2 (Editado)

 Unas horas después Giuseppe entró a verla, la vio dormida así que se sentó junto a ella.

—Espero, cara, que escojas el camino fácil. No me hagas tener que golpearte para que aprendas a comportarte.

Pero ella no dormía, sin abrir los ojos empezó a llorar y aquello lo enfureció.

—Deja de llorar Alejandra, que me enoja verte así.

—Lo odio y lo odiaré el resto de mi vida.

—Te domaré…

—Entonces sea consecuente con lo que hace, me agrede y luego viene a parecer arrepentido. Si me golpea es porque lo disfruta, está acostumbrado a mostrar su poder forzando a las mujeres físicamente.

—Si ya lo tienes tan claro, entonces recuérdalo antes de volver a sacarme de mis casillas.

Una semana después, fue dada de alta por el médico. Durante esos días no vio a Giuseppe y eso la ayudó a recuperarse más tranquila. Se puso de pie con cuidado pues sus piernas estaban aún algo débiles y entró al baño.

Estaba harta de aquello, le habían explicado que, tras una semana en cama, se sentiría así pero no estaba acostumbrada a ser débil. La enfermera la había ayudado durante esa semana a llegar al baño y ahora sola, deseaba que alguien la sujetara porque iba acabar en el suelo. Estaba por subir a la cama cuando todo se puso negro.

Giuseppe había decidido ir a verla, una semana había sido demasiado tiempo. Abrió la puerta y no la vio en la cama, corrió al baño y tampoco estaba ahí. Sabía que estaba dentro de la casa, pero no dónde. Iba a salir cuando al girar la vio caída junto a la cama. No la había visto debido a que estaba entre esta y la pared. La sujetó con cuidado. La sacó de ahí y la llevó a su habitación.

—Alejandra…cariño abre los ojos.

—Giuseppe…señor Conti. ¿Dónde estoy?

—En mi cama, seguirás en esta habitación a partir de ahora. Aunque te hayan dado de alta, estás débil. No temas por tu seguridad, no estás en condiciones de mucha actividad.

—Supongo que le pareceré medio malagradecida, pero esto es muy raro.

—Lo entiendo, en tu lugar estaría igual. Piensa que esto es como cuando miras un crimen, de repente el FBI te mantiene en custodia. Yo no puedo dejarte ir, no después de manifestar abiertamente que me interesas, que serás mi esposa. Muchos querrán herirte y no puedo permitirlo.

—No lo entiendo, no me conocía de nada.

—Tus ojos, aunque eres luchadora esconden una vulnerabilidad que me hace querer protegerte.

— ¿Lo hace con muchas mujeres? Lo de golpearlas y luego decir que las protege… ¿de actuar como un caballero, pero decir que las domará cueste lo que cueste?

—No entiendo cuán difícil es aceptar lo que te ofrezco. Y no, eres la primera y mi última mujer. He llegado al punto dónde me veo con esposa y quizás niños.

— ¿Conmigo? No tengo el nivel social suyo, van a pensar que lo veo como…

— ¿Cómo qué?

—Ya sabe señor, como si fuese mi Suggar daddy. —Alejandra quería divertirse un rato, la situación parecía perfecta—

— ¡¿Suggar Daddy?! Ni que tuviera 60 putos años. ¿Tan anciano me ves?

—Tengo 25 años, señor Conti. Cualquier hombre cercano a los 55 me parece un anciano.

— ¿CERCANO A LOS 55? Tengo 41 años, no soy tan mayor.

—Pues son 16 años más, toda una generación. Mi verdugo podría ser mi hermano mayor…no, ni siquiera un hermano puede sacarle tantos años a una persona, un tío joven quizás.

—Deja de tomarme el pelo y duérmete, Dios sabe que ambos necesitamos que descanses.

—Si señor Conti. Me dormiré para no incomodarlo más. Lamento que mi presencia le perturbe y por favor no tome lo mío como una falta de respeto, a veces se me va la lengua, pero no quiero que mate a mis papás.

Le dijo estremeciéndose un poco y se sintió molesto, las cosas no deberían ser así.

—Ale, no me hables con temor, por favor. Recuerda que no me voy a casar con alguien que parece más una sumisa, aunque si el papel te queda en la cama me encantara. Sin embargo, mucho me temo que de sumisa no tienes nada. Me alteras, pero de buena manera, todos a mí alrededor caminan como sobre cáscaras de huevo temiendo hacer algo que me enoje. Me desafías y eso es estimulante.

—De acuerdo, y ¿cómo quieres que te llame? ¿Gordo…? ¿Amorcito?

—Alejandra, no me hagas perder la paciencia.

—Siendo tan guapo y millonario, ¿por qué yo?

