Calista No supe qué decir, enmudecí y lo único pude hacer fue abrazarme más a su cuerpo. Con cada cosa que descubría de él más iba comprendiendo por qué era de aquel modo, tan indiferente con todo lo que le rodeaba, el por qué nada parecía dañarlo.—¿Nadie celebra navidad en esta casa? —No, mi abuelo lo prohibió a raíz de eso. Antes de que eso ocurriera solían dar grandes fiestas, poco recuerdo de ello pero siempre había bastante gente vistiendo en sus mejores galas. Tantos platillos de diferentes culturas que no podrías imaginar, las decoraciones eran tan extravagantes y todo era tan emotivo. Mi padre solía darme grandes regalos, me llenaba de ellos, solía recordarme lo importante que era para él y lo importante que sería en aquella familia —inhaló aire, contenido la amargura que seguramente le traían aquellos recuerdos —. Suelo ser duro con mi madre, pero ella en verdad se merece ese trato, Calista. El día en que él murió, ese día descubrió que Egan no era Egan hijo y que... —soltó
Calista Por la mañana desperté temprano para terminar de empacar lo que llevaría a casa de mis padres, entre esas cosas las de Aetos. Quien aún dormitaba perezoso sobre la cama, con las sábanas cubriéndole solamente el trasero y dejando a la vista su espalda y sus gruesas piernas. Usé todo mi autocontrol para no lanzármele encima y me sentí un tanto avergonzada al ver las marcas de mis uñas en su piel. Sacudí mi cabeza espantando cualquier pensamiento impuro y corrí a la ducha, dejando que la tibieza del agua calmara ese fuego incontrolable en mi. Me estaba volviendo demasiado adulta a su cuerpo y debía mantener el control como todo en mi vida. Al salir de la ducha traté de no mirarlo, fingiendo que era otro día en mi habitación en casa de mis padres y que no había un hombre desnudo en ella. Quise reír de mi propio pensamiento, tan estúpido como mi actitud. Busqué entre mi ropa algo casual y entre tanto tomé unos jeans y una blusa de cuello de tortuga en color blanca, también busq
Calista El viento agitó mi cabello con ferocidad al salir del Jet, dos camioneta esperaban por nosotros y sus respectivos choferes. Aetos no me acompañaría a casa hasta después de su reunión con el señor Oikonomou. —Nos vemos más tarde —se despidió de mí antes de abordar la camioneta al mismo tiempo que yo lo hacía con la otra. Me dediqué a ver la ciudad que conocía de memoria a través del cristal del auto, extrañaba mucho conducir por mi cuenta e ir a cualquier lugar que deseara. En Atenas no tenía restricción pero no conocía la ciudad, me sentía perdida y conducir con GPS no era algo que me gustara mucho. Además, nadie de la familia viajaba sin seguridad y no creía que Aetos hiciera una excepción conmigo. Sonreí al ver la residencia de mis padres recibiéndonos, casi salté del auto sintiendo tanta libertad al andar por aquella acera sin sentir los ojos juzgadores en busca de un error, de encontrar una debilidad. Era tedioso pasar siempre a la defensiva y aunque mi familia no era
AetosEl señor Oikonomou se puso de pie y extendió su mano para estrecharla como la mía, después de una hora conversando con él y convenciéndolo de el por qué debía venderla. Con la propuesta que le había ofrecido era imposible que se negara, no sólo era dinero, sino la promesa que la empresa siempre abriría las puertas para sus descendientes. —Lo estaremos esperando en Atenas, señor Oikonomou —dije volviendo a colocarme los lentes de sol y tomando el portafolio que había traído conmigo. —Nos vemos en una semana, será un placer conocer a su esposa. Asentí levemente antes de salir del lugar con el triunfo en mis manos sabiendo que no había nada en el mundo que quisiera y no poder obtenerla. Muchos me conocía por ser un "Titán" en los negocios y no se equivocaban al catalogarme de aquella manera. Obtener a Innovative Technology P & P no era ningún problema para mi y me asegura el éxito que tenía planeado para ella. Abordé la camioneta que me llamaría a casa de los Athanasiou, un pe
