CalistaEsa noche no bajé a cenar, lo hice en la soledad de mi habitación, estuve viendo la tv por un momento y después lo apagué acomodándome para dormir, sintiendo ese vacío que provocaba su ausencia. Me desperté a media noche y él aún no llegaba, ni siquiera un mensaje mandó para comunicarme que no llegaría. Dejé de lado el móvil y traté de seguir durmiendo. Fue hasta en la madrugada que escuché la puerta ser abierta y momentos después acomodarse a mi lado. No me moví ni tampoco di indicios de estar despierta. Al amanecer me desperté, miré a mi lado viéndolo dormir plácidamente, en silencio me levanté y me metí al baño para darme una ducha rápida, sequé mi cabello y me vestí, viendo de vez en vez hacia la cama. Debía estar muy agotado para seguir dormido, terminé de maquillarme y me acerqué sentándome en el borde, acaricié su brazo y me incliné para besar sus labios. —Aetos —susurré su nombre continuando con el camino de besos, él abrió sus ojos mirándome con cansancio. —¿Ya te
Calista Volví a la mansión yendo al jardín oyendo todavía el desorden que se tenían arriba, no quería entrometerme en eso y tampoco quería que sus gritos me causaran migraña. Contesté una llamada de madre mientras una de las empleadas me servía café. —¿Cómo están las cosas por allá, cariño? Vi que ayer te molestaron —preguntó con un tinte de preocupación en su voz. —Están mejor, Aetos está solucionando y esta noche darán el comunicado a la prensa. —¿Tú cómo estás? —Bien, un poco ocupada con el trabajo. —Estaba pensando en las fiestas, se acerca navidad y me gustaría que lo pasáramos en familia como todos los años. —A mi también pero es un tema que tengo que hablarlo con Aetos. —Convéncelo, quiero a mis hijos reunidos en casa. Sé que se siente incómodo aquí pero hablaré con todos para que traten de incluirlo. «Incluirlo» No creía que a él le gustara esa palabra, sino había acercamiento entre ellos era porque ninguno estaba interesado. Aetos era una persona distante según lo que
Calista Coloqué las prendas en mi cuerpo, modelando frente al espejo y mirándome de varios ángulos, me gustaba como me veía y a pesar de que mi cuerpo siempre era criticado por ser delgado y sin tantas curvas a mi me gusta y mucho. Mis glúteos no eran tan grandes, mis pechos eran de un tamaño intermedio y mi cintura algo estrecha. Recordaba que Cristel siempre me motivaba a hacer ejercicio o que me sometiera a alguna intervención quirúrgica, nunca lo quise y es que, como lo dije anteriormente, me gustaba tal y como era, y tampoco estaba dispuesta a soportar el dolor que conllevaban las cirugías, tampoco tenía disponible tanto tiempo para las dietas. Cubrí mi cuerpo con la bata de seda en color negro, esta llegaba un poco más abajo de mi trasero, dejando mis piernas al descubierto. Momentos más tarde Delia tocó a la puerta subiendo con la cena preparada, Aetos me mandó un mensaje que estaba entrando a la propiedad. Por lo que pude ver en la puerta la señora Aricia no desistió de su id
Calista Me dio la llave y se marchó, busqué en el mini bar una botella de whisky y me devolví, me sobresalté al ver la figura de Andreus recostada en el umbral del despacho. —¿Me estás siguiendo? —pregunté siendo descortés, frunciendo el ceño queriendo dejarle en claro que no me agradaba tal acción. Él se encogió de hombros, me miró con descaro y sonrió. —No lo diría así, es más como que tu presencia me atrae, Calista y más cuando andas vestida así. Muchas cosas pasan por mi mente —me asqueé de oírlo, sintiéndome acosada por la forma en que sus ojos me analizaban. —No hagas eso —señalé queriendo marcharme de ahí. —¿Hacer qué? —dio un paso adentro mirándome de esa forma que detestaba, di un paso atrás queriendo encontrar una salida. —No me sigas y mantente alejado de mi. Ahora te pido que salgas o llamaré a Aetos. —¿Para que llamarlo si te puedes divertir conmigo? Después de lo sucedido dudo mucho que tenga ganas de...—lo interrumpí no queriendo oír su voz. —Lárgate y no vuelv
