AetosEl hermano de Calista se acercó junto a Nikolau proponiendo un partido de golf luego del almuerzo. Ese deporte no era uno de mis favoritos pero terminé aceptando, era mejor que estuviera ocupado pateándole el trasero de otra forma que no fuera a golpes. Me senté al lado de mi esposa en la mesa de comedor, mientras el otro tomaba asiento al lado de Cristel manteniendo una conversación entre ellos. —Y al fin, ¿nos acompañarán para la cena de navidad? —preguntó la señora Aghata en medio de la comida, no dije nada dejando que fuese Calista la que respondiera y decidiera si venir o no. —Nos encantaría acompañarlos, pero debido a que nuestra luna de miel duró sólo unos pocos días con Aetos habíamos decidido retomarla para estas fechas —mintió —no sabía cómo decírtelo y que no te sintieras ofendida, madre. —Oh... —murmuró decepcionada —en ese caso, es entendible. —Esas fechas son para pasarla en familia, mi niña —se metió la anciana. —Lo sé, abuela, pero ahora Aetos es mi familia
Calista Salí de la habitación con una estúpida sonrisa en mis labios, adelantándome a la terraza en lo que él se daba una ducha. Maldiciéndolo por hacerme caer en la tentación, sabía el efecto que causaba en mi y quizá con lo que acababa de pasar se terminaba de convencer que no había razón para sentir celos por Ulises. «¿Por qué iba a sentir algo por alguien que decidió irse y nunca volver por mi?» Además, yo misma decidí sacarlo de mi corazón antes de que él se marchara, decidiendo sufrir un poco tiempo a sufrir por años con los celos, inseguridades y la distancia. Subí los escalones que me llevaban a la terraza donde habían subido a la abuela, quien estaba en compañía de mis tías, sus nietas y sus yernos. Madre aún no llegaba, Cristel aparecía por las escaleras que llevaban al jardín en compañía de Ulises. Su visita no se debía directamente a mi, sino a toda la familia, todos aquí lo quisieron y lo trataban como parte de la familia. Tomé asiento en un sillón para dos, guardando
Aetos La gente me hartaba, fastidiaba a niveles exorbitantes metiéndose en la vida de los demás, sintiéndose lo suficientemente grande para opinar, como si sus vidas fueran perfectas. La familia de Calista me parecía más insoportable que la mía, eran hipócritas y falsos. Al menos la mía no se molestaba en fingir cordialidad, en que sentían ágrafo por ti. Te odiaban y te lo decían en la cara. Cerré la puerta de golpe preguntándome una y otra vez que hacía en aquel lugar, visitando a quienes no me interesaban en los más mínimo. Aguantando a un hijo de puta que coqueteaba con mi esposa en mis narices, soportando a una anciana entrometida y a una hermana ardida. No solía hacer nada por nadie, sólo actuaba para mi propio beneficio, jamás me metía con temas que incluían a terceros. Pero me enfurecía que se metieran con Calista, que tuvieran el suficiente descaro para tratar de hacerla menos estando yo presente. Cómo sino estuviese en mi naturaleza no dejarme humillar, porque lo que le ha
Calista Busqué en mi armario un vestido que lograra llamar mi atención, tenía tres opciones sobre la cama pero ninguno era lo que quería. Tomé una foto de los tres y se las envié a Aetos para que me diera una opinión. Mientras esperaba buscaba opciones de calzado y maquillaje. La puerta se abrió y me asomé pensando que se trataba de él pero al ver a mi hermana entrar junto a mi hermana hice una mueca e hice como si no las hubiese visto.—¿Saldrás, hija? —preguntó mi madre pasando la vista por los vestidos sobre la cama. Dejé salir un suspiro y salí del closet parándome a unos pasos y cruzarme de brazos.—Tengo mejores opciones en mi closet, Cali, podemos buscar algo ahí —comentó mi hermana acercándose tratando de buscar una cordialidad que no le daría.—No, me las arreglaré con lo que tengo —mi teléfono vibró en mi bolsillo, me apresuré a revisarlo para leer su respuesta que fue mejor de lo que pensé. Avisando que enviaría a alguien para que me preparara, algunas prendas exclusivas
Calista La llamada se cortó dejándome con mil pensamientos en mi cabeza. «¿Por qué hasta ahora?» No tenía ningún sentido ni valor que se luchara por quien ya no sentía nada por él. Algo que ya estaba perdido desde el momento en que decidí que no era posible continuar con esa relación, en el momento en que tomé la decisión de no sufrir por nadie. Mi corazón no necesita de nadie, no necesitaba de sentimientos que sólo me harían sufrir en lugar de hacerme feliz. Había desecharlos de mi vida, mantenerme al margen y no dar más de lo que me daban. Quizá eso fue lo que más me impulsó a casarme con Aetos, que ninguno de nosotros estaba interesado en ello. Teníamos un sexo muy bueno, una comunicación en la que trabajamos para no tener problemas, para defendernos el uno al otro si era el caso, para velar por nuestros intereses pero nada más allá de lo superficial. Nada más. —Has sido muy dura con él —comentó madre cuando me alejé de la ventana y volvía sentarme en la silla frente al tocador.
