El viento frio de la noche le ayudaba a calmar su creciente ansiedad, las lagrimas que se acumularon en sus ojos comenzaron a fluir sin que ella lo deseara…odiaba que la viesen llorar, odiaba profundamente eso, sin embargo, su horror y trauma era tanto que no podía aunque lo desease evitarlo, los ojos castaños y celeste la miraban con extrañeza, se sentía sin fuerzas…abandonada de dios y de todos…solo deseaba encerrarse en sus recuerdos de mejores tiempos de verano y olvidar todo para siempre…olvidar ese atroz beso que recibió que la sumergía en horrores indescriptibles....ya lo sospechaba, muy hacia sus adentros, sin embargo, aquella repulsion que sintio hacia Eros Dagger, se lo habia casi confirmado, era como una especia de instinto sobre natural, algo en su alma, en su mente y en su corazon, el decian que Eros era el hermano perdido que estaba buscando.
– Caray… ¿tan mal besa ese hijo
Varios meses habían pasado desde la llegada de Ceres Gultresa a Paris y con ello, a su vida, la melodía del piano sonaba de nuevo una tarde más en la mansión Dupont, el silencio de Beethoven deleitaba los sentidos y llamaba a las viejas memorias de Auguste, el viento fuera de los ventanales golpeaba suavemente los vidrios, los árboles ya lucían desprovistos de vida y su antigua gloria veraniega yacía derrotada sobre el césped seco, los colores vividos del otoño se habían desvanecido dando paso a la fauna seca y los vientos cada vez más helados del invierno, los cantos de las aves se habían perdido viajando a tierras más cálidas, Auguste mantenía sus ojos castaños cerrados mientras sus dedos gráciles hacían un precioso homenaje al silencio de esa tarde, las nubes grises de a poco comenzaban a teñirse de oscuridad, la noche comenzaba a abrazar el d&iacut
El sonido de golpes rompía el silencio de los fríos y solitarios jardines en la mansión Fortier a esas horas de la mañana, el viento suave y frio no eran impedimento para que Ceres se ejercitara, un brillo desconocido y radiante se reflejaba en sus hermosos ojos de zafiro…el mundo lucia mucho más brillante, como si de pronto todos aquellos problemas que la aquejaban prometieran resolverse en un final feliz, se sentía con más energía que nunca, sentía su pecho tan inflamado de dicha que se creía capaz de volar para tocar las nubes, aquel abrumador sentimiento que la hacía sonreír de la nada era el amor…por primera vez en su vida experimentaba aquel fuego vivaz dentro de su alma…Auguste era su novio…su amor…su príncipe…y ella, no podía sentirse más dichosa.Todo había tomado un rumbo por demás inesperado,
Los viejos jardines lucían más hermosos de lo que habían lucido jamás aun y a pesar de los arbustos con hojas secas que se imponían en el centro, la luz que entraba por los grandes ventanales lo hacían recordar la calidez de los labios de Ceres, aquella sensación que aún lo embargaba y lo sumergía en los recuerdos de la noche anterior lo hacían añorar a la rubia a su lado, era la primera vez que se sentía de tal manera, era la primera vez que amaba a una mujer como la puede amar un hombre…el cabello de sol que se mecía con la gentileza del viento, la piel pálida tan tersa como el durazno, los ojos zafiro de selva salvaje que consumían su alma por completo…el aroma que emanaba desde su delicado cuello de cisne que embriagaba cada uno de sus sentidos…la amaba, la deseaba para sí mismo…y nada podrían hacer para separarlo de ella.&nda
