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Narra Olivia: El enorme edificio de cemento de grandes ventanas y cientos de salones, se presenta frente a nosotras, imponente y algo intimidante. Siento la manita de Eli aferrarse a la mía con fuerza a medida nos vamos acercando a la entrada, donde ya la mayoría de los niños están en el interior dado que hemos llegado un par de minutos tarde propio del transporte público y que, justo hoy, me he quedado dormida. Es lunes y las clases han empezado hace dos semanas, pero por suerte y tras mucha, mucha insistencia, he conseguido contactar a la directora, quien me ha cedido una plaza para Elizabeth en el colegio de San Agustín, que, por cosas de la vida, me queda a diez minutos del trabajo. Hemos pasado el domingo buscando el uniforme y los demás utensilios necesarios para no faltar más. Le echo un vistazo y sonrío al ver lo monísima que está con su faldita a cuadros y camisa blanca del uniforme. lo que trae a mi mente los recuerdos de mi primer día de clase, que fue más o menos así, de
Narra Andrés: Aprovecho la pausa del mediodía para pasar a ver a Oli, en vista de que no he sabido nada de ella en todo el día y me muero de ganas para saber cómo le ha ido a ella y a la pequeña Eli en su primer día de clases. A pesar de que trabajamos en el mismo piso y encima en el mismo departamento, es increíble cómo el cúmulo de trabajo hace que a veces nos pasemos todo el día sin vernos, sobretodo tras un fin de semana libre. Llamo su puerta y espero que me invite a pasar para entrar. Me la encuentro de lo más concentrada con la vista fija en el ordenador y no digo nada para interrumpirla, sino que me quedo de pie junto a la puerta para contemplarla.Solo cuando pasa un largo minuto, a parta su mirada de la pantalla y me mira. Inmediatamente su gesto cambia y me sonríe, poniéndose de pie.—Señorita Báez, es usted una empleada muy dedicada —le sonrío, mientras me acerco a ella y la envuelvo en mis brazos.Hace solo dos días que no la veía y ya empezaba a sentirme solo, necesitad
Narra Olivia: Termino de alisar el cabello de Eli, que es lo único que falta para que salgamos finalmente de casa. Hoy vamos a encontrarnos con Andrés y su familia en la cena que él ha organizado y que he ido posponiendo durante las últimas tres semanas. Entiendo su interés en querer formalizar, sin embargo, necesitaba adaptarme un poco más a la vida que llevo ahora. Todavía no puedo creer que Eli lleve conmigo casi un mes y debo admitir que su presencia en mi vida ha sido de provecho. Entre ambas hemos desarrollado una relación muy estrecha, similar a la que tuve con mi madre o quizás mejor, porque como las dos hemos experimentado tanto dolor, pérdida y sufrimiento, estamos aprendiendo a cuidarnos la una a la otra.—Lista. Mírate en el espejo —le indico, dejando el cepillo sobre la mesita.Ella se levanta para verse y sonríe, satisfecha con el resultado. Tiene una blusa azul celeste que escogió por ser su color favorito, junto a un pantalón de tela fina color negro y unas bailarinas
Narra Olivia: Todas mis inseguridades se van confirmando a medida que la cena avanza y tan solo con traernos el menú, ya tengo unas horribles ganas de devolverme. No es que me traten mal, pero hay miradas que dicen más que mil palabras y la señora Lucy sabe bien cómo expresarlas. A diferencia de su hijo y de su esposo, quienes me tratan con un cariño indecible, ella es fría y me mira como si fuera una extraña que ha conocido en la calle, de quien tuviera que cuidar su bolso.Andrés y su padre conversan distraídamente sobre el trabajo, cosa que le encanta al señor Felipe quien, tras haberse ido de la oficina, sigue tan involucrado como si no se hubiera retirado nunca.—¡Familia! Lamento el retraso, en verdad lo siento, es que el trabajo me ha liado y ya ven… —se disculpa Mary Jane, la hermana de Andrés, acabando de llegar.Me alegro sobremanera que esté aquí, puesto que somos más o menos de la misma edad y me cae muy bien. Cuando nos conocimos en la fiesta de retirada de su padre, sup
