CalistaCuando él estuvo listo volví a la habitación y sin decir una palabra caminé hacia afuera con él a un paso detrás de mi. Mi sangre parecía lava de la indignación que tenía, me había hecho aclararle todo pero no se dignó a darme una explicación. Cierto era que no le había dando importancia en ningún momento a esa mujer, ni una mirada especial que la diferenciara del resto, que diera indicios de haber sido una mujer importante en su vida. Motivo por el cual no me sentía celosa, sólo molesta por no decir las cosas como en verdad eran. Cuando las puertas del comedor se abrieron oculté el desagrado que me ocasionaba verlos a todos, en principal a Andreus, me incomodó la presencia de las amigas de Alyda sentadas en a mesa como si fuesen parte importante de esta familia. No les di mucha atención y me senté en mi sitio, sin permitir que Aetos corriera la silla para mi. El silencio inundó la sala, el único ruido fue la del servicio acomodar cada plato delante de nosotros. Sentía la te
Calista —Estás advertida Alysa —dio una última mirada a todos, disfrutaba del poder que te la sobre ellos, lo notaba. Que todos obedecieran su palabra, que le mostraran respeto y les tocara tragarse todo lo que tenían por decirles. Ambos caminamos a nuestra habitación dejando a los demás en completo silencio, con el fastidio impregnado en sus caras. A nadie le gustaba que les dijeran que hacer o no, medir sus pasos por una estadía en esta casa no valía vivir bajo el mandado de alguien más. Me deshice de mis tacones y me serví un trago de Vodka, sin decirle una planta, aún molesta con él caminé al balcón, disfrutando del silencio y extrañando demasiado la terraza en casa de mis padres. Solté un suspiro cansino, mañana viajaría a Salónica después del trabajo y probablemente Aetos no vendría conmigo. También estaba el asunto de convencerlo para pasar las fiestas en casa de mis padres, no se veía como alguien que le gustase celebrar esos días y mucho menos darle importancia. Sentí s
Calista Llegué a la empresa disfrutando de las miradas de respeto de los empleados, mi secretaria me recibió con un café y con la agenda en sus manos, informándome que el contrato estaba listo y que por la tarde vendría el señor Konstantinou a firmarlo. Antes del almuerzo me sorprendió que mi hermano me estuviera llamando, dude un momento en responder, no quería que hubiera otra disputa que nos distanciara más. —Hola —respondí en un tono neutro. —Hola —su voz sonaba algo tensa —¿Cómo estás? —Bien —mi respuesta fue algo borde. —¿Vendrás este fin de semana a casa? Me gustaría poder hablar contigo. —Ya lo estás haciendo, Adonis. ¿Qué quieres hablar conmigo? —No me gusta estar distanciado contigo y... no quiero que nuestra relación de "mejores hermanos" se vea arruinada por lo sucedido. —¡Oh! Deberías aprender a dominar tu lengua y no dañar con tus palabras.—Lo siento, fui un imbécil y un egoísta. No es fácil superar que te perdimos, Calista —soltó un suspiro —esta empresa no es
Calista Entré al salón del comedor ignorando las distintas miradas sobre mi, para esa noche había elegido un formal vestido grisáceo, de escote recto y entallado hasta unos milímetros más abajo de la rodilla, mis tacones tronando en cada paso y sin bajar la mirada. Me sentía andando entre víboras y cocodrilos, ambas especies hambrientas y deseadas por clavar sus colmillos sobre mi piel para devorarme y hacerme nada. No saludé a nadie, no abrí mi boca en lo absoluto y me senté en el sitio predispuesto para mi, complaciéndome con los gestos rabiosos de una de ellas que apretaba con fuerza el tenedor en sus manos. Joven y estúpida, pensé de inmediato. La cena fue servida en cuanto me acomodé en mi lugar, había comunicado al servicio que Aetos no nos acompañaría esta noche. —¿Dónde está Aetos? —preguntó su primo fijándose en la silla vacía, viendo el deseo y la envidia por el lugar que tanto ansiaba para él y que nunca sería suyo. —Ocupado —respondí llevando la copa de vino a mis lab
