Narra Andrés: Nunca me había sentido tan molesto con mi madre como hasta este día. De por sí nuestra relación siempre ha sido de lo más llevadera, en parte porque no soy un tipo de conflictos, desde mi adolescencia traté de portarme bien, y en parte porque nunca he hecho algo que le desagrade. Durante toda la vida siempre me he esforzado por complacerla a ella y a mi padre. Estudié lo que ellos quisieron, viajé a los sitios que ellos aprobaron y me relacioné con los amigos a quienes ellos dieron el visto bueno. Especialmente con ella, siempre intenté llevarme de sus consejos porque la veía como una mujer muy sabia que supo mantener una relación de lo más ejemplar durante décadas, al menos, eso era lo que yo creía. Por eso, el día que llevé a Fátima a la casa, y mi madre me dijo que era un buen partido, que era una mujer ideal para mí.¿, le creí sin dudarlo dos veces, pero por suerte, la vida se encargó de demostrarme que ella no era para mí.Ahora, me cuesta mucho trabajo comprender
Narra Olivia: —Tía Oli, ¿por qué estás triste? —me pregunta Elizabeth, acariciándome el rostro con sus manitas, recién salida del baño.Le sonrío al verla envuelta en su toalla de pato. Hemos llegado a casa hace un rato y después de ver un poco de tele, le he dado un baño y ahora la preparo para dormir. No puedo creer todo lo que me dijo la madre de Andrés y aunque sabía que podía pasar, no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. Le pongo su pijama rosa y la meto a la cama, evadiendo su pregunta. ¿Cómo le digo a mi pequeña sobrina, que ya conoce suficiente dolor y desprecio del mundo, que, en la vida, si no tienes mucho dinero, algunas personas te verán con malos ojos?—Cosas de adultos, cariño, pero tranquila, que ya se me pasa.Mi respuesta no parece convencerla porque me abre una esquina de la sábana, invitándome a meterme con ella.—Ven, que voy a contarte un cuento —me dice y yo sonrío al escucharla, pero obedezco y me meto con ella en la cama.Todavía traigo el vestido de
Narra Andrés: Me despierto antes de lo acostumbrado sin necesidad del despertador. En mi reloj veo que todavía no son las seis, pero ya el sueño se me ha espantado, a pesar de dar vueltas en la cama como un trompo. Cuando comienza a rayar el alba, me levanto finalmente y pongo la cafetera. Me siento como si un camión me hubiera pasado por encima, pero sé que es emocional. Lo de anoche aún sigue fresco en mi memoria y no creo que pueda ser capaz de encarar a Andrés, al menos no todavía.A las seis y diez mi alarma comienza a sonar y me apresuro a silenciarla para no despertar a Eli, entonces, al tomar mi teléfono, lo veo. El recordatorio del beso de Andrés con su ex súper modelo, Fátima. No sólo está la foto que me enviaron directamente a mi número, sino que también me han llegado comentarios de varios compañeros de trabajo, incluida Karina, que ha visto la foto en una página de noticias. Siento unas náuseas horribles al ver que, no solo la foto la tengo yo para mortificarme, sino que
Narra Olivia: Lo único bueno de todo esto, aparte de pasar tiempo de calidad con mi sobrina, es poder disfrutar de la magnitud del auto nuevo que me ha dado Andrés. Cuando regrese a casa, se lo devolveré, porque no pienso quedarme con nada suyo, pero, mientras tanto, me estoy dando el lujo de poder conducir en él. Hemos salido de casa sin rumbo, y tan pronto he colocado a la pequeña en su asiento, se ha dormido, por lo que, la decisión de elegir a dónde ir ha sido solo mía. Pudiera decir me ha costado trabajo seleccionar nuestro destino, pero al no tener familia, ni pocos amigos, las opciones se hacen menores. Así que, sin pensarlo dos veces, en el GPS he puesto la ruta a la playa más cercana.Así es como he llegado a El Saler, en Valencia, y, a pesar de ser inicios de invierno, el clima está delicioso y tan solo con ver el mar desde la carretera, sé que he tomado la decisión correcta.—¿Tía? ¿Hemos llegado? —pregunta Eli, al despertarse.—Sí, pequeña. Mira por la ventana —le indico,