Narra Olivia: Veo a la señora Navarro levantarse con toda la calma del mundo a saludar con beso y abrazo a la recién llegada de una manera totalmente diferente a como lo hizo conmigo. No es que me importe mucho, sin embargo, no puedo evitar notar el cambio en el trato hacia ella. Me quedo en la silla y decido seguir cenando como si nadie hubiera llegado, después de todo, la última vez que nos vimos ella y yo, no quedamos en los mejores términos, y ahora al saber que Andrés y yo estamos juntos abiertamente, imagino que será más hostil la relación.—Señor Navarro, Mary Jane —sonríe hipócritamente, pasando de mí y sus ojos se fijan en mi novio. —Andrés, qué guapo estás. No sabía que estarían aquí, qué coincidencia.—Buenas noches, Fátima. Sí, estamos en una cena familiar —le corta él, dejando claro que no es bienvenida.Sin embargo, su madre parece tener sus propias ideas con esta cena, porque, ignorando el mensaje claro de su hijo, con una sonrisa, le pregunta:—¿Andas sola? ¿Te gustar
Narra Andrés: Nunca me había sentido tan molesto con mi madre como hasta este día. De por sí nuestra relación siempre ha sido de lo más llevadera, en parte porque no soy un tipo de conflictos, desde mi adolescencia traté de portarme bien, y en parte porque nunca he hecho algo que le desagrade. Durante toda la vida siempre me he esforzado por complacerla a ella y a mi padre. Estudié lo que ellos quisieron, viajé a los sitios que ellos aprobaron y me relacioné con los amigos a quienes ellos dieron el visto bueno. Especialmente con ella, siempre intenté llevarme de sus consejos porque la veía como una mujer muy sabia que supo mantener una relación de lo más ejemplar durante décadas, al menos, eso era lo que yo creía. Por eso, el día que llevé a Fátima a la casa, y mi madre me dijo que era un buen partido, que era una mujer ideal para mí.¿, le creí sin dudarlo dos veces, pero por suerte, la vida se encargó de demostrarme que ella no era para mí.Ahora, me cuesta mucho trabajo comprender
Narra Olivia: —Tía Oli, ¿por qué estás triste? —me pregunta Elizabeth, acariciándome el rostro con sus manitas, recién salida del baño.Le sonrío al verla envuelta en su toalla de pato. Hemos llegado a casa hace un rato y después de ver un poco de tele, le he dado un baño y ahora la preparo para dormir. No puedo creer todo lo que me dijo la madre de Andrés y aunque sabía que podía pasar, no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. Le pongo su pijama rosa y la meto a la cama, evadiendo su pregunta. ¿Cómo le digo a mi pequeña sobrina, que ya conoce suficiente dolor y desprecio del mundo, que, en la vida, si no tienes mucho dinero, algunas personas te verán con malos ojos?—Cosas de adultos, cariño, pero tranquila, que ya se me pasa.Mi respuesta no parece convencerla porque me abre una esquina de la sábana, invitándome a meterme con ella.—Ven, que voy a contarte un cuento —me dice y yo sonrío al escucharla, pero obedezco y me meto con ella en la cama.Todavía traigo el vestido de
Narra Andrés: Me despierto antes de lo acostumbrado sin necesidad del despertador. En mi reloj veo que todavía no son las seis, pero ya el sueño se me ha espantado, a pesar de dar vueltas en la cama como un trompo. Cuando comienza a rayar el alba, me levanto finalmente y pongo la cafetera. Me siento como si un camión me hubiera pasado por encima, pero sé que es emocional. Lo de anoche aún sigue fresco en mi memoria y no creo que pueda ser capaz de encarar a Andrés, al menos no todavía.A las seis y diez mi alarma comienza a sonar y me apresuro a silenciarla para no despertar a Eli, entonces, al tomar mi teléfono, lo veo. El recordatorio del beso de Andrés con su ex súper modelo, Fátima. No sólo está la foto que me enviaron directamente a mi número, sino que también me han llegado comentarios de varios compañeros de trabajo, incluida Karina, que ha visto la foto en una página de noticias. Siento unas náuseas horribles al ver que, no solo la foto la tengo yo para mortificarme, sino que