CalistaSu voz fue tan fuerte como un rayo e hizo que su madre retrocediera un paso asustada, miró de su hijo al fuerte agarre que sujetaba su brazo. —¿Es así como le hablas a ti madre? ¿Pones a esta mujer antes que a mi? ¿Qué es lo que te sucede? —Eres mi madre sólo porque me pariste, solo por esa simple razón porque de otro modo no te considero como una. He sido claro en cuanto a Calista, ella es mi esposa y por ende van a respetarla. No quiero saber que ha vuelto a ocurrir algo cómo lo sé esta noche, ¿te quedó claro? —soltó su brazo y se giró hacia mi, viendo un atisbo de preocupación en sus ojos que se disolvió en menos de un segundo volviendo a su normal serenidad. —¿La defiendes a ella cuando también me abofeteo? No es ninguna inocente, ni una mujer frágil como para que...—La abofetee porque usted lo hizo primero. No crea que voy a poner mi otra mejilla para usted, porque no sucederá. Aetos caminó a mi lado y rodeó mi espalda baja con uno de sus brazos.—Sé como es Cali
Calista No supe qué decir, enmudecí y lo único pude hacer fue abrazarme más a su cuerpo. Con cada cosa que descubría de él más iba comprendiendo por qué era de aquel modo, tan indiferente con todo lo que le rodeaba, el por qué nada parecía dañarlo.—¿Nadie celebra navidad en esta casa? —No, mi abuelo lo prohibió a raíz de eso. Antes de que eso ocurriera solían dar grandes fiestas, poco recuerdo de ello pero siempre había bastante gente vistiendo en sus mejores galas. Tantos platillos de diferentes culturas que no podrías imaginar, las decoraciones eran tan extravagantes y todo era tan emotivo. Mi padre solía darme grandes regalos, me llenaba de ellos, solía recordarme lo importante que era para él y lo importante que sería en aquella familia —inhaló aire, contenido la amargura que seguramente le traían aquellos recuerdos —. Suelo ser duro con mi madre, pero ella en verdad se merece ese trato, Calista. El día en que él murió, ese día descubrió que Egan no era Egan hijo y que... —soltó
Calista Por la mañana desperté temprano para terminar de empacar lo que llevaría a casa de mis padres, entre esas cosas las de Aetos. Quien aún dormitaba perezoso sobre la cama, con las sábanas cubriéndole solamente el trasero y dejando a la vista su espalda y sus gruesas piernas. Usé todo mi autocontrol para no lanzármele encima y me sentí un tanto avergonzada al ver las marcas de mis uñas en su piel. Sacudí mi cabeza espantando cualquier pensamiento impuro y corrí a la ducha, dejando que la tibieza del agua calmara ese fuego incontrolable en mi. Me estaba volviendo demasiado adulta a su cuerpo y debía mantener el control como todo en mi vida. Al salir de la ducha traté de no mirarlo, fingiendo que era otro día en mi habitación en casa de mis padres y que no había un hombre desnudo en ella. Quise reír de mi propio pensamiento, tan estúpido como mi actitud. Busqué entre mi ropa algo casual y entre tanto tomé unos jeans y una blusa de cuello de tortuga en color blanca, también busq
Calista El viento agitó mi cabello con ferocidad al salir del Jet, dos camioneta esperaban por nosotros y sus respectivos choferes. Aetos no me acompañaría a casa hasta después de su reunión con el señor Oikonomou. —Nos vemos más tarde —se despidió de mí antes de abordar la camioneta al mismo tiempo que yo lo hacía con la otra. Me dediqué a ver la ciudad que conocía de memoria a través del cristal del auto, extrañaba mucho conducir por mi cuenta e ir a cualquier lugar que deseara. En Atenas no tenía restricción pero no conocía la ciudad, me sentía perdida y conducir con GPS no era algo que me gustara mucho. Además, nadie de la familia viajaba sin seguridad y no creía que Aetos hiciera una excepción conmigo. Sonreí al ver la residencia de mis padres recibiéndonos, casi salté del auto sintiendo tanta libertad al andar por aquella acera sin sentir los ojos juzgadores en busca de un error, de encontrar una debilidad. Era tedioso pasar siempre a la defensiva y aunque mi familia no era