Calista Bajé del vehículo quedando frente al edificio del señor Konstantinou, me adentré al lugar con mi secretaria atrás de mi, la recepcionista nos recibió y al identificarme nos llevaron hasta el piso donde se encontraba la sala de juntas. —Calista, qué gusto volver a verte —me saludó el señor Konstantinou quien se encontraba en la entrada de la sala. —Lo mismo digo —le sonreí estrechando la mano que me extendió. —Seré franco contigo desde el principio, acepté esto porque se trataba de ti y quiero darte la oportunidad de escucharte, pero no estoy interesado en entablar ninguna relación con los Vasileiou, especialmente con tu esposo. —Las negociaciones son conmigo, así como todo lo referente a VM, seguramente estarás al tanto que soy la nueva directora ejecutiva de la empresa. —Si, mis más sinceras felicitaciones. —Gracias, señor Konstantinou. —Pasa, mi equipo aguarda por ti. Entré junto a mi secretaria, sentándome en la otra punta de la mesa, Eileen se encargó de conectar e
Calista El ambiente siguió igual de tenso como las dos personas que me acompañaban, quería dar por terminada la reunión y marcharnos de ahí. Pero tampoco encontraba las palabras adecuadas para excusarnos.—¿Cómo está la señora Bryony? He oído por mi padre que está muy enferma. Dejé la taza de chocolate sobre la mesa y de reojo miré a mi esposo quien se entretuvo con su móvil en lo que conversaba con Ulises, pareciendo desinteresado cuando sabía que tenía la atención puesta en cada uno de nuestros movimientos y conversaciones. —Está estable —me entristecí al recordar el estado de mi abuela y mi constante miedo de que empeorara —hace unos días tuvo una recaída que nos asustó mucho. —Puedo imaginarlo, sé lo mucho que significa ella para ti y de corazón espero que mejore. Ella es una señora muy fuerte. —Gracias —le sonreí, mi abuela fue bastante cercana a Ulises y siempre vio con buenos ojos nuestra relación alegando que de mis hermanos sería la única que sería feliz al estar enamorad
Calista Decidí no quedarme con la duda y seguirlo hacia donde suponía que había ido, me quité los tacones y me calcé con las pantuflas rosas que estaban cerca. Bajé las escaleras con paciencia y al estar en el primer piso hice caso omiso de las miradas indiscretas. Busqué el pasillo que conducía a las escaleras del piso subterráneo donde se encontraba el dichoso gimnasio y sólo esperaba no perderme. Me llevó mucho tiempo llegar hasta el lugar, escuché la música de fondo y el sonido de las máquinas ser utilizadas. Al entrar lo encontré haciendo pesas, concentrado en lo que hacía pero no dudaba que se hubiese percatado de mi presencia. —¿Y bien, querido esposo? —elevé la voz para que pudiera escucharme claro, deteniéndome a su lado tratando de que mi respiración se escuchara normal y no agitada por haber bajado tantas escaleras.—¿Y bien, qué? —soltó de mala gana —¿qué es lo que quieres escuchar? Soltó las pesas y se paró delante de mi. —¿Por qué te ha molestado tanto este asunto?
CalistaCuando él estuvo listo volví a la habitación y sin decir una palabra caminé hacia afuera con él a un paso detrás de mi. Mi sangre parecía lava de la indignación que tenía, me había hecho aclararle todo pero no se dignó a darme una explicación. Cierto era que no le había dando importancia en ningún momento a esa mujer, ni una mirada especial que la diferenciara del resto, que diera indicios de haber sido una mujer importante en su vida. Motivo por el cual no me sentía celosa, sólo molesta por no decir las cosas como en verdad eran. Cuando las puertas del comedor se abrieron oculté el desagrado que me ocasionaba verlos a todos, en principal a Andreus, me incomodó la presencia de las amigas de Alyda sentadas en a mesa como si fuesen parte importante de esta familia. No les di mucha atención y me senté en mi sitio, sin permitir que Aetos corriera la silla para mi. El silencio inundó la sala, el único ruido fue la del servicio acomodar cada plato delante de nosotros. Sentía la te