La neblina comenzaba a invadir las oscuras calles, las penumbras cubrían cada rincón y recoveco en la vieja ciudad de Londres, la espesa niebla que nacía desde el rio Támesis le daba ese aspecto tétrico y solitario al paisaje nocturno, era el escenario perfecto para un asesino, recordaba aquello muchos mitos que se narraban conforme a la ciudad volviéndola parte de leyendas siniestras, Jack el destripador había caminado quizás por aquellas mismas solitarias y neblinosas calles buscando una nueva víctima para añadir a su lista, era su ciudad favorita, su madre había nacido allí y siempre se encargó de enriquecerlo con los muchos relatos que tenía para contarle, desde nieblas asesinas hasta la aparición fantasmal de Ana Bolena en la majestuosa Torre de Londres, su habitación estaba sumergida en la penumbra, solo el fuego arrojaba algo de luz disparada en todas direcciones il
Los jardines en Le Rosey se encontraban abarrotados por un sinfín de personas que cuchicheaban entre sí, la comidilla era tal que el chismorreo se había extendido por todo el elegante sitio, Ceres y Auguste caminaban juntos y encima, tomados de la mano, los habían visto en noches anteriores compartiendo un ocasional beso, eran la pareja perfecta y todos hablaban de ello, así como también del interés que tenían Eros Dagger y Belmont Fortier por la rubia, aquello pintaba para ser el chisme del año con un cuarteto amoroso como protagonista.María Fernanda observaba la escena, esa chica parecía tener a todos en la palma de su mano, comenzaba a aborrecerla, la envidia y el rencor la carcomían por dentro, debía deshacerse de la pequeña intrusa, desviando su mirada recordaba al apuesto adonis pelinegro, el plan original era conquistar al insufrible Eros Dagger, el legítimo herede
La noche era fría, copos de nieve comenzaban a caer desde el cielo nocturno anunciando la nevada que recién iniciaba, veía el viento mecer con gentileza las copas de los árboles, los jardines se veía vacíos, solitarios…tan muertos que era inimaginable pensar que por las mañanas y las tardes esas mismos jardines se encontraban protagonizando un desfile de personas que corrían presurosos de un lado a otro buscando terminar sus tareas asignadas, odiaba sentir esa soledad, le hacía recordar momentos dolorosos, y no quería hacerlo, no le gustaba estar sola en medio de la noche y el silencio, porque aquello arrastraba memorias una y otra vez...algunas felices, algunas dolorosas…y no deseaba sumergirse en pensamientos sórdidos de nuevo, no tuvo más opciones que las que ahora yacían en sus manos en aquellos momentos de angustia, sentía su corazón latir d
El trayecto a la mansión Da Fortier parecía mucho más largo de lo habitual, sus nervios estaban a flor de piel, aquella llamada que recibió de Belmont lo había arrojado a las fauces de la más horrible desesperación, aun y cuando André Fortier era un hombre lobo poderoso nunca mantenía su hogar con la vigilancia suficiente, él lo sabía, también se había colado a las habitaciones de su amada antes y eso que supuestamente aquel departamento parisino estaba bien vigilado, se sentía completamente frustrado por no haber estado allí para Ceres aun cuando se lo había prometido, era suficiente, se la llevaría de ese lugar ese mismo día aun cuando tuviese que arrancar la garganta de Belmont si se oponía, había permitido que se quedase con ellos un tiempo en lo que organizaba todo para llevarla con él, pero no retrasaría más aquello, e
Sueños de invierno, nieve que caía irremediablemente fuera de su ventana, una niña sola, abandonada y maltratada que había sido robada a sus padres, un hermano mayor a ella, pero tan frágil como el cristal que había estado enfermo, eran Ceres y Eros, nombres antiguos como antigua era su familia, su padre, el de ambos, lo había elegido para ellos, sin embargo, poco a nada sabían el uno del otro el día que se conocieron, cuando aquella mujer, la madre de él, la había robado aquella tarde en que la pequeña rubia vio a aquel lobo que años después plasmaría en su pintura, perdida en la mirada del alfa, no advirtió el peligro, la habían separado de sus padres, una venganza por un amor perdido.Eros era un niño frágil, un niño extraño, receloso de ella al comienzo, y luego, nunca más se quiso apartar de su lado, ella lloraba todos