Nota:
Libro 1: Perdición
Libro 2: En Juego
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"Vas a arrepentirte de lo mucho que me hiciste sufrir, y cuando lo hagas, estarás bajo mis pies, derramando lágrimas de sangre…”
Desperté sudoroso y agitado una vez más, deseando sacar su recuerdo de mi mente, pero entre más pasan los años, ella crece en mis memorias y en mi corazón. Han pasado quince años desde la última vez en que la vi, jurando vengarse de mí con lágrimas en sus bellos ojos azules.
No hay segundo del día que no piense en ella, en esa manera tan deliberada en que me amaba y me envolvía en sus tiernas redes. Tenía claro que solo se trataba de una movida que me llevaría a cumplir mi objetivo y desestimé su gran poder.
No supe en qué momento me enamoré de ella, que cumplir con mi venganza se estaba convirtiendo en mi más grande infierno. Una pequeña parte de mí, esa que guardaba sentimientos muy humanos, no quería verla sufrir por mi propia culpa, pero debía cumplir con lo que una vez le prometí a mi padre o no podría tener paz alguna. Juré en su tumba vengar su muerte, más no contaba con que el amor tocaría mi corazón de una manera arrasadora y mortal.
Debía desatar a como diera lugar esos sentimientos que me sometían a ella y no me permitían avanzar con mi propósito, pero amarla se sentía estar en lo más alto del jodido cielo. Cada que me perdía en sus adentros, olvidaba para lo que la estaba utilizando. Olvidaba que ella me llevaría al hombre que le quitó la vida a mi padre con sus besos y el delicado roce de su piel.
Incluso quise dejar de lado mi venganza y amarla sin reparo alguno, pero no podía soportar fallarle a mi padre. Ya le había dado mi palabra y, como su sucesor, mi único deber era seguir sus pasos y vengarlo justo como se lo había prometido frente a su tumba. Mi odio superaba el amor que sentía por ella, por lo que me dejé llenar de el y acabé muy lentamente con el culpable, sin importarme lo mucho que destrozaría la vida de mi hermosa florecita.
Violetta era una chica dulce, inocente y llena de bondad. Ni siquiera daba la impresión de ser hija de uno de los narcotraficantes más importantes de Italia, porque sencillamente odiaba ese mundo en el que nació. Ella era la más pura de las rosas cuando llegó a mis brazos y yo mismo me encargué de desojar cada uno de sus pétalos. Aunque odiaba el poder, la sangre y lo infeliz que se es en el bajo mundo, ella amaba a sus padres con todo su ser. ¿Y quién no ama a sus padres, a pesar de que no sean los mejores? Ella no era la excepción, adoraba a su padre más que a nada en esta vida.
No puedo culparla, después de todo, yo también sentí esa necesidad de venganza y de odio correr en mis adentros como fuego, pero hubiera preferido la muerte en sus tiernos toques, que no volver a verla. No solo la destruí a ella, sino a mí mismo, pues la amaba con la misma intensidad en que odiaba a su padre.
Me levanté de la cama y me adentré en la ducha. Necesitaba calmar la ansiedad que corría por mi piel con un baño helado. Estaba acostumbrado a despertar en medio de la noche, recordar centímetro a centímetro de su piel, añorarla una vez más bajo mis manos y desear tenerla entre mis brazos cansada y con su hermoso cabello revuelto, pero no puedo acostumbrarme a estar sin su presencia. Cada día vivo en la condena que su ausencia me dejó.
Por más que la he buscado, es como si la tierra se la hubiese tragado. Han sido años en los que no he descansado ni un solo segundo, pero ella no quiere que la encuentre, por eso se esconde tan bien de mí. Daría todo lo que tengo por verla una sola vez, saber que se encuentra bien, que al menos ha sido feliz sin mí y que ha logrado todo lo que soñaba y un día me contó.
En mi único intento de olvidarla, me refugié en una mujer muy parecida a ella. Su mirada, la pureza de su ser, un dolor casi similar. En Samantha vi a mi Violetta, la bella flor que había destruido y el deseo de recoger sus pedazos y unirlos me rebasó, pero Samantha nunca pudo corresponderme de la misma forma. Ahora que está casada con un buen hombre y le dio la vida luego de permanecer tantos años marchita, me doy cuenta de que solo se trataba de un capricho, de la necesidad de enmendar mi error a toda costa en la mujer equivocada.
Quiero saber de mi florecita, aunque sea una última vez. No importa si casó, si tiene muchos hijos y si es feliz junto a otro hombre que no soy yo. No quisiera rendirme, pero entre más pasa el tiempo y no hay ningún rastro de ella, las ganas de seguir viviendo se van de mi ser. Esta vida no tiene sentido sin su amor.
