Clarissa dijo que no con la cabeza, pero como no era una videollamada, Vittoria no pudo verla agachar la mirada. Entonces, respondió: —Aún no me he divorciado, solo que ya no aguantaba a Luca, así que decidí mudarme. Los ojos de Vittoria se iluminaron con emoción. ¡No aguantaba más a Luca! Eso solo podía significar que estaba a punto de comenzar una nueva vida. —Clarissa, dime algo… ¿tu futuro esposo ya sabe que te mudaste? Clarissa se quedó un segundo en silencio, algo sorprendida por la pregunta. Vittoria, que la conocía demasiado bien, no tardó en insistir: —¡Cariño! ¡Mándale un mensaje a Giovanni y dile que te has mudado! ¿Mandarle un mensaje a Giovanni? —¿No crees que sería demasiado obvio? De repente, sintió que sus mejillas y la punta de sus dedos comenzaban a arder. —¿Por qué iba a serlo? En el futuro, se supone que te casarás con él, ¿no? Entonces, él será tu pareja. Decirle que te has mudado es lo más normal del mundo. —Envíale el mensaje y observa cóm
Él solo quería empujar a Clarissa, nunca tuvo la intención real de divorciarse. ¿Cómo podía ser tan apresurada? ¿Solo porque le dijo un par de palabras feas, ya decidió dejar todo abandonado? ¿O en serio quería divorciarse? ¿Se le había corrido la teja a su mujer? —¿Cómo supiste donde me mudé? La voz de Clarissa se puso cortante, y su cara se puso dura como un puño. Luca se rio con tono burlón. ¿Que cómo lo sabía? Desde que Clarissa empezó con la idea de divorciarse, él había puesto un rastreador en su teléfono sin que ella lo supiera. No importaba a dónde fuera, él siempre podría encontrarla. Cuando Clarissa vio la expresión de Luca, lo entendió todo de inmediato. Cerró los puños con rabia. Luca miró alrededor del pequeño apartamento, recorriéndolo de arriba abajo. La burla y el desprecio en sus ojos eran más que obvios. —¿Así que este es tu nuevo hogar? Se rio de manera cínica. —Pequeño y miserable. ¿De verdad crees que alguien puede vivir aquí? Déjate d
¿Pero cómo era el Luca antes? Cuando aún eran estudiantes, él era un joven sencillo y amable. Si alguna compañera de clase le decía que se veía bien, se ponía rojo al instante, pero igual mantenía la cabeza en alto y decía con orgullo frente a todos: —Clarissa es de veras la única mujer que amaré toda mi vida. Clarissa recordaba especialmente aquella noche de fin de año. La escuela cerró temprano por un corte de luz, así que Luca invitó a toda la clase a pasar la noche en un restaurante en San León. Los chicos bebieron hasta caer rendidos y terminaron jugando “Verdad o Reto”. Luca perdió. Le preguntaron si le gustaba Clarissa. Estaba borracho, sí, pero en sus ojos había un brillo especial cuando la miró y respondió sin dudar: —Todo el mundo sabe que solo tengo ojos para una sola persona: Clarissa. Todos se echaron a reír y empezaron a bromear, preguntándole cuánto la quería exactamente. Y él, sin dudarlo, dijo: —Ella será la única mujer que amaré. El ambiente era increí
Ella era pues su esposa, su mujer. La podía tocar de acuerdo a él cuando le viniese en gana. Por eso si era su esposa, ¿por qué no podía tocarla? Luca se hundió en estos pensamientos mientras agarraba con fuerza la muñeca de Clarissa, impidiéndole escapar. La empujó contra la fría pared. Sus ojos reflejaban un deseo peligroso. —Clarissa, siempre mencionas a otras, a Giulia… ¿Es porque estás celosa? Se inclinó un poco más, con una sonrisa inquietante. —¿Celosa de que nunca te haya tocado? ¿Celosa de que siempre hayas dormido sola? ¿Por eso buscaste a ese tipo? Su aliento chocó contra la piel de Clarissa, que sintió un escalofrío de asco recorrerle la espalda. —No importa después de todo. Soy tu esposo. Y voy a hacerte entender que el único hombre en tu vida soy tan solo yo. Dicho esto, tiró de su cabello, inclinando su cara hacia él, dispuesto a besarla por la fuerza. Pero antes de que pudiera tocarla, Clarissa levantó la mano y le dio una bofetada con toda su fuerza. —¡L