—Por eso mismo. Nunca encargué que te secuestraran, eso que quede claro. Estoy acostumbrado a tener a las mujeres que quiera, ninguna más hermosa que tú, pero mujeres hermosas. Pero están conmigo por mi dinero y a la larga eso apesta.

—Si yo te hubiera conocido en otras circunstancias…quizás podría haberme enamorado a primera vista.

—Lo sé, pero al verte quedé convencido de que debías ser mía. No trates de irte Alejandra o ya sabes lo que pasará.

—Lo entiendo. ¿Y cómo nos conocimos?

—Viniste a pedir trabajo como mi asistente y quedé flechado. Te he pedido tiempo para conocernos, pero me rechazas. Detestas mi mundo y mi dinero.

—En eso te equivocas. El dinero me gusta, y sí, he trabajado por el y comprendo lo que cuesta, por eso no lo miro con desprecio sino con paz. Con seguridad, el dinero te compra ropa para estar abrigado, un techo para no mojarte y comida. Te da acceso a medicinas y cosas que, de no tenerlo, no tendrías. Pasé mucha hambre en mi infancia, fui humillada por ser hija de una mucama y un hombre que atiende en una estación de servicio. Quería ir a Estados Unidos a ganar dinero, tenía una entrevista en el Instituto Smithsoniano. Una buena oportunidad de ganar dinero y llevarme a mis padres.

—Lo siento. Pero si ellos te hubiesen secuestrado cubriéndose el rostro, quizás hubiese podido enviarte de regreso. Pero los viste, oíste de mí.

—Y me imagino que muchos de los trabajan contra ti, amarían ponerme las manos encima porque creerían que sé cosas. Entiendo que esto es por mi seguridad, pero no lo hace más sencillo. Y menos al haber recibido dolor de tu parte, no lo hace más sencillo.

—Y lo lamento, pero lo haría de nuevo, por eso debes ser buena.  Tengo algo que debes leer. Ya me han entregado tu expediente médico, es importante saber tu tipo sanguíneo y si tienes alguna enfermedad que deba cuidarse.

— ¿El contrato matrimonial lo han preparado tan a prisa?

—Sí, léelo con calma por favor.

Giuseppe le entregó el contrato y una pluma. Ale se sentó con calma y lo leyó con detenimiento.

CONTRATO MATRIMONIAL

A día 29 Junio 2020

ENTRE EL SR. Giuseppe Conti Bovari Y LA SRTA. Alejandra Ramírez Gonzales

LAS PARTES ACUERDAN LO SIGUIENTE

El presente contrato matrimonial certifica que Alejandra lee, acepta y acata lo aquí estipulado

TÉRMINOS PRIMORDIALES

  1. A partir del momento en que se firma el contrato, la señorita Gonzales pasa a ser la prometida del señor Conti.
  2. La señorita Gonzales no puede informar a ninguna persona sobre la existencia de este acuerdo, sin importar las circunstancias. Pues entiende que la vida de sus padres está ligada al cumplimiento cabal de este contrato.
  3. Una vez casados, dejarán la ciudad de México trasladándose definitivamente a la ciudad de Boston. Se pide a la señora Conti, dirigirse a su esposo de manera formal mientras estén en presencia de la familia Conti.
  4. Es importante que, como señora Conti, comprenda que su nombre e imagen estará ligada a una de las familias más poderosas de Italia. No puede emitir juicios ni opinar si no se ha pedido que lo haga
  5. Tomará clases de italiano, en casa, con la tutora que el señor Conti considere correcta.

OBLIGACIONES

  1. El señor Conti proveerá de forma económica a la señora Conti, acordando que en caso de divorcio la señora tendrá derecho a la suma de 25 millones de dólares anuales por el resto de su vida. El divorcio solo será tramitado en caso de que el señor así lo desee. Pero la señora Conti debe aceptar que su exesposo le indique el lugar en el que vivirá, así como aceptar que se le asigne protección todo el tiempo.
  2. En caso de quedar embarazada, no existe divorcio. Al momento de separarse se someterá a pruebas sanguíneas para descartar embarazo.

  1. La señora Conti no vivirá prisionera en la casa, pero cada vez que desee salir, deberá manifestárselo a su esposo con anticipación para que el lugar sea cerrado y así se brinde privacidad y seguridad a la señora Conti.

  1. La señora Conti tendrá dinero ilimitado para sus gastos, teniendo en su poder una tarjeta de crédito negra. Se enviará una modista para que confeccione la ropa que usará para salir, pero dentro de la casa puede vestir como quiera, siempre que se guarde decoro.

 Tras de leer el contrato, Ale se dijo que no sonaba tan mal—Bueno, pudo ser peor—y después de que firmara el contrato se recostó a dormir. Su vida acababa de dar un giro de 360 grados.

Durante la cena Alejandra miraba con atención a su futuro esposo—Wow, iba a casarse con quien la había aceptado en pago por una deuda y que además la había agredido— sabía que aquello era algo que pasaría quisiera o no así que decidió—filosóficamente hablando—tomarse aquello con buena actitud. No quería desatar la furia del señor Conti.

