Fracasaste, Fergus.

Narra Olivia:

—Tía Oli, ¿por qué estás triste? —me pregunta Elizabeth, acariciándome el rostro con sus manitas, recién salida del baño.

Le sonrío al verla envuelta en su toalla de pato. Hemos llegado a casa hace un rato y después de ver un poco de tele, le he dado un baño y ahora la preparo para dormir. No puedo creer todo lo que me dijo la madre de Andrés y aunque sabía que podía pasar, no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. Le pongo su pijama rosa y la meto a la cama, evadiendo su pregunta. ¿Cómo le digo a mi pequeña sobrina, que ya conoce suficiente dolor y desprecio del mundo, que, en la vida, si no tienes mucho dinero, algunas personas te verán con malos ojos?

—Cosas de adultos, cariño, pero tranquila, que ya se me pasa.

Mi respuesta no parece convencerla porque me abre una esquina de la sábana, invitándome a meterme con ella.

—Ven, que voy a contarte un cuento —me dice y yo sonrío al escucharla, pero obedezco y me meto con ella en la cama.

Todavía traigo el vestido de
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