El aroma salino del océano siempre era refrescante, lo hacía olvidarse de las muchas voces que constantemente escuchaba dentro de su mente y que lo enloquecían cada día un poco más, por aquellos instantes, tan solo deseaba olvidarse de todo por un momento y recordar sus días felices de infancia, al menos, lo que permanecía casi intacto en su memoria, había mucho que le habían forzado a olvidar, todo desde aquel momento en que fue llevado a la casa Dagger para convertirse en el muñequito enfermizo que seria el heredero de aquel señor que acababa de perder a su hijo verdadero y necesitaba con urgencia un reemplazo de este, el rostro de su madre, su verdadera madre, se dibujaba de nuevo en sus memorias, intentaba también recordar el rostro de aquella hermana menor que sabía que tenía, sin embargo, aquellos electro choques, le habían hecho perder la mayoría de los recuerdos de su más tierna infancia, aquella que, desesperadamente, añoraba recuperar, todo le había sido arrebatado, su nom
El agua fresca y limpia de la lujosa piscina brindaba una sensación de alivio para mitigar el sofocante calor que la dura rutina de ejercicios provocaba aun y a pesar del viento frio que soplaba sobre de los ventanales de la piscina techada, si, otro día más estaba pasando como el agua que se resbalaba entre sus dedos...de prisa, agotador…la tarde había caído y en unas horas se daría la fiesta de Halloween que organizaría Eros Dagger y a la que Ceres había insistido en asistir debido a sus sospechas sobre aquel miserable humano, algo muy dentro de él le decía que Ceres Gultresa sabia más de lo que admitía, sin embargo aún no tenía certeza de ello, Belmont se sentía a la expectativa esa noche. Lejos de allí, en el lujoso cuarto de hotel que era su prisión Ekaterina admiraba el paisaje de la ciudad parisina fuera de la ventana en la baño, hacía ya tres años había contraído esa infame marca de Belmont Fortier, el magnate heredero de la manada de los Fortier cuyo
Gemidos inundaban la lujosa habitación, la ropa esparcida por el suelo y la lujosa botella de champagne sobre la elegante mesita al lado de la agitada cama hablaban mucho del dueño del recinto.Eros descargaba todo de si, frustraciones, enojo, ira reprimida, y el aun no haber dado con el paradero de su padre, en el esbelto cuerpo de una de sus amantes, nunca había sido difícil obtener sexo, su prometida se había marchado días atrás para reunirse con su hermano en un asunto rápido de atender, pero aun así no estaba dispuesto a dejar de lado sus muchas necesidades solo porque su prometida se encontraba fuera, las mujeres en Le Rosey se morían por el apuesto y millonario heredero Dagger, algunas buscaban sus afectos, otras deseaban revolcarse con él y disfrutar de su lujoso apartamento, cualquiera que fuera la situación todas deseaban lo mismo, retozar un rato en su cama.Los golpes en la
– ¡Por favor!…déjala irse…- suplicaba el viejo Thomas. Los crueles ojos de Eros Dagger miraban con su eterna frialdad al anciano que se dejaba caer derrotado ante sus pies. – Por supuesto…puedo parar el sufrimiento de tu hija si me lo dices todo…pero debes entender que me has traicionado…y hay un precio a pagar por ello…tú eliges, tu hermana seguirá sufriendo durante días o meses… ¿o termino con el dolor de una vez? – dijo Eros sin emoción alguna en su voz. Thomas miro el cuerpo sangrante de su única hermana, había sido ultrajada, golpeada y terriblemente maltratada por los hombres de Eros quienes parecían dispuestos a una nueva ronda de diversión a costillas de la pobre mujer de treinta años que yacía moribunda y les suplicaba parar en un hilo apenas audible de voz. – No lo pienses tanto…rec