Una vez mi cuerpo se enfrió lo suficiente, salí del baño y de mi habitación con solo una toallas rodeando mi cadera. El frío erizaba mis vellos, pero no podía sentirlo calar en mi piel y mis huesos.
Entré al cuarto de cámaras y me senté por horas allí, viendo grabaciones de diferentes lugares que mis hombres recopilaron en el día mientras mis pulmones se infestaban de nicotina. Este es mi día a día; vivir encerrado en esta casa, tratando de encontrar a la única mujer que he amado en mi vida mientras la muerte me llega.
«Ni siquiera la muerte me daría el placer que tanto ansío sentir en ella».
No hay nada más patético en este puto mundo que un hombre derramando lágrimas por el fantasma de un pasado, anhelando desde lo más profundo del corazón encontrar esa mujer que un día prometió verlas.
No hay mayor diversión en mi rutina diaria. Todos los días son muy iguales para mí. El mismo sol, la misma lluvia, el mismo cielo, el mismo color opaco que me envuelve desde hace muchos años.«¿Qué hay de diferente en el exterior que no haya visto antes?».Ver el rostro de las personas me irrita. Ver lo felices que pueden ser algunos me resulta desagradable. Ver lo arruinados que son otros tantos es un poco gracioso. Pero sea la emoción que sea, detesto que respiren mi mismo aire. Quisiera apagar voces, cerrar ojos y cortar manos para evitar todo contacto con la humanidad, pero somos una plaga que difícilmente se puede erradicar.En este tiempo, donde los recuerdos me atacan con mayor intensidad, no me soporto ni yo mismo.«La mejor solución siempre ha estado a mi alcance y soy tan cobarde que no soy capaz de quitarme la vida por mi cuenta».Observé mi arma sobre la mesa y sonreí ladeado, queriendo tirar del gatillo y dejar de pensar para siempre.Es tan hermosa, su color blanco, lo b
—Bebiendo desde tan temprano, ¿eh? — escuché un susurro detrás de mí y cerré los ojos—. Últimamente bebes de más.Luego del cumpleaños de la princesa Scarlett, Samantha no ha dejado de venir a saber cómo me encuentro, si sigo vivo o ya morí encerrado en mi amargura y soledad.—¿No tienes mejores cosas qué hacer?—La verdad no.—¿A qué has venido, Sam? ¿No deberías estar en casa, junto a tu esposo e hija? Además, estás embarazada. No te arriesgues al venir aquí.—Soy cuidadosa, ¿o acaso ya no confías en mí?—Siempre he confiado en ti, solo que ya no tienes que arriesgar tu vida cuando otras dependen de ti.—Estaré bien, no tienes que ser tan extremista, Seth — se sentó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro—. Nos iremos de vacaciones un par de días, ¿por qué no vienes con nosotros? No me gustaría regresar y encontrarme con tu sexi cadáver.—No puedo irme. Sabes a la perfección que desde aquí dirijo todo.—Viejo mentiroso, si son tus empleados quienes hacen tu trabajo. Tú solo te qued
Salí de la casa antes de que su recuerdo me consumiera por completo, ignorando el llamado de Samantha y Logan a mis espaldas. Ese lugar me estaba asfixiando, no podía respirar adecuadamente y mi corazón latía muy de prisa. Me percaté de que mis manos temblaban sin control cuando las deslicé por mi cabello. Sudaba. Necesitaba a como diera lugar un trago y un cigarro para que la ansiedad no se apoderara de mí.Deambulé por largos minutos sin saber con exactitud a dónde me dirigía. Me detuve en el tronco de un gran roble, cansado, con la piel ardiendo por el sofocante calor y todo mi ser estremeciéndose. Parecía que me fuera a dar un resfriado, pero solo se trataba del pánico que sentía al estar en un país que me la recordaba cada segundo con mayor intensidad. Por eso me marché de mi tierra, porque no pude soportar el peso de mi venganza y su lejanía.Rebusqué en los bolsillos de mi ropa hasta que encontré la cajetilla de cigarros. Saqué uno y lo encendí sin perder tiempo. Mi ser se tran
Bebía como si el mundo se fuera a acabar, ignorando la presencia del hombre que me veía con curiosidad a mi lado y todas esas mujeres que se acercaban a la mesa buscando algo que nunca iban a encontrar en mí.Cada segundo que pasaba me sentía más desdichado que el anterior. Ya me he acostumbrado a vivir en soledad y en esta ausencia que mata y envenena el alma, pero volver a poner un pie en esa casa donde las promesas quedaron atrapadas, es como echarle más leña al fuego.Tomé un sorbo largo de la botella, quemándome menos que al principio. El alcohol lo único que calma es la ansiedad que me gobierna cada que mi sistema lo necesita, porque ya no hace ningún efecto en mis recuerdos. Entre más me pierdo en las botellas de licor, más la tengo en el pensamiento y más la extraño.Recordé la noche en la que la perdí y me sentí tan culpable como satisfecho. Mi corazón se encontraba dividido en ese momento, feliz por haberle cumplido a mi padre y entristecido por esa mirada rota y desilusiona
