¡Ahhhhh! La confesión que todos estábamos esperando. Al fin han aceptado lo que sienten, aunque con tanto era imposible que no terminaran amándose.
Calista Las palabras salieron de mi boca sin poder contenerlo, realmente lo amaba y cada que estaba con él mi corazón parecía explosionar por tantas emociones, por tantas cosas que me hacía sentir y que no podía explicar.Mi cuerpo vibrando por la gran descarga, por llegar a la cima del placer y sentir mis piernas desfallecer por la intensidad del orgasmo, arrancándome un grito placentero sintiendo en las nubes. —Joder, preciosa —murmuró antes de tirar de mi cabello hacia atrás y apresar mis labios nuevamente, con tanta ferocidad que me hacía comprender que mi confesión no le desagradó en ningún aspecto, en su lugar parecía ¿contento?. No esperaba escuchar algo recíproco de su parte, en el momento en que mi corazón decidió amarlo supo que seguramente nunca sería correspondido de la misma manera. Él lo dejó claro desde un inicio —mi corazón también te pertenece, Calista. Nada me preparó para oír aquella declaración y de no ser porque sus brazos sostenían con fuerza mi cuerpo hubiese
El auto se adentró en una zona poco transitada, deteniéndose frente a un viejo cuartel donde se llevaban a cabo todo tipo de atrocidades. El olor a moho en el interior lo hizo asquearse, sus finos zapatos ensuciándose con la mugre del suelo. Un hombre regordete salió a recibirlo, se decían muchas cosas del hombre que sonrió mostrando sus dientes amarillos a causa del cigarro, una de ellas que era la escoria de Atenas. Un distribuidor de sustancias ilícitas, acusado de trata de blancas y por ser un sicario para los grandes empresarios de la ciudad. Un secreto a voces. La policía llevaba años buscando pruebas contra él pero este se encargaba de no dejar rastro alguno, silenciando a los que podrían traicionarle. —Pensé que no vendrías, que te habías acobardado —le dijo al hombre que desde hace unos meses lo buscó para eliminar a alguien que consideraba un "pez gordo" —No soy un cobarde —se molestó y miró por sobre su hombro —¿dónde están tus hombres?—En espera de noticias. —Lo hará
Calista Corría sintiendo los pasos de los hombres detrás de nosotros, tragándome el dolor de las ramas y piedras incrustándose en mis pies, al no poder avanzando en tazones terminé acentuándolos lejos. Elora estaba igual que yo, agitada, desespera y con miedo. Pero el dolor que sentía en mi piel comparando a lo que mi corazón experimentaba ahora mismo, la terrible angustia de no saber si estaba bien, de no poder llamarle y escuchar su voz nuevamente. Quería llorar, quería teletransportarme hasta donde sea que él se encontraba ayudarlo, para asegurarme de que nada malo le ocurriese porque si algo le pasaba yo... yo moriría junto con él. Mi corazón no soportaría tanto dolor y acabaría muerta. —Vamos, date prisa —me dijo Elora extendiendo la mano para ayudarme a escalar el muro que no tenía descargas eléctricas, como pude escalé hasta estar al otro lado del muro y seguir corriendo lejos de ahí. No sabía de donde había sacado tantas energías, los mareos no se quitaban, el dolor de mi
El helicóptero aterrizaba en la terraza del hospital privado donde habían trasladado a Aetos, ella prácticamente se lanzó de la aeronave moviendo sus pies lo más rápido que ponía, con el corazón en la mano y sin resignarse a perderlo. Con él en ese estado no le importaban las consecuencias, si moría, moriría feliz a su lado. El tiempo era su peor enemigo en ese momento, cada minuto contaba y los hombres que la acompañaban le informaron que todavía la estaban buscando hasta debajo de las rocas de todo Atenas y que un grupo se había movilizado para buscarla en Salónica. «Con nosotros está a salvo» le había dicho aquel hombre que desconocía por completo, sin saber a qué se dedicaban y quienes los regían pero suponía que no eran partidarios del bien, que no eran gente que se movían en lo legal. Así como los que la buscaban y habían puesto en aquel estado delicado a su esposo. Los pasillos se le hicieron inmensos, queriendo volar hasta aquella habitación en cuidados intensivos, importán
