Observo la senda peatonal del puente Brooklyn frente a mí y miro a Iván que me tiene tomada de la mano tal y como si yo fuera a escaparme —¿quieres caminar por el puente? — pregunto un tanto confundida y miro mis zapatos —traigo tacones— explico y no entiendo porque está sonriendo.
—Tú no te preocupes, no tendrás que hacer ningún esfuerzo— me asegura y de pronto un chico con una bicicleta de esas que trae una carreta enganchada atrás es acerca a nosotros —señorita— me dice mi nuevamente novio y me ofrece su mano para ayudarme a subir y una vez que me siento, él sube y se sienta a mi lado.
—Lo tenías planeado— le reclamo entre risas.
—Esperaba tener un poco de suerte— se defiende y pasa su
Parezco una tonta al sentirme tan nerviosa mientras que entro con él a su departamento y no sé si es porque han pasado cuatro meses o porque Iván me vuelve a besar de esa manera tan jodidamente perfecta que puede hacer que me olvide hasta de mi nombre. Patea la puerta para que se cierre y sin darme tiempo a nada, me levanta en el aire haciendo que enrede mis piernas en su cintura —no sabes cuánto te he echado de menos— me dice con ese acento que me encanta y vuelve a besarme con más urgencia. —Yo a ti— consigo decir en una breve pausa y de repente, siento que mi espalda choca con una pared y reímos.—Lo siento— murmura, pero yo no le hago caso y simplemente comienzo a desabrochar los botones de su camisa gris. Su sonrisa me roba el aliento y sin darme tiempo a nada, su boca vuelve al ataque de la m&
(Al día siguiente) Abro mis ojos aun queriendo poder dormir un poco más, pero me es imposible, la luz del sol que se cuela por la ventana hace que seguir durmiendo sea prácticamente una obligación. Me giro en la cama haciendo que la sabana se enrede un poco más en mi cuerpo y al notar el espacio vacío, me despierto completamente «¿Iván?» me pregunto levantándome de la cama y busco su camisa en el suelo y me la coloco para después salir de la habitación. Por primera vez observo un poco los detalles del departamento y debo admitir que está muy bien decorado y ordenado. Al llegar a la cocina, allí esta él de espaldas con su pantalón de pijama preparando el desayuno y la imagen definitivamente es digna de ser admirada. Observo su trabajada espalda, los pocos lunar
(Horas más tarde)He conocido gente terca, pero como él, ninguno. Le pedí de todas las maneras posibles que me dejara hablar a mi sola con mis padres, pero él y su cabezota insistieron en que lo mejor es que fuéramos los dos a buscar mis cosas y de que habláramos con ellos. Según sus propias palabras, quiere hacer las cosas bien, quiere que mis padres se den cuenta de que sus intenciones conmigo son serias y bueno, aquí estamos entrando a la casa. Yo no sé si él está nervioso o no, pero por mi parte, me late el corazón demasiado rápido. Me había desacostumbrado a dar explicaciones de mi vida, a “informar” a mis padres de mis relaciones, pero desde que llegue de Madrid vivo con ellos y supongo que, por respeto, debo cumplir con este protocolo.—Buenas tardes&mdash
(Al día siguiente)Su respiración en mi cuello y sus labios rozando mi piel me hacen sonreír mientras que abro mis ojos encontrándome con la luz del sol que se cuela por la ventana —buenos días— digo mientras que intento no querer volver a abrazarme a la almohada para seguir durmiendo.—Buenos días, cariño— murmura y ya extrañaba que me llamara así.Me giro un poco haciendo que quedemos frente a frente y esos ojazos negros como la noche me miran con tanta intensidad que me hace poner nerviosa inmediatamente —¿Qué ocurre? ¿Por qué me miras así? — pregunto y su sonrisa de lado, esa que es su arma letal, se hace presente mientras acerca su cuerpo al mío y con su brazo rodea mi cintura aprision&aacut
(Al día siguiente)Recibir un nuevo día a punta de besos y caricias, no fue una opción esta mañana, y es que las obligaciones ganaron la batalla haciendo que nos levantáramos de la cama con prisa y nos arregláramos rápidamente para ir a nuestros trabajos. En mi caso tengo un horario que cumplir porque soy simplemente una empleada más, y en el suyo fueron las reuniones pactadas lo que provocaron que saliera pronto del ahora “nuestro” hogar. —¡¿Y esa sonrisa?! — me pregunta Cintia cuando nos cruzamos en el pasillo donde están nuestras oficinas. —Cosas buenas que ocurren de vez en cuando— me limito a responder sin poder ocultar mi felicidad mientras voy entrando a mi oficina y escucho su risa a lo lejos.
Después de un arduo día de trabajo y de ponerme al corriente con todos los detalles del proyecto que me ha confiado mi jefe, finalmente llego el tan ansiado momento de entrar a mi nuevo hogar, uno que comparto con el hombre que me roba la razón a cada instante. No hago más que poner un pie dentro del departamento y un exquisito aroma a lo que me parece que es salsa de tomate invade mis sentidos —buenas noches— digo sonriente y es que apenas paso el hall de la entrada y me hayo frente a la sala que se conecta con la cocina en este concepto de espacio abierto, lo veo a él en la cocina con un delantal negro que lo hacer parecer un sensual concursante de MasterChef. —Buenas noches hermosa— me dice volteando a verme y sonríe —iría a darte un beso, pero se me quemara la salsa— informa haciéndome reír.
En estos instantes me tiene amarrada de la cintura pegando mi cuerpo al suyo mientras vamos entrando al baño — tendremos que compensar el tiempo que estaremos lejos, ¿no? — me pregunta acercando mis labios a su cuello de manera muy peligrosa.Levanto su camiseta haciendo que deba separarse un poco para que pueda quitársela por completo, pero apenas la lanzo al suelo, sus labios vuelven a mi piel. —me parece una idea increíble— le respondo cuando comienza a quitarme el vestido que llevaba puesto.—A mi también— comenta entre risas y antes que pueda responderle calla mi boca con besos.Su lengua se encuentra con la mía haciendo que la temperatura en este baño aumente drásticamente, la poca ropa que nos queda puesta estorba ya y no podemos más que desnudarnos el uno al otro con urgencia mientras que de manera torpe él extiende uno de sus brazos para
Al día siguienteIván puede ser el hombre más sensual del mundo, o el más romántico cuando quiere, y en está ocasión escoge ser lo segundo cuando me acompaña al aeropuerto para despedirse de mí. Sabemos que son tan solo dos días, pero en realidad es la primera vez que nos despedimos estando juntos y admito que me cuesta un poco, después de todo hace poco que volvimos. —No quisiera interrumpirlos, pero nos dejara el avión Jimena— me dice mi jefe haciéndome reír y le doy un último beso a mi novio.—Cuídate, ¿sí? — le pido y él asiente.—Lo mismo, cualquier cosa me llamas— me repite y le doy un último y corto beso antes d