CalistaAfuera de casa nos esperaba un bonito deportivo color negro y tras de esta dos Cadillc Escalade con los escoltas que velarían por nuestra seguridad esta noche. Aetis abrió la puerta para mi, con sumo cuidado entré acomodando el vestido con algo de ayuda. —¿De dónde sacas tantos autos? —pregunté cuando subió a mi lado, mirando lo sexi que se veía al volante. —Tengo muchas propiedades aquí —se encogió de hombros haciendo rugir el motor y arrancando a velocidad fuera de la propiedad con las camionetas tras de nosotros. —¿Me permites conducir de regreso? —pregunté y sonreí cuando volteó a verme por unos pequeños segundos, su ceño levemente fruncido. —¿No te gusta como lo hago yo? —aceleró sonriendo de lado, matándome con ese pequeño gesto —¿es eso? —No, sólo extraño estar al volante. —Tal vez mañana me das un recorrido por la ciudad. —Es una buena idea —medité —pero mi viaje no es por turismo, lo sabes. —Tu abuela está bien, así como lo está darte un poco de tiempo para ti
Calista Aparté la mirada y volví mi entera atención al hombre a mi lado, la mesa se fue llenando y comenzamos a socializar con ellos. Más de alguno sorprendido por nuestra presencia y lo difícil que era ver a Aetos en estos lugares. Un detalle que mencionaron toda la noche. Cuando la música sonó en el gran salón, él se puso en pie extendiendo su mano hacia mi en una invitación al centro del lugar donde ya varias parejas bailaban. No dudé en levantarme y tomar su mano, formando una sonrisa mientras lo seguía. Su mano se aferró a mi cintura, las mías se ubicaron sobre sus hombros y nuestros cuerpos se balancearon de acorde con la música. Nuestros ojos se conectaron y me embelesé con la belleza de los suyos, ese color tan maravilloso y único, una mezcla entre azul, verde y gris. Tan bellos y tan temibles a la vez, su mirada era feroz, era terrorífica cuando eras el objetivo. Vi a mi tía encogerse por lo turbia que se volvió, tan oscura como clara.Aetos era como un volcán activo a punt
CalistaSonreí girándome para quedar de frente a él, mis manos moviéndose por voluntad propia, desprendiendo cada prenda de su cuerpo sin ser incapaz de apartarme de la intensidad de sus ojos. Me sentía perdida junto a él, temiendo a volverme dependiente de su cuerpo, de su éxtasis. «¿Por qué tenía que ser tan perfecto?». Sus manos también se movieron para bajar el cierre del vestido, contemplando al quedar en ropa interior y por un momento solo disfrutó de la vista como yo lo hacía de la mía. Me encantaba su piel con tinta, preguntándome cómo se vería un tattoo en mi cuerpo. —Por un demonio, Calista —jadeó tomándome fuertemente de la cintura, apresando mis glúteos y alzándome hasta pegarme a la pared más cercana. Mis labios se pegaron a los suyos con salvajismo, mordiendo y chupando, mi cabeza nublándose por el deseo pensando únicamente en él y lo que quería en ese momento. Mis piernas rodeaban sus caderas, nuestras intimidades rozándose y nuestras bocas dejando escapar jadeos ar