Luca ya sospechaba que lo rechazarían, pero no esperaba que fuera de una forma tan directa. Ni siquiera le dieron una mínima oportunidad. Sintió un pequeño dolor en el pecho, pero aun así forzó una sonrisa y dijo: —De acuerdo, gracias por su tiempo, Salvatore. Luego, se dio la vuelta y salió de allí. Salvatore se quedó quieto y se rio mientras lo veía irse. ¿Qué se creía para competir con Giovanni? Lo mejor que podía hacer era que se mirara en un espejo. Luca no se dio cuenta de la mirada de desprecio de Salvatore. Al regresar al Grupo Financiero Ferrucho, le contó a Enrico que no había logrado reunirse con Giovanni. Enrico suspiró varias veces y le ordenó que siguiera intentándolo, que en algún momento encontraría la manera de verlo. Sin otra opción, Luca volvió a las oficinas del Grupo Financiero Santoro y pasó todo el día sentado en la sala de espera, pero nunca lo recibieron. Día tras día, Luca intentó sin éxito obtener una reunión, lo que dejó claro que en Grupo Santor
Ella inclinó un poco la cabeza, y lo miro con una mirada burlon. —Mira, todavía tienes las marcas esas de chupones en el cuello de la otra. Su voz era cortante, sin emoción. —¿Todavía tienes alguna razón para negarte al divorcio? Sus ojos llenos de desprecio. —Un perro como tu… pues no, no gracias. Esas palabras salieron de su boca bien afiladitas. ¿Acaso ella se equivocaba en algo? Quién sabe en qué cama se había levantado, con el cuello marcado por la otra, y todavía tenía el descaro de decirle que no la dejaría ir. ¿Con qué derecho? Luca apretó los dientes, se llenó de furia. —¿Yo soy un perro? ¡Como si tú fueras tan santa! Su expresión y su voz se hicieron más amenazantes. —Seguro ya te acostaste con ese tipo que te regaló el vestido, ¿no? Si no, ¿por qué habría pagado el traslado de tu mamá y del inútil de tu hermano a otro hospital? Se acercó un paso más, su voz llena de odio. —Déjate de tantas bobadas, Clarissa, ¿quieres divorciarte de mí solo para
—Pensé en enviarte un mensaje, pero me pareció que no venía al caso, así que decidí llamarte. —Clarissa, si no quisiera casarme contigo, ¿entonces qué significa para ti todo lo que estoy haciendo ahora? —Si en este momento pudieras dejar a un lado a Luca, iría contigo al registro civil ahora mismo. —Más que tú, creo que soy yo quien debería preocuparse de que sigas aferrada a ese matrimonio con Luca. Clarissa se quedó callada unos segundos, sorprendida por sus palabras. Luego, murmuró: —No entiendo por qué me elegiste. En realidad, tienes muchas opciones mejores. Luca era un desgraciado, eso era obvio, pero había algo en lo que no se había equivocado. Ella ya estaba casada. Aunque entre ella y Luca nunca hubo una verdadera relación íntima, ante los ojos de los demás, ella seguía siendo una mujer que… Su mirada se apagó un poco. Aunque no quisiera admitirlo, aunque se sintiera impotente, la realidad era así: una mujer divorciada siempre sería juzgada y etiquetada com
Giulia seguía enferma, todavía no se recuperaba del resfriado. Luca la quería, sí, pero también tenía miedo de que lo contagiara. Tenía mucho trabajo y no podía quedarse en casa por un resfriado, así que decidió llamar a la mujer con la que había pasado la noche anterior. —Te mandé el número de la habitación del hotel. Ven ahora mismo. Del otro lado de la llamada, la mujer suspiró con un tono dulce, coqueteando con él. Luca sintió una cálida sensación recorrer su cuerpo, su enojo se calmó un poco. Clarissa nunca lo había mimado ni halagado, pero afuera había muchas mujeres que sí lo hacían. Mientras Luca se dejaba llevar por su vida desenfrenada, Giovanni recibió un video donde se veía a Luca entrando al hotel. Su mirada se apagó y envió un mensaje a su asistente. Giovanni: —Síguelo. Después de hablar con Giovanni, Clarissa sintió que seguir en casa de la familia Ferrucho era como estar en una jaula. Recordó las palabras hirientes de Luca, recordó todo lo que había aguant