AetosEl hermano de Calista se acercó junto a Nikolau proponiendo un partido de golf luego del almuerzo. Ese deporte no era uno de mis favoritos pero terminé aceptando, era mejor que estuviera ocupado pateándole el trasero de otra forma que no fuera a golpes. Me senté al lado de mi esposa en la mesa de comedor, mientras el otro tomaba asiento al lado de Cristel manteniendo una conversación entre ellos. —Y al fin, ¿nos acompañarán para la cena de navidad? —preguntó la señora Aghata en medio de la comida, no dije nada dejando que fuese Calista la que respondiera y decidiera si venir o no. —Nos encantaría acompañarlos, pero debido a que nuestra luna de miel duró sólo unos pocos días con Aetos habíamos decidido retomarla para estas fechas —mintió —no sabía cómo decírtelo y que no te sintieras ofendida, madre. —Oh... —murmuró decepcionada —en ese caso, es entendible. —Esas fechas son para pasarla en familia, mi niña —se metió la anciana. —Lo sé, abuela, pero ahora Aetos es mi familia
Calista Salí de la habitación con una estúpida sonrisa en mis labios, adelantándome a la terraza en lo que él se daba una ducha. Maldiciéndolo por hacerme caer en la tentación, sabía el efecto que causaba en mi y quizá con lo que acababa de pasar se terminaba de convencer que no había razón para sentir celos por Ulises. «¿Por qué iba a sentir algo por alguien que decidió irse y nunca volver por mi?» Además, yo misma decidí sacarlo de mi corazón antes de que él se marchara, decidiendo sufrir un poco tiempo a sufrir por años con los celos, inseguridades y la distancia. Subí los escalones que me llevaban a la terraza donde habían subido a la abuela, quien estaba en compañía de mis tías, sus nietas y sus yernos. Madre aún no llegaba, Cristel aparecía por las escaleras que llevaban al jardín en compañía de Ulises. Su visita no se debía directamente a mi, sino a toda la familia, todos aquí lo quisieron y lo trataban como parte de la familia. Tomé asiento en un sillón para dos, guardando
Aetos La gente me hartaba, fastidiaba a niveles exorbitantes metiéndose en la vida de los demás, sintiéndose lo suficientemente grande para opinar, como si sus vidas fueran perfectas. La familia de Calista me parecía más insoportable que la mía, eran hipócritas y falsos. Al menos la mía no se molestaba en fingir cordialidad, en que sentían ágrafo por ti. Te odiaban y te lo decían en la cara. Cerré la puerta de golpe preguntándome una y otra vez que hacía en aquel lugar, visitando a quienes no me interesaban en los más mínimo. Aguantando a un hijo de puta que coqueteaba con mi esposa en mis narices, soportando a una anciana entrometida y a una hermana ardida. No solía hacer nada por nadie, sólo actuaba para mi propio beneficio, jamás me metía con temas que incluían a terceros. Pero me enfurecía que se metieran con Calista, que tuvieran el suficiente descaro para tratar de hacerla menos estando yo presente. Cómo sino estuviese en mi naturaleza no dejarme humillar, porque lo que le ha
Calista Busqué en mi armario un vestido que lograra llamar mi atención, tenía tres opciones sobre la cama pero ninguno era lo que quería. Tomé una foto de los tres y se las envié a Aetos para que me diera una opinión. Mientras esperaba buscaba opciones de calzado y maquillaje. La puerta se abrió y me asomé pensando que se trataba de él pero al ver a mi hermana entrar junto a mi hermana hice una mueca e hice como si no las hubiese visto.—¿Saldrás, hija? —preguntó mi madre pasando la vista por los vestidos sobre la cama. Dejé salir un suspiro y salí del closet parándome a unos pasos y cruzarme de brazos.—Tengo mejores opciones en mi closet, Cali, podemos buscar algo ahí —comentó mi hermana acercándose tratando de buscar una cordialidad que no le daría.—No, me las arreglaré con lo que tengo —mi teléfono vibró en mi bolsillo, me apresuré a revisarlo para leer su respuesta que fue mejor de lo que pensé. Avisando que enviaría a alguien para que me preparara, algunas prendas exclusivas