Cap:08 ¿otra vez?

ADELAIDA:

Salgo del despacho de mi padre y Lili me mira con pena al ver mis manos.

—Vamos, hay que curarte esas manos.

Dice ella con tristeza y solo asiento caminando con dirección a mi habitación.

En los pasillos me encuentro con mi madre y hermana mayor que me miran con burla.

—Supongo que ya recibiste tu castigo, eso te ayudará a comportarte en la sociedad.

Habla mi madre destilando veneno y solo paso por su lado sin decir media palabra.

—Vaya madre, aún así no deja la mala educación.

Habla la víbora de mi hermana.

—Es normal cariño, no puede negar sus raíces.

Dice mi madre, pero no presto atención a sus palabras y me marcho junto a la persona que siempre ha estado conmigo; mi nana, y mi sirvienta personal.

Ella se encarga de curar las heridas de mis manos para luego vendarlo, mientras yo tengo mi mirada fija en la pared.

Lili me ayuda a bañarme y luego me coloca un ligero camisón.

—Usted descanse señorita, iré a prepararle algo de comida.

Dice y asiento sin decir nada.

Rato más tarde Lili vuelve a la habitación con la cabeza baja.

—¿Qué pasa Lili?

Le pregunto y ella me mira con tristeza.

—Lo lamento señorita… Está prohibido traerle comida, está castigada, ordenó el duque y la duquesa.

Dice y sólo suspiro mirando hacia el bosque.

—Está bien Lili, puedes retirarte y tomarte el día libre, por hoy no quiero ver a nadie más.

Le digo con una sonrisa cansada y ella me mira con tristeza.

—Señorita…

—Descuida Lili, estaré bien… Esto no es algo nuevo para mí, estoy acostumbrada.

Le digo y ella suspira.

—De acuerdo, entonces me iré.

Dice y solo asiento.

Cuándo mi nana se retira procedo a colocarle seguro a mi puerta y me acuesto a leer algunos de mis viejos libros de romance trágico… Sí, tengo un gusto horrible y raro ¿Qué señorita de sociedad lee estas cosas? Pues yo.

Me enfrasco tanto en la lectura que pierdo la noción del tiempo y ya para cuando levanto la vista todo está oscuro.

—Bueno, creo que ya es hora de dormir.

Murmuro y antes de acostarme cierro todo con seguro y lo verifico dos veces.

—Bien, a dormir.

Murmuro mientras mis pensamientos se dirigían a Raizel… ¿Qué estará haciendo?

Mmm, de seguro ya me olvidó… Aunque no ¿Quién puede olvidar a una señorita como yo?

Pienso con el ego por las nubes y me quedo dormida.

(...)

El ronroneo de algo o de alguien me hace suspirar mientras acaricio algo suave y sedoso.

Mi cerebro hace click y abro los ojos de golpe dándome cuenta de inmediato que no estoy en mi habitación y que alguien me sujeta bien fuerte a su cuerpo.

—Carajo.

Murmuro asustada y me renuevo violentamente para que el fulano me suelte ¿Que cree que soy? ¿Un oso de peluche?

—Mmm, deja de moverte tanto…

La voz de Raizel me paraliza y termino de despertarme por completo.

—Maldición Raizel… ¿Cómo me trajiste aquí otra vez?

Hablo un poco alto y el susodicho se despierta mirándome con ojos luminosos ¿Que especie es esta hombre?

Pienso, pero todo queda en segundo plano cuando de un momento a otro estoy acostada en la cama y él encima de mí.

—¿Cómo entraste aquí otra vez?

Habla con un tono confundido mientras sus manos sujetan las mías a cada lado de mi cabeza.

—Oye Raizel… No entiendo como me has traído aquí otra vez, pero desde ahora te digo…

—¿Qué? ¿Qué me vas a decir?

Me corta con voz ronca y tengo que apretar mis piernas mientras mi respiración se acelera.

—Creo que deberías de quitarte… Esas no son maneras de hablar.

Mi voz por alguna razón se vuelve melosa y me desconozco.

Raizel lo duda un poco, pero luego se quita de encima de mí y se coloca en pies.

Observo como enciende una esfera de cristal así dándome vista de su hermoso cuerpo tallado por los dioses.

—Estuve investigando… Por más escurridiza que seas, está mansión es impenetrable, Adelaida.

—Ujumm.

Es lo que digo al escucharlo decir mi nombre con tanta sensualidad… Concéntrate Adelaida.

Le digo a mi cerebro.

—Ya sé lo que eres, por eso puedes entrar sin que nadie se de cuenta.

Dice y lo miro alzando las cejas.

—Oh, ¿Que soy según tú?

Le pregunto y este clava sus hermosos ojos en los míos.

—Una bruja, solo las brujas pueden hacer eso.

Dice y estalló en carcajadas.

—¿Yo? ¿Una bruja? Si que pensaste mucho jajaja.

No paro de reír hasta ver su rostro serio.

—Perdón y lamento decir que tú investigación ha fallado… No soy una bruja Raizel… ¿Dónde sacaste eso?

Pregunto mientras acaricio el vendaje de mis manos que lo siento algo húmedo.

Miro como él olfatea como si fuera perro y me observa de arriba abajo deteniéndose en las vendas de mis manos.

—¿Qué te pasó en las manos?

Pregunta cambiando de tema y yo le resto importancia.

—No es nada.

Digo y el chico se acerca a mí sin hacerme caso.

—Déjame ver.

Demanda y le muestro mis manos a regañadientes.

—Estás sangrando ¿Cómo lastimaste tus manos?

Pregunta con el ceño fruncido y yo me siento incómoda.

—Es normal que sangren, me hiciste hacer sobre esfuerzo Raizel.

Le digo y este me mira a los ojos con un brillo extraño.

—Lo siento.

Dice colocándose en pies y se va no sé dónde.

A los pocos segundos vuelve con una pequeña caja en las manos.

—Dame tus manos.

Ordena y frunzo el ceño.

—¿Para qué?

Pregunto y este solo me observa.

—Bien…

Es lo único que digo y le tiendo mis manos.

Raizel quita la venda con cuidado para luego gruñir fuertemente y mirarme con ojos rojos.

—¿Quién fue el maldito que te hizo esto?

Carajo

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