La pintura

El sol bañaba la terraza de aquel lujoso departamento propiedad de Belmont Fortier, y el refugio de Ceres, las aves revoloteaban de un lado a otro alborotadas por las pequeñas semillas que la castaña arrojaba sobre las rosas frescas para alimentarlas, su mirada estaba fija hacia la nada, perdida en los muchos pensamientos que la atiborraban desde temprano, era domingo, día libre para ella, ese día no tendría que ir al museo y, francamente, se sentía reconfortada por no tener que hacerlo, sus blancas mejillas volvían a colorearse de rojo al recordar aquel demasiado bochornoso momento entre ella y aquellos hombres que comenzaban poco a poco a meterse bajo su piel, aun podía sentir aquellos enormes y poderosos cuerpos pegados al de ella y recordaba lo diminuta que era en comparación a ellos, aquellas palabras que le habían dicho, resonaban en su mente como ecos que rebotaban una y otra vez, Auguste y Fortier,

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