Clarissa dijo que no con la cabeza, pero como no era una videollamada, Vittoria no pudo verla agachar la mirada. Entonces, respondió: —Aún no me he divorciado, solo que ya no aguantaba a Luca, así que decidí mudarme. Los ojos de Vittoria se iluminaron con emoción. ¡No aguantaba más a Luca! Eso solo podía significar que estaba a punto de comenzar una nueva vida. —Clarissa, dime algo… ¿tu futuro esposo ya sabe que te mudaste? Clarissa se quedó un segundo en silencio, algo sorprendida por la pregunta. Vittoria, que la conocía demasiado bien, no tardó en insistir: —¡Cariño! ¡Mándale un mensaje a Giovanni y dile que te has mudado! ¿Mandarle un mensaje a Giovanni? —¿No crees que sería demasiado obvio? De repente, sintió que sus mejillas y la punta de sus dedos comenzaban a arder. —¿Por qué iba a serlo? En el futuro, se supone que te casarás con él, ¿no? Entonces, él será tu pareja. Decirle que te has mudado es lo más normal del mundo. —Envíale el mensaje y observa cóm
Él solo quería empujar a Clarissa, nunca tuvo la intención real de divorciarse. ¿Cómo podía ser tan apresurada? ¿Solo porque le dijo un par de palabras feas, ya decidió dejar todo abandonado? ¿O en serio quería divorciarse? ¿Se le había corrido la teja a su mujer? —¿Cómo supiste donde me mudé? La voz de Clarissa se puso cortante, y su cara se puso dura como un puño. Luca se rio con tono burlón. ¿Que cómo lo sabía? Desde que Clarissa empezó con la idea de divorciarse, él había puesto un rastreador en su teléfono sin que ella lo supiera. No importaba a dónde fuera, él siempre podría encontrarla. Cuando Clarissa vio la expresión de Luca, lo entendió todo de inmediato. Cerró los puños con rabia. Luca miró alrededor del pequeño apartamento, recorriéndolo de arriba abajo. La burla y el desprecio en sus ojos eran más que obvios. —¿Así que este es tu nuevo hogar? Se rio de manera cínica. —Pequeño y miserable. ¿De verdad crees que alguien puede vivir aquí? Déjate d
¿Pero cómo era el Luca antes? Cuando aún eran estudiantes, él era un joven sencillo y amable. Si alguna compañera de clase le decía que se veía bien, se ponía rojo al instante, pero igual mantenía la cabeza en alto y decía con orgullo frente a todos: —Clarissa es de veras la única mujer que amaré toda mi vida. Clarissa recordaba especialmente aquella noche de fin de año. La escuela cerró temprano por un corte de luz, así que Luca invitó a toda la clase a pasar la noche en un restaurante en San León. Los chicos bebieron hasta caer rendidos y terminaron jugando “Verdad o Reto”. Luca perdió. Le preguntaron si le gustaba Clarissa. Estaba borracho, sí, pero en sus ojos había un brillo especial cuando la miró y respondió sin dudar: —Todo el mundo sabe que solo tengo ojos para una sola persona: Clarissa. Todos se echaron a reír y empezaron a bromear, preguntándole cuánto la quería exactamente. Y él, sin dudarlo, dijo: —Ella será la única mujer que amaré. El ambiente era increí
Ella era pues su esposa, su mujer. La podía tocar de acuerdo a él cuando le viniese en gana. Por eso si era su esposa, ¿por qué no podía tocarla? Luca se hundió en estos pensamientos mientras agarraba con fuerza la muñeca de Clarissa, impidiéndole escapar. La empujó contra la fría pared. Sus ojos reflejaban un deseo peligroso. —Clarissa, siempre mencionas a otras, a Giulia… ¿Es porque estás celosa? Se inclinó un poco más, con una sonrisa inquietante. —¿Celosa de que nunca te haya tocado? ¿Celosa de que siempre hayas dormido sola? ¿Por eso buscaste a ese tipo? Su aliento chocó contra la piel de Clarissa, que sintió un escalofrío de asco recorrerle la espalda. —No importa después de todo. Soy tu esposo. Y voy a hacerte entender que el único hombre en tu vida soy tan solo yo. Dicho esto, tiró de su cabello, inclinando su cara hacia él, dispuesto a besarla por la fuerza. Pero antes de que pudiera tocarla, Clarissa levantó la mano y le dio una bofetada con toda su fuerza. —¡L