Clarissa movió la cabeza de lado a lado, pero sus dedos se aferraron con fuerza a la manga de Giovanni, sin poder soltarlo. A lo lejos, Luca vio eso y su cara se puso roja de rabia. Justo cuando estaba a punto de gritar insultos, Giovanni miró a Maxence. Esos ojos amenazantes fueron suficiente, sin necesidad de más palabras, Maxence hizo un ademan y en un par de pasos se acercó a Luca, le tapó la boca con una mano y lo arrastró de vuelta a la habitación.Mientras tanto, Giovanni le habló a Clarissa con voz suave: —¿Quieres entrar y verlo? Podemos ayudarle a limpiarse la boca. Clarissa dudó un momento, pero finalmente asintió. Sabía que Giovanni lo había llevado adentro para evitar que alguien más escuchara el escándalo. Él siempre pensaba en la manera de protegerla.El pequeño apartamento, de apenas sesenta metros cuadrados, ahora con cuatro personas dentro, se sentía aún más pequeño. Luca todavía intentaba gritar, pero en ese instante, Maxence lo agarró por el cuello de la camisa
Además de Salvatore, Giovanni tenía otro asistente personal, Maxence, aunque este último había sido ascendido hace apenas dos años. Uno se encargaba de los documentos y asuntos administrativos.Y el otro, con muy bueno con los puños, era el responsable de su seguridad personal. Salvatore era más maduro y reservado. Maxence, en cambio, aún tenía algo de esa arrogancia juvenil que caracteriza a los muchachos en sus veinte. Era más impulsivo y, a veces, su agresividad y exceso de hormonas se notaba a simple vista.En el Grupo Financiero Santoro, todos sabían que Maxence no era fácil de controlar. Podía enfrentarse a cualquiera sin pensarlo dos veces, y si llegaba a una negociación, era probable que dejara a la otra parte sintiéndose humillada. Por eso, en la mayoría de los eventos públicos, el asistente que representaba a la empresa solía ser Salvatore. Después de todo, si Maxence aparecía, lo más probable era que la otra parte terminara insultada y sin ganas de abrir la boca.Mientras t
—¿Cómo que Clarissa se fue de la casa? ¿Ahora por qué está haciendo tanto berrinche como para agarrar sus cosas y largarse? Caterina estaba disgustada. Su hijo había cometido algunos errores, eso lo sabía. Pero, si Clarissa quería hacer un show para conseguir regalos o dinero, era una cosa. Mudarse de la casa, sin embargo, era algo muy distinto. Si los medios se llegaban enterar, Luca volvería a estar en el ojo del huracán, diciendo todo tipo de cosas sobre él.La empleada le sirvió café a Enrico y Caterina, pero evitó hacer cualquier comentario, manteniendo una cara incómoda. Caterina le pasó la taza a Luca, tratando de calmarlo, pero en ese momento notó las marcas en su cuello y muñecas. Su mirada se oscureció, como si quisiera ignorarlo. Pero Enrico ya había perdido la paciencia. De repente, Enrico tomó su taza de té caliente y la tiro sobre la cara de Luca. —Pero ¡¡¿qué diablos haces?! —exclamó Caterina, furiosa por lo que hizo su esposo. El líquido caliente lo hizo dar un salt
—Por amor a dios, no vuelvas a causarnos tantos problemas. El día de la exposición de arte, discúlpate y haz lo que te digan. ¿Entendiste o no? —Enrico le habló a Luca con dureza. Luca, con la cabeza baja y sin ganas de discutir, murmuró un simple “okey” mientras abrazaba un cojín, y no dijo más. Lo que pasaba en la familia Ferrucho era algo que Clarissa no sabía. Pasó toda la noche en la Clínica Misericordia con su hermano. Gabriel notó su tensión y trató de animarla, bromeando y hablando con ella hasta que, al amanecer, ella agotada decidió irse. Pero no estuvo sola. Si Clarissa pasó la noche en la habitación con su hermano, Giovanni pasó la noche fuera, sentado en un banco del pasillo, trabajando sin descanso. A las ocho de la mañana, Javier apareció con un grupo de enfermeras, en el turno de la mañana. Desde lejos, notó a Giovanni concentrado en sus documentos, y con una pila de papeles a su lado. Maxence estaba a su lado, también trabajando. Javier levantó una ceja. —A ver…