(3 días después)
Me vuelvo a sentir aquella chica que esperaba los viernes para ir a bailar con sus amigas, pero en esta ocasión, lo esperaba para saber qué es lo que Iván estuvo preparando. Los días de trabajo se me hicieron eternos y no importaba cuanto intentara no pensar en él, siempre aparecía en mi mente dejándome saber que su recuerdo fue, es y será imborrable. Admito que el que me dijera que lo dejo todo por venir detrás de mi le jugo a favor y es que, si eso no es amor, ¿Qué lo es?
«No seas tan tonta, no caigas tan fácil otra vez.» me grita mi subconsciente en un intento por que la cordura no se vaya completamente de mí, pero cuando leo el mensaje que me envió esta mañana, mi voluntad se derrumba.
Ir en el auto por las calles de Nueva York junto a él aún me parece algo irreal, es que nunca pensé que vendría detrás de mí a rehacer su vida a esta ciudad, pero aquí está conduciendo de esa manera tan sexy que siempre lo hizo llevándome a quien sabe dónde —esta ciudad puede ser muy bella si sabes dónde ir — comenta de la nada y sonrió.—Lo es. — respondo.—Sí, solo hay que descubrir sus encantos ocultos. — comenta y por dentro no sé si estamos hablando de la ciudad o de él. —También tiene que dejarse descubrir, pero para eso hace falta que la persona que la mire tenga una visión especial, ya sabes, estar dispuesto a ver esos encantos ocultos. — comenta y rio.
Cenar con sus intensos ojos negros sobre mi es algo extraño, no sé si describirlo como incomodo, estresante, o encantador. Levanto un poco mi mirada encontrándome con la suya y me sonríe —sabes… me incomodas un poco— le informo finalmente y rio nerviosa.—¿Por qué? — me pregunta como si estuviera loca. —Porque es incómodo que te miren tanto mientras cenas— explico y ahora es él quien ríe. Él se inclina un poco hacia la mesa y la distancia es mucho menor —no te incomodaba que te viera desnuda en mi cama cada mañana, no sabría porque puede incomodarte que te vea mientras cenas. — rebate y aquí estoy yo bebiendo otro sorbo de vino para no ahogarme con la cena.
Observo la senda peatonal del puente Brooklyn frente a mí y miro a Iván que me tiene tomada de la mano tal y como si yo fuera a escaparme —¿quieres caminar por el puente? — pregunto un tanto confundida y miro mis zapatos —traigo tacones— explico y no entiendo porque está sonriendo.—Tú no te preocupes, no tendrás que hacer ningún esfuerzo— me asegura y de pronto un chico con una bicicleta de esas que trae una carreta enganchada atrás es acerca a nosotros —señorita— me dice mi nuevamente novio y me ofrece su mano para ayudarme a subir y una vez que me siento, él sube y se sienta a mi lado.—Lo tenías planeado— le reclamo entre risas.—Esperaba tener un poco de suerte— se defiende y pasa su
Parezco una tonta al sentirme tan nerviosa mientras que entro con él a su departamento y no sé si es porque han pasado cuatro meses o porque Iván me vuelve a besar de esa manera tan jodidamente perfecta que puede hacer que me olvide hasta de mi nombre. Patea la puerta para que se cierre y sin darme tiempo a nada, me levanta en el aire haciendo que enrede mis piernas en su cintura —no sabes cuánto te he echado de menos— me dice con ese acento que me encanta y vuelve a besarme con más urgencia. —Yo a ti— consigo decir en una breve pausa y de repente, siento que mi espalda choca con una pared y reímos.—Lo siento— murmura, pero yo no le hago caso y simplemente comienzo a desabrochar los botones de su camisa gris. Su sonrisa me roba el aliento y sin darme tiempo a nada, su boca vuelve al ataque de la m&
(Al día siguiente) Abro mis ojos aun queriendo poder dormir un poco más, pero me es imposible, la luz del sol que se cuela por la ventana hace que seguir durmiendo sea prácticamente una obligación. Me giro en la cama haciendo que la sabana se enrede un poco más en mi cuerpo y al notar el espacio vacío, me despierto completamente «¿Iván?» me pregunto levantándome de la cama y busco su camisa en el suelo y me la coloco para después salir de la habitación. Por primera vez observo un poco los detalles del departamento y debo admitir que está muy bien decorado y ordenado. Al llegar a la cocina, allí esta él de espaldas con su pantalón de pijama preparando el desayuno y la imagen definitivamente es digna de ser admirada. Observo su trabajada espalda, los pocos lunar
(Horas más tarde)He conocido gente terca, pero como él, ninguno. Le pedí de todas las maneras posibles que me dejara hablar a mi sola con mis padres, pero él y su cabezota insistieron en que lo mejor es que fuéramos los dos a buscar mis cosas y de que habláramos con ellos. Según sus propias palabras, quiere hacer las cosas bien, quiere que mis padres se den cuenta de que sus intenciones conmigo son serias y bueno, aquí estamos entrando a la casa. Yo no sé si él está nervioso o no, pero por mi parte, me late el corazón demasiado rápido. Me había desacostumbrado a dar explicaciones de mi vida, a “informar” a mis padres de mis relaciones, pero desde que llegue de Madrid vivo con ellos y supongo que, por respeto, debo cumplir con este protocolo.—Buenas tardes&mdash
(Al día siguiente)Su respiración en mi cuello y sus labios rozando mi piel me hacen sonreír mientras que abro mis ojos encontrándome con la luz del sol que se cuela por la ventana —buenos días— digo mientras que intento no querer volver a abrazarme a la almohada para seguir durmiendo.—Buenos días, cariño— murmura y ya extrañaba que me llamara así.Me giro un poco haciendo que quedemos frente a frente y esos ojazos negros como la noche me miran con tanta intensidad que me hace poner nerviosa inmediatamente —¿Qué ocurre? ¿Por qué me miras así? — pregunto y su sonrisa de lado, esa que es su arma letal, se hace presente mientras acerca su cuerpo al mío y con su brazo rodea mi cintura aprision&aacut
(Al día siguiente)Recibir un nuevo día a punta de besos y caricias, no fue una opción esta mañana, y es que las obligaciones ganaron la batalla haciendo que nos levantáramos de la cama con prisa y nos arregláramos rápidamente para ir a nuestros trabajos. En mi caso tengo un horario que cumplir porque soy simplemente una empleada más, y en el suyo fueron las reuniones pactadas lo que provocaron que saliera pronto del ahora “nuestro” hogar. —¡¿Y esa sonrisa?! — me pregunta Cintia cuando nos cruzamos en el pasillo donde están nuestras oficinas. —Cosas buenas que ocurren de vez en cuando— me limito a responder sin poder ocultar mi felicidad mientras voy entrando a mi oficina y escucho su risa a lo lejos.