Un joyero asistió aquella noche, tomó las medidas de los anillos de ambos y esperó a que escogieran.

— ¿Cuál te gusta?

— ¿Podría hablarte a solas?

—Claro que sí.

Una vez a solas, Ale decidió decirle lo que sentía.

— ¿De verdad quieres que escoja el que yo quiera, incluso si vale millones de dólares?

—Si.

—Ok, quiero saber algo. Nosotros nos conocimos en circunstancias raras. ¿Tú quieres formar un hogar real? ¿Dónde aprendamos a amarnos, donde veamos una película cuando estés en casa?

—Si. Vengo de una familia dónde las tradiciones importan. Nos reunimos constantemente en nuestros viñedos allá en Italia y somos una familia normal.

—Está bien. Estoy lista para escoger.

El joyero entró de nuevo con el catálogo, mientras Giuseppe se alejaba para atender una llamada. Sin embargo, dejó a su lado a uno de los guardaespaldas. Ale escogió un par de anillos sencillos, de oro blanco, pero sin nada excéntrico y sorprendentemente costaban menos de 5500 dólares.

El joyero, que era un poco—o muy idiota—se atrevió a cuestionar a la futura señora Conti aprovechando la ausencia de Giuseppe y pensando que decía algo importante.

—Señorita, usted debería reformar sus gustos, es un anillo barato y no lo que debería llevar la futura señora Conti. He sido el joyero de esta familia por años y de verdad que ha elegido mal. Va a ser la vergüenza y deshonra de la familia, y considerando su origen, pues de verdad llamará la atención.

Ale siguió mirando anillos, pero se sentía mal, no estaba a gusto. El guardaespaldas se acercó a Giuseppe y le indicó que era urgente salir del despacho.

—Aspetta un momento mamma, parece haber algo urgente. Ti chiamo presto <<espera mamá. Te llamaré pronto>>

Salió a escuchar todo y regresó viéndose furioso.  Cuando se acercó a ambos, notó lágrimas en los ojos de Alejandra.

—Si ella quiere un anillo, usted solo debe acatar su pedido. Muéstreme lo que le ha pedido.

Giuseppe se sorprendió al ver las sencillas alianzas que había escogido. También el anillo de compromiso. En oro blanco sencillo, con un pequeño Rubí.

— ¿Estos anillos te gustan?

Cuando Ale levanto la vista, no encontró condena en su mirada así que se animó a responder.

—Sé que son baratos, dados tus estándares y no quiero ser la deshonra en tu familia, pero…

—Ale, no pienses en mi dinero. ¿Estos te gustan?

—Si.

El joyero tomó nota y salió a toda prisa.

— ¿Cuéntame sobre los anillos?

—Tienes dinero…

—Tenemos, Ale.

—Bien, tenemos dinero, la gente lo sabe. Las mujeres buscan siempre anillos ostentosos para mostrar su estilo de vida, pero no me gusta. Un Rubí simboliza buena fortuna en el amor y confianza. Me dijiste que tu familia es así y que quieres que tengamos un matrimonio real, lleno de amor y dulzura. Cada vez que mire mi anillo recordaré que, aunque nuestro inicio no fue tradicional, lucharemos por tener un buen hogar.

— ¡Demonios, mi madre va a amarte!

Ale lo miraba mientras sonreía, no era feo, ¡Válgame, Dios si estaba para quitar el aliento! Fuera de la vida del italiano solo le esperaban torturas, sabía que él que la secuestró esperaba que ella no se quedará con el señor Conti, así que lo mejor era hacerse a la idea de que sería la futura señora Conti. Y tendría dinero, no pensaba en gastar, pero si en ayudar a sus padres. Les enviaría dinero mensualmente, así por lo menos sabría que estaban bien.

A la mañana siguiente, una mujer de unos 45 años entró minutos después con una bandeja. Había dos cafés, algunas tostadas. Giuseppe desayunaría con ella.

—Buenos días, señorita.

—Buen día. Mi nombre es Alejandra.

—El mío Margarita. Será un gusto atenderla a cualquier hora.

—Le prometo no molestarla, solo en caso de emergencia. El desayuno se ve muy rico.

—Los dejo para que desayunen, un gusto señorita.

Giuseppe la miraba con emoción, Alejandra era perfecta. Sus empleados siempre eran considerados familia, y normalmente las mujeres que iban a su casa los miraban con desprecio y ni los determinaban.

— ¿Giuseppe…hay alguna norma, por ejemplo, que Margarita no deba llamarme por mi nombre y solo deba decirme Señorita o a futuro señora?

