Ella era pues su esposa, su mujer. La podía tocar de acuerdo a él cuando le viniese en gana. Por eso si era su esposa, ¿por qué no podía tocarla? Luca se hundió en estos pensamientos mientras agarraba con fuerza la muñeca de Clarissa, impidiéndole escapar. La empujó contra la fría pared. Sus ojos reflejaban un deseo peligroso. —Clarissa, siempre mencionas a otras, a Giulia… ¿Es porque estás celosa? Se inclinó un poco más, con una sonrisa inquietante. —¿Celosa de que nunca te haya tocado? ¿Celosa de que siempre hayas dormido sola? ¿Por eso buscaste a ese tipo? Su aliento chocó contra la piel de Clarissa, que sintió un escalofrío de asco recorrerle la espalda. —No importa después de todo. Soy tu esposo. Y voy a hacerte entender que el único hombre en tu vida soy tan solo yo. Dicho esto, tiró de su cabello, inclinando su cara hacia él, dispuesto a besarla por la fuerza. Pero antes de que pudiera tocarla, Clarissa levantó la mano y le dio una bofetada con toda su fuerza. —¡L
Clarissa movió la cabeza de lado a lado, pero sus dedos se aferraron con fuerza a la manga de Giovanni, sin poder soltarlo. A lo lejos, Luca vio eso y su cara se puso roja de rabia. Justo cuando estaba a punto de gritar insultos, Giovanni miró a Maxence. Esos ojos amenazantes fueron suficiente, sin necesidad de más palabras, Maxence hizo un ademan y en un par de pasos se acercó a Luca, le tapó la boca con una mano y lo arrastró de vuelta a la habitación.Mientras tanto, Giovanni le habló a Clarissa con voz suave: —¿Quieres entrar y verlo? Podemos ayudarle a limpiarse la boca. Clarissa dudó un momento, pero finalmente asintió. Sabía que Giovanni lo había llevado adentro para evitar que alguien más escuchara el escándalo. Él siempre pensaba en la manera de protegerla.El pequeño apartamento, de apenas sesenta metros cuadrados, ahora con cuatro personas dentro, se sentía aún más pequeño. Luca todavía intentaba gritar, pero en ese instante, Maxence lo agarró por el cuello de la camisa
Además de Salvatore, Giovanni tenía otro asistente personal, Maxence, aunque este último había sido ascendido hace apenas dos años. Uno se encargaba de los documentos y asuntos administrativos.Y el otro, con muy bueno con los puños, era el responsable de su seguridad personal. Salvatore era más maduro y reservado. Maxence, en cambio, aún tenía algo de esa arrogancia juvenil que caracteriza a los muchachos en sus veinte. Era más impulsivo y, a veces, su agresividad y exceso de hormonas se notaba a simple vista.En el Grupo Financiero Santoro, todos sabían que Maxence no era fácil de controlar. Podía enfrentarse a cualquiera sin pensarlo dos veces, y si llegaba a una negociación, era probable que dejara a la otra parte sintiéndose humillada. Por eso, en la mayoría de los eventos públicos, el asistente que representaba a la empresa solía ser Salvatore. Después de todo, si Maxence aparecía, lo más probable era que la otra parte terminara insultada y sin ganas de abrir la boca.Mientras t
—¿Cómo que Clarissa se fue de la casa? ¿Ahora por qué está haciendo tanto berrinche como para agarrar sus cosas y largarse? Caterina estaba disgustada. Su hijo había cometido algunos errores, eso lo sabía. Pero, si Clarissa quería hacer un show para conseguir regalos o dinero, era una cosa. Mudarse de la casa, sin embargo, era algo muy distinto. Si los medios se llegaban enterar, Luca volvería a estar en el ojo del huracán, diciendo todo tipo de cosas sobre él.La empleada le sirvió café a Enrico y Caterina, pero evitó hacer cualquier comentario, manteniendo una cara incómoda. Caterina le pasó la taza a Luca, tratando de calmarlo, pero en ese momento notó las marcas en su cuello y muñecas. Su mirada se oscureció, como si quisiera ignorarlo. Pero Enrico ya había perdido la paciencia. De repente, Enrico tomó su taza de té caliente y la tiro sobre la cara de Luca. —Pero ¡¡¿qué diablos haces?! —exclamó Caterina, furiosa por lo que hizo su esposo. El líquido caliente lo hizo dar un salt