Calista Miraba a través del ventanal con la mirada perdida en la ciudad, pensando en todo y en nada a la vez, en las duras decisiones que debía tomar para mantenerme a salvo. Para salvaguardar todo lo que mi esposo dejó en mis manos, él presentía que algo como esto podía ocurrir y se encargó de que toda propiedad a su nombre pasara al mío, nadie podría acceder a ellas si yo estaba viva. Poco me importaba todo aquello, no tenía ningún valor para mi. Pero no iba a dejar que se salieran con la suya, que pensaran que matándolo iban a tener todo lo suyo, me encargaría de quitarles todo, de quitarles hasta los pensamientos y mandarlos directamente al infierno por haber tenido la osadía de cazarnos como si fuésemos unos putos animales. —¿Has tomado una decisión? —preguntó Evan colocándose a mi lado, de reojo observé al mejor amigo de mi esposo, tenía una venda en su cabeza debido al golpe que recibió en el accidente. Hace una hora le dieron el alta y se encargó de darme todos los detalles
Atenas, Grecia. Andreus sonreía de pie ante la mansión que conoció desde que tenía memoria, con la que soñó ser dueño algún día y no tener más competencia del se decía llamar el mejor de los Vasileiou. A su lado, su prometida, que pese a no quererla la necesitaba a su lado para formalizarse, para venderle a la prensa un hombre reformado y serio. No le interesaba el hijo que ella estaba esperando, ni siquiera podría asegurar que era suyo ya que nunca formalizó algo hasta que se dio la oportunidad.—¿Calista sigue aquí? —preguntó mirando maravillada cada detalle del lugar, visualizándose con la misma autoridad que vio aquella vez en su hermana, dominando cada parte de aquel lugar e inflando su pecho en espera del nombramiento del puesto que Calista tenía. —No, la perra se ha sabido esconder muy bien. Hizo una mueca avanzando a su lado, aferrándose a su brazo sin importarle lo poco que Andreus se sentía complacido con ello. Estuvo enojado porque no recibió más que un cheque de parte d
Egan se quedó paralizado al escuchar la frialdad con la que referían a la muerte de su hermano, la rabia apoderándose de cada parte de su cuerpo y la impotencia de no poder hacer nada. Su relación con Aetos era distante pero ese lazo de hermandad no desaparecía, no había rivalidad ni odio entre ellos y lo mínimo que podía hacer por él era mantener a salvo a su esposa. Notó el cambio de él en cuanto Calista llegó a su vida, no era actuación, él en verdad sentía algo por su esposa, podía verlo en sus ojos y en la forma de admirarla. Sin soportar más escucharlos abrió la puerta del comedor haciéndose escuchar, demostrando que él también era un Vasileiou y que la sangre de Bastian fluía más fuerte que en ellos. —Nadie va a tocar a Calista y quien se atreva a ponerle una mano encima se las verá conmigo —aseguró fijando sus ojos en Andreus quien poco le interesaba el coraje del menor de ellos. Una sonrisa burlona deslizándose por su rostro y mirándolo como si fuera un chiste. —¿Qué pasa?
Calista Mi corazón estaba tan abatido que nada me parecía impresionante, Londres se veía tan corriente cuando muchas veces opinaba lo contrario. Pero en aquel momento nada de mi vida tenía sentido, eso hasta que recibí aquella noticia que movió mi mundo entero, su cambio el rumbo de mi vida. Tenía un motivo más por el que luchar, un cambio que limpiar y nuestros nombres volver a poner en alto.Ese pequeño ser que albergaba en mi vientre tendría un destino glorioso, de eso me encargaría sin importar cuánto me desangre por recuperar lo que nos pertenece y estaba tan segura que su padre querría lo mismo. Ser padres no estaba en nuestros planes, no a corto plazo pero si lo visualizó en un futuro y no era capaz de deshacerme de él. Mi pequeño corazón me lo impedía y la sola idea me hacía arder el corazón. —Llegamos, señora —la voz del chofer me trajo de vuelta a la realidad, abriendo la puerta y extendiendo su mano para ayudarme a bajar del vehículo. —Gracias —murmuré caminando al inter