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Mis labios y los suyos provocan una fiesta para nuestros sentidos que me enciende de los pies a la cabeza y hace que lleve mis manos hacia el centro de su trabajada espalda y acariciarlo de la manera más sensual que existe. En cambio, sus manos van bajando los tirantes de mi camisón y los desliza por mis brazos hasta hacer que la tarea de quitármelo sea mucho más sencilla ya que él lo va levantando y yo aparto mis manos de su espalda para poder ayudarlo.

Iván se separa de mis labios para viajar por mi cuello sin prisa —Eres la mujer más bella del mundo. — Dice cuando sus labios ya están en mis hombros, y amo cuando se pone así de romántico.

Disfruto de cada beso que va dejando en mi cuerpo y al parecer, esto le resulta una imagen divina, ya que me mira con devoción.

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