ViolaDesde que mi vida acabó no he hecho otra cosa que buscar la manera de vengarme de ese hombre que amo y odio a las mismas proporciones, pero he sido tan cobarde y estúpida, que mi amor por él me ha impedido cobrar la vida de mis padres.Nunca podré perdonarle lo que me hizo, aun sabiendo lo mucho que lo amaba. Pero ¿qué podía esperar de un bastardo que fue criado para ver el mundo a sus pies? A él no le importaba otra que no fuera su satisfacción propia, obteniendo todo de mí y burlándose a mis espaldas para llegar a su objetivo.Fui una completa estúpida al dejarme seducir y enamorar de una manera que hoy en día es veneno para mi alma. Quizás si le hubiera hecho caso a mis padres de no creer en las palabras de un hombre como él, más en el mundo en el que estaba metido, jamás los hubiera perdido.Lamentarme no es una opción, porque sabía que mis padres corrían un gran peligro al estar envueltos en la mafia, pero que el hombre que amaba con gran locura asesinara a mi padre a sangr
SethDesperté con dolor de cabeza, más sediento de lo que me acosté en medio de la madrugada mientras contemplaba la noche que cubría la ciudad y los recuerdos mataban cualquiera atisbo de felicidad que llegara a mi mente.Debí haberme ido hace días, pero algo me seguía atando a este lugar que no me ha permitido volver a esa vida muerta en Inglaterra. Quizás tenía la esperanza de verla, que a pesar de que ya tenga una vida hecha, me gustaría saber que es feliz sin mí. Quisiera saber si se casó, si tiene hijos, si su mirada sigue tan inocente y dulce como la recuerdo, pero con ese hado de maldad que me volvió loco desde el primer instante en que la vislumbré. Simplemente no me puedo ir sin saber nada de ella.Traté de levantarme de la cama para ir por una botella más, pero el sol que golpeaba mi rostro, el molesto dolor en mi cabeza y esas náuseas que me gobernaron, me lo impedía. Más bien mi estómago exigía una comida decente en lugar de ahogarlo con solo alcohol, pero todo en esta vi
Me perdí en botellas de alcohol por largas horas, culpándome cada vez más de mi propia desdicha. Fue Guido el que me trajo comida, licor y limpió un poco la habitación de la casa donde nos estamos quedando y hacia muchísimo tiempo no venía. Este lugar me trae recuerdos de mis padres, de cuando era pequeño y no tenía otra preocupación que aprender del negocio familiar.—Ni se te ocurra llamar a Samantha — le advertí, ligero como una pluma, pero sin perder mi tono amenazante.Negó con la cabeza en completo silencio mientras abría las cajas de comida frente a mí. El olor me golpeó los sentidos y, por más hambre que sentí, terminé vomitando todo el alcohol que había bebido hace días. La garganta me ardía al igual que el corazón.—Será mejor que tome una ducha, señor. Traeré una aspirina para el malestar — se marchó sin añadir nada más.Hice caso a Guido y me metí en la ducha por largos minutos, dejando que el agua limpiara todo rastro de suciedad y embriaguez. Más lucido, recordé la llama
Me sentía como en uno de mis tantos sueños, abrumado por la intensidad de su boca fiera sobre la mía y que, en definitiva, había olvidado lo bien que sabía. El calor que sentía en el cuerpo me rebasaba, hacía años había dejado de sentirme tan pleno. Olvidé por un segundo todo a mi alrededor, subiendo cada vez más alto a su cielo; a nuestro único y resplandeciente cielo. En ese momento éramos Violetta y Seth, dos personas enamoradas, entregando sus más profundos deseos e ilusiones en un beso arrebatador y ferviente.En vista de que no se opuso ni me apartó, la estreché entre mis brazos, alterado y ansioso de fundirme en su piel. Su boca sigue teniendo el mismo poder en mí, nada más con el roce de ella todo mi mundo se pone de cabeza, pero esta vez en lugar de enloquecer mi cordura, sus besos me hacen aterrizar de rodillas ante una figura que solo podía añorar.No importaba el tiempo que había vivido en soledad ni lo mucho que la había extrañado y anhelado. Lo único que importaba era qu