Narra Olivia. El acosador logra ponerse de pie con dificultad, sin soltarse su nariz ensangrentada. Yo me muevo incómoda, tratado de atarme el tiro de la parte de arriba del bikini y alejarme lo más posible de él. Le escucho murmurar un insulto por lo bajo, pero no le presto mucha atención, deseosa por cubrirme. Me siento expuesta y desprotegida, sobretodo porque el guardavida está enfrascado en el mar y al menos sé que Eli está bien cuidada. No obstante, quisiera irme corriendo de este lugar, porque algo me dice que no terminará de buena forma. Lo último que necesito es hacer otra escena en público, pero estoy destinada a repetirlo.—¡Eres una salvaje! ¡Mira cómo me has dejado! ¿Es que estás loca? Yo sólo quería pasarla bien contigo.—¡Y una mierda! NO ME CONOCES —grito, fuera de mí. —Te pedí que te marcharas y no lo hiciste, ahora no vengas con lloriqueos —replico, echa una furia.—Me las vas a pagar, zorra —asegura, molesto.—¿Qué rayos ha pasado aquí? —pregunta Andrés, tan pronto
Narra Andrés: Olivia me mira sin decir media palabra tras escuchar todo lo que le he dicho, mientras el mar nos vaya a los dos. El cielo se ha nublado un poco, lo que agradezco, porque el sol puede ser implacable. Sin embargo, su mutismo me preocupa, porque necesito escuchar de su boca que me perdona y que las cosas están bien entre nosotros, pero no dice nada. Se limita a jugar con el agua y su mirada oculta detrás de sus lentes de sol, hace que sea aún más difícil saber qué piensa.Le echo un vistazo a Elizabeth, quien todavía juega en la arena. Todavía no se ha percatado que estoy aquí, y prefiero que sea así, en caso de que Olivia decida que me baña. Nervioso y sin esperar ya más, rompo el silencio.—¿Y bien? ¿Vas a decir algo o nos quedaremos así todo el día?—¿Qué quieres que te diga, Andrés? —pregunta, enarcando una ceja.—Que me perdonas. Que estamos bien. Que entiendes que esto ha sido una treta de Fátima para cumplir su objetivo, pero que no le daremos ese gusto.—Quizás sí
Narra Olivia: Elizabeth ronca suavemente desde su cama cuando me acerco a darle un beso de buenas noches. Está rosadita por todo el sol que tomó en la playa y el juego con las olas y las trasnochadas la han dejado totalmente exhausta. Con una sonrisa, salgo de la habitación sin hacer ruido para no despertarla. En la sala, Andrés me espera con una sonrisa.Son las nueve, pero me siento con mucha energía y por lo visto él también, porque se levanta de la cama y me tiende la mano, con una mirada pícara.—¿A dónde vamos? —pregunto sorprendida, porque creí que nos quedaríamos aquí, haciendo de las nuestras.—A un lugar especial.—¿Pero y Eli? —vuelvo a preguntar angustiada.—He contratado a una niñera del hotel, está afuera en el pasillo, andando.Tira de mi mano y solo me da tiempo a tomar mi bolso de mano, que estoy segura que tiene las llaves adentro. Afuera, una chica joven, de algunos veinte o menos, nos espera y Andrés, que es quien tiene la voz cantante, la invita a pasar, avisándo
Narra Olivia: Son las tres y cinco de la tarde cuando llamo al timbre de la casa de Kari y Elizabeth ya está saltando de alegría por volver a ver a Arturo, el pequeño galán asiático hijo de mi mejor amiga, de quien se ha hecho amiga desde que se conocieron. Kari y yo casi no nos hemos visto en las últimas semanas porque con mi ascenso y la llegada de mi sobrina a mi vida, más lo demandante de Andrés, me he ocupado drásticamente, aunque siempre hablamos por teléfono y nos mantenemos en contacto a pesar de todo.Hoy es la fiesta del cumpleaños número cinco de Arturito y ella, aprovechando que era día feriado, le ha realizado un pequeño festejo al que nos han invitado a Eli y a mí. Al abrir la puerta, mi sobrina salta a mi lado, más contenta que una liebre.—¡Hola, tía Kari! —saluda y se manda corriendo al interior de la casa, para llegar al patio donde está el castillo inflable y los otros niños.—¡Elizabeth Báez! —le reprocho, pero ella no me escucha, ya demasiado entretenida con los