—Ninguna, eso es a tu propio gusto. Salgo mucho de viaje, mis negocios esos no son buenos Alejandra. Encabezo una de las familias de la mafia italiana radicadas acá en la ciudad. La gente en esta casa será tu familia también. Llévate de buena forma con ellos.

—Lo sé, los que me secuestraron se dedicaron a decir cosas. Supe entonces que, si no me querías, ellos me matarían. El que me golpeó dijo que quería que fuese suya.

—Ya no debes preocuparte, no molestarán más.

—Los mandaste a matar.

—No, pero les tienen lejos de aquí. Hace unos años cuando empecé a considerar el casarme creí que debía mantener todo mi mundo en secreto. Pero a ti quiero decirte todo. No quisiera que la violencia de mi mundo llegue a ti, pero es mi mundo. Tienes una mente ágil, eres muy lista. Quiero un matrimonio real, una familia. No será de inmediato, pero eso quiero.

— ¿Esperaremos un tiempo antes de casarnos? 

—No mucho, pero algo para que te familiarices con todo. Debo irme unas horas. Recuerda que puedes ir por toda la casa, pero no vayas a salir sola. Tengo enemigos.

—Bien.

Giuseppe se inclinó y la besó. Ale sabía que estaban prometidos que la gente iba a verlos y la vida de sus padres dependía de cuan bien llevara todo aquello a cabo.

—Sabes algo—dijo separándose de él—pensé que no ibas a agradarme, que esto debía ser parte de lo que debo hacer para mantenerlos vivos, pero me gustas. Debo estar loca.

Giuseppe le acariciaba el rostro con cariño. Alejandra era suya, le daba ternura y algo más que aún no analizaba. Normalmente se encaprichaba con las mujeres, había sido cruel con unas de ellas, en especial con Loretta, quien había dado algunos de sus secretos a uno de sus competidores, Loretta yacía en una fosa común, un tiro de gracia.

Esperaba que Ale nunca lo traicionara, no quería llegar a eso. Podría darle amor y ternura, pero si lo traicionaba, ella iba a desear una muerte rápida. ¡Y demonios, ella era adorable!

—Me gusta tu locura. Ale, dime algo con honestidad.

—De acuerdo.

—Necesito saber si seré tu primer hombre.

—Me imagino que, si te dijese que no, irías a asesinar a mi primer hombre.

—Si. No te equivoques conmigo, construir este imperio le costó sangre a papá, mantenerlo me ha costado sangre y parte de mi alma. He hecho cosas que me condenan a una vida en el infierno, pero no me arrepiento. He matado a sangre fría a quienes me traicionan Alejandra, así que ir por quienes te hayan tocado, no será difícil.

Y ella supo que hablaba en serio. La asustaba, por un lado, por otro quería aferrarse a la idea de que estaba mejor ahí. Porque fuera había quien la quería para él y no sería agradable. Tenía claro que debía ser honesta.

De todas formas, no sabía ser de otra forma.

—No, nunca he…bueno ellos te lo dijeron. Los que me tuvieron en su poder.

— ¿Ellos no te tocaron de forma indebida?

—El más alto, ese fue quien me arrojó al suelo y me pateó. Tengo miedo de que venga por mí. Pero no hubo toques sexuales.

—No vendrá, aquí no entra quien no quiero. Agradezco tu honestidad, no sabes las veces que me han dicho que son vírgenes. Todas y cada una de las que quisieron entrar en mi cama mentían.

— ¿Puedo saber algo?

—Pregunta lo que quieras.

—Las mujeres solo han sido para jugar. ¿Y si te cansas de mí, me matarás?

—Conmigo únicamente hay dos destinos. O estás a mi lado y vives como una reina o me traicionas y mueres. No te dejaré ir.

—Lo tengo claro, eso es lo que son mis opciones. Pero si un día, hipotéticamente te cansarás de mí…

—Te enviaría al lugar que quieras, con una nueva identidad y dinero para toda tu vida. Si te traicionara con otra mujer, te dejaría ir porque quiero que estemos juntos siempre.

— ¿Y puedo ir a matar a tus examantes?

—Sí, adelante. Si sientes eso es que te empiezas a poner posesiva.

—No, no puedo ser posesiva con quien apenas conozco, es que quería saber si me dirías que puedes…bueno tener amigas y que no importa. Que estaría bien reclamarme a mí por un pasado, pero ser indulgente hacia tu propio pasado.

—Te seré fiel. De eso no tengas dudas te lo acabo de decir. Pero lo que hiciera antes no te incumbe.

—Eso debería aplicar para ambos.

—No discutiré esto. Descansa un rato que debo preparar algo. Me ausentaré unas horas, trata de quedarte en cama.

Ale se dio un baño en la tina, miró películas, luego durmió. Necesitaba hallar algún tipo de Hobby. Si Giuseppe no tenía un gimnasio le pediría comprar algunas máquinas, porque normalmente salía a correr.

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