El viento frio de la noche le ayudaba a calmar su creciente ansiedad, las lagrimas que se acumularon en sus ojos comenzaron a fluir sin que ella lo deseara…odiaba que la viesen llorar, odiaba profundamente eso, sin embargo, su horror y trauma era tanto que no podía aunque lo desease evitarlo, los ojos castaños y celeste la miraban con extrañeza, se sentía sin fuerzas…abandonada de dios y de todos…solo deseaba encerrarse en sus recuerdos de mejores tiempos de verano y olvidar todo para siempre…olvidar ese atroz beso que recibió que la sumergía en horrores indescriptibles....ya lo sospechaba, muy hacia sus adentros, sin embargo, aquella repulsion que sintio hacia Eros Dagger, se lo habia casi confirmado, era como una especia de instinto sobre natural, algo en su alma, en su mente y en su corazon, el decian que Eros era el hermano perdido que estaba buscando.– Caray… ¿tan mal besa ese hijo
Varios meses habían pasado desde la llegada de Ceres Gultresa a Paris y con ello, a su vida, la melodía del piano sonaba de nuevo una tarde más en la mansión Dupont, el silencio de Beethoven deleitaba los sentidos y llamaba a las viejas memorias de Auguste, el viento fuera de los ventanales golpeaba suavemente los vidrios, los árboles ya lucían desprovistos de vida y su antigua gloria veraniega yacía derrotada sobre el césped seco, los colores vividos del otoño se habían desvanecido dando paso a la fauna seca y los vientos cada vez más helados del invierno, los cantos de las aves se habían perdido viajando a tierras más cálidas, Auguste mantenía sus ojos castaños cerrados mientras sus dedos gráciles hacían un precioso homenaje al silencio de esa tarde, las nubes grises de a poco comenzaban a teñirse de oscuridad, la noche comenzaba a abrazar el d&iacut
El sonido de golpes rompía el silencio de los fríos y solitarios jardines en la mansión Fortier a esas horas de la mañana, el viento suave y frio no eran impedimento para que Ceres se ejercitara, un brillo desconocido y radiante se reflejaba en sus hermosos ojos de zafiro…el mundo lucia mucho más brillante, como si de pronto todos aquellos problemas que la aquejaban prometieran resolverse en un final feliz, se sentía con más energía que nunca, sentía su pecho tan inflamado de dicha que se creía capaz de volar para tocar las nubes, aquel abrumador sentimiento que la hacía sonreír de la nada era el amor…por primera vez en su vida experimentaba aquel fuego vivaz dentro de su alma…Auguste era su novio…su amor…su príncipe…y ella, no podía sentirse más dichosa.Todo había tomado un rumbo por demás inesperado,
Los viejos jardines lucían más hermosos de lo que habían lucido jamás aun y a pesar de los arbustos con hojas secas que se imponían en el centro, la luz que entraba por los grandes ventanales lo hacían recordar la calidez de los labios de Ceres, aquella sensación que aún lo embargaba y lo sumergía en los recuerdos de la noche anterior lo hacían añorar a la rubia a su lado, era la primera vez que se sentía de tal manera, era la primera vez que amaba a una mujer como la puede amar un hombre…el cabello de sol que se mecía con la gentileza del viento, la piel pálida tan tersa como el durazno, los ojos zafiro de selva salvaje que consumían su alma por completo…el aroma que emanaba desde su delicado cuello de cisne que embriagaba cada uno de sus sentidos…la amaba, la deseaba para sí mismo…y nada podrían hacer para separarlo de ella.&nda
La neblina comenzaba a invadir las oscuras calles, las penumbras cubrían cada rincón y recoveco en la vieja ciudad de Londres, la espesa niebla que nacía desde el rio Támesis le daba ese aspecto tétrico y solitario al paisaje nocturno, era el escenario perfecto para un asesino, recordaba aquello muchos mitos que se narraban conforme a la ciudad volviéndola parte de leyendas siniestras, Jack el destripador había caminado quizás por aquellas mismas solitarias y neblinosas calles buscando una nueva víctima para añadir a su lista, era su ciudad favorita, su madre había nacido allí y siempre se encargó de enriquecerlo con los muchos relatos que tenía para contarle, desde nieblas asesinas hasta la aparición fantasmal de Ana Bolena en la majestuosa Torre de Londres, su habitación estaba sumergida en la penumbra, solo el fuego arrojaba algo de luz disparada en todas direcciones il