tenían como objetivo. 5...4...El conteo regresivo siguió
Desde que Sara abrió los ojos intentó mover los brazos, dándose cuenta de las sogas que la tenían aprisionada. Se sacudió, notando que dicha cuerda estaba alrededor de su cuerpo como una pitón que estaba rompiendo sus huesos por ser tensadas de esa forma.__ ¿Que cara...__ Tranquila, fiera mía. - murmuró Abel viendo con detenimiento el cuerpo aprisionado de la chica que cada segundo veía más atractiva, encaprichado más con tenerla a su merced, para así darse el gusto de decir que todo lo que tenía Leonardo, también había sido suyo. Estando inmóvil no pudo evitar que los dedos del italiano tocaran su pómulo. Limpió del polvo, adorando las nulas marcas en el rostro delicado de la chica. Tal como su familia lo había dicho. Perfecta para someter. __ Manchaste mi palacete, bella calamidad. No debiste hacer eso. - se alejó para llenar la copa con vino tinto. - Es santo y santo debe dquedarse. __ Tiene al mismo demonio adentro y lo crees santo, no seas ridículo. - expuso Sara sin dejar
La fiebre hizo de las suyas en el cuerpo de Sara, más el ambiente y tanta gente entrando en contacto con ella para movilizarla de esa cama, apenas abrió los ojos la luz la cegó y no pudo abrirlos más. Una extensa capa de sudor cubrió su frente, sus labios se pusieron morados y los temblores no la dejaron respirar sin soltar esos quejidos por no poder agarrar calor. __ Niña, resiste. - le dijo la mujer mayor que secó su frente con un paño. - Necesito que te sientes para que bebas esto. Sara negó, no sabía que era lo que contenía el pocillo, como tampoco confiaba en nadie de ahí. Parecía que todos habían perdido la cabeza.__ Por favor, niña. Si me descubren dándote esto, me van a matar. - insistió la mujer al ver la renuencia de Sara. - Es una mezcla de hierbas con algunos...__ No. - se alejó de ella, cubriéndose con el sueter que deseó fuera más grueso. __ Si no te lo tomas vendrá a...__ ¿Que haces, esclava? - preguntó Abel abriendo las puertas de par en par. La mujer escondió e
__ Es Leonardo Crown. - dijo uno de sus hombres a Abel, el cual sintió la sacudida que el piso superior dio al recibir la lluvia de balas que se cernió desde el helicóptero que sobrevoló a esa altura. Los vidrios rotos cayeron hacia afuera del lugar, alborotando a todos, mientras Leonardo solo buscó a Sara con la mirada, tratando de averiguar cuál era su piso. Lo único que sabía era la seguridad que cargaba, por lo que al bajar debía ser el piso correcto o solo estorbarian su paso. Sara por su lado caminó junto al perro que la dirigió hasta la puerta, pero antes de lograrlo fueron interceptados por el grupo de hombres que iban por ella, siendo ese el mandato de Abel, el cual con un lanzacohetes se asomó, dispuesto a derribar la aeronave que amenazó con destruir todo lo suyo. __ Si da su ubicación, va a verlo más rápido. - sugirió uno de sus hombres. __ Ese malnacido vino por mí.__ Pero no lo tiene ubicado. Aún no lo tiene. - aseguró aconsejándole una retirada, pues aunque fueran
Lo único que a Leonardo pudo darle un poco de tranquilidad fue ver a Sara abrazando a su hijo, no quiso esperar más y en la mañana ya estaba en Vancouver, apretujando a su hijo, siendo ese el motivo por el cual resistió estar en un sitio donde romperla era la misión de todos.Lo detalló por varios minutos antes de meterse a hacerlo dormir y ella también quedarse dormida de nuevo. Necesitó de horas para poder recuperarse de todo lo que vio, sintió y pudo percibir. Tan alejada de esa paz que aún en sus sueños sintió que le arrebataban de nuevo, pero al abrir los ojos caída la noche, lo primero que vio fue a su hijo en sus brazos y a Leonardo sentado en el colchón con un computador. Su misión era no descuidar el seguimiento de todo lo que se decía en Italia, revisar que Zoraida no los estuviera siguiendo y al mismo tiempo ser el centinela que no descuidaría a su reina o a ese niño que jugaba con la mano de su padre, en tanto este hacia su trabajo. Sara sonrió al verlos así, pues no p
Las cartas se fueron moviendo lentamente, con una calma que nada se escuchó en la habitación, donde prevaleció el mismo ritmo por varios minutos, estos se hicieron eternos y por alguna razón el aire comenzó a escasear para uno de ellos. Tanto Leonardo cómo Andrés Stewart estaban en silencio, mirando las cartas que tenían entres sus manos, uno con la satisfacción de tener una buena partida, mientras el otro no mostró ningún signo que diera por hecho lo que pasaba. __ ¿Que ganancias trae el ocultar un miembro de la familia durante años? - consultó Leonardo dejando sin respuestas a Andrés. - Porque supongo que existe un interés por mantener a alguien alejado del mundo, sino, no se haría. __ No comprendo, señor Crown. - repuso Andrés con la mirada en sus cartas. - Pero prefiero no indagar más en lo que insinúa y me enfocaré más en pedir que este juego finalice. __ Por supuesto. No podría estar mas de acuerdo, tengo otros asuntos que resolver. - aceptó el mafioso cediendo, Andrés suspi
Sara abrió los ojos, hacia un día excelente, con un sol resplandeciente, su hijo sonreía con su abuela en uno de los muebles, siguió su camino para llevarle el jugo a su amiga, la cual trataba de concentrarse en su libro sobre culinaria, pero le era imposible con Joseph estando con el dorso desnudo en su balcón, sabiendo lo que causaba en Keyla. Algo que divirtió a Sara, porque su oído no era más que la forma de esconder lo que pasaba. __ Si no quisieras verlo, girarías la silla y no estuvieras luchando por concentración. - se burló de su amiga. __ Aquí no me da el sol. Es la única razón. - se defendió Keyla. __ Sí, claro. Y yo nací ayer. - ironizó ganando que su amiga le lanzara varios sobres de azúcar que aún estaban en la mesa. __ ¿Eres lectora de pensamientos ahora? - interrogó Keyla haciéndola reír, salvo que en el fondo deseó poder hacerlo, para así poder saber lo que le pasaba a su esposo, pues la noche anterior se dió cuenta de la intranquilidad de Leonardo. La mayoría de
Leonardo abrió los ojos y lo primero que vio fue a un niño inquieto que sentado en su hombro le tiraba del cabello para luego soltar risotadas que lo hicieron arrugar la cara. Sintió como el pequeño Anthony lo tomó del mentón y a modo de juego se pegó en ese lugar. __ ¿Acaso tienes un despertador que te haga estar así antes que yo? - lo elevó para ponerlo lo suficientemente alto, evitando de ese modo que siguiera tomando su pelo como si no sintiera dolor. - ¿Quieres volar? __ ¡Si! - gritó el niño sin ningún temor, contrario a lo que su padre pensó. - ¡Vuela!Sacudió los brazos en el aire y su padre terminó negado al ver que era muy valiente y atrevido para asustarlo con algo que solo lo divertía. __ Se supone que debes decir no. - le hizo ver.__ ¡No! - gritó riendo con la misma intensidad. __ No hay remedio contigo. - negó y lo devolvió a al cama para revolver el cabello, recibiendo la misma atención segundos después. Su hijo copió cada gesto y entonces, a Leonardo no le quedó