—Por amor a dios, no vuelvas a causarnos tantos problemas. El día de la exposición de arte, discúlpate y haz lo que te digan. ¿Entendiste o no? —Enrico le habló a Luca con dureza. Luca, con la cabeza baja y sin ganas de discutir, murmuró un simple “okey” mientras abrazaba un cojín, y no dijo más. Lo que pasaba en la familia Ferrucho era algo que Clarissa no sabía. Pasó toda la noche en la Clínica Misericordia con su hermano. Gabriel notó su tensión y trató de animarla, bromeando y hablando con ella hasta que, al amanecer, ella agotada decidió irse. Pero no estuvo sola. Si Clarissa pasó la noche en la habitación con su hermano, Giovanni pasó la noche fuera, sentado en un banco del pasillo, trabajando sin descanso. A las ocho de la mañana, Javier apareció con un grupo de enfermeras, en el turno de la mañana. Desde lejos, notó a Giovanni concentrado en sus documentos, y con una pila de papeles a su lado. Maxence estaba a su lado, también trabajando. Javier levantó una ceja. —A ver…
—Clarissa, te traje desayuno. Ábreme la puerta, ¿quieres? Tu nuevo edificio tiene reconocimiento facial y no puedo entrar sin tu carita. A primera hora de la mañana, Vittoria llamó a Clarissa. Había pasado la noche despierta trabajando, corrigiendo algunos diseños. Para celebrar, había comprado el desayuno favorito de su amiga. Pero, al llegar a la entrada del hotel, se encontró con que no podía entrar. No le quedó más remedio que molestar a Clarissa por teléfono. Fue entonces cuando Clarissa recordó lo que había olvidado hacer. No le había enviado su nueva dirección a Vittoria. Un poco molesta, respondió: —Vittoria, hubo un pequeño problema ayer. —¿A qué te refieres con problema? —preguntó Vittoria, curiosa. —No me digas que Giovanni te llevó a vivir a su casa. Digo, sería bastante romántico, pero… cariño, todavía no te has divorciado. Si te toman una foto juntos, ¿no serían más problemas? Ella siempre pensaba en lo mejor para Clarissa. —No, nada de eso —aclaró Clarissa.
Clarissa se sentó tensa en el sofá. Dejó sonar el celular hasta que la llamada se cortó. Apenas había tenido tiempo de suspirar cuando el móvil sonó de nuevo. Otra vez. Y otra vez, el nombre en la pantalla era Caterina. Clarissa dudó unos segundos, pero al final decidió contestar. —Clarissa, ¿te fuiste de tú hogar? El tono de Caterina sonaba calmado, pero con un toque de desaprobación. —Aja. Caterina suspiró pesadamente. —Sé que Luca no se ha comportado de la mejor manera últimamente, pero eso no significa que debas mudarte tan rápido. ¿Pensaste en cómo afectará esto a la imagen de nuestra familia? Clarissa no respondió. Caterina la consideraba una persona sin sentido común, pero también sabía que la familia Ferrucho no tenía derecho a exigir demasiado. —Clarissa, tengo dos boletos para la exposición de arte de Thiago. Me gustaría que fueras con Luca. Es un buen evento, podrían aprovechar para hablar las cosas con calma. Intentó sonar amable. —Incluso si lo quieres es
Giulia parecía confundida, tirando con cuidado de la manga de Luca, como si no entendiera por qué la conversación había tomado ese giro tan incómodo. —Clarissa, tú y Luca están bien juntos, ¿No es obvio? —su voz sonó dulce, casi inocente. Clarissa la miró con indiferencia. —Si tú estás aquí, ¿cómo podríamos estar bien? Sin darle importancia, Clarissa giró la cabeza y dijo: —Si ya están aquí, dedíquense a ver la exposición. Los otros asuntos los hablaremos cuando termine. Su tono era tan cortante que prácticamente los ignoraba por completo. Luca sabía que hoy él tenía las de perder. Fue él quien trajo a Giulia, causando una situación incómoda, así que optó por quedarse callado. En la primera planta del recinto, la exhibición estaba dedicada a diseñadores nuevos. La sala estaba llena de visitantes, entre ellos, varios periodistas que tomaban fotos del evento. De repente, Giulia señaló con entusiasmo: —Mira, Clarissa, esa es mi obra… ¡y está justo al lado de la de Vittoria