El niño de ojos bicolor permanece sentado en la arena del parque. El día se encuentra nublado y parece que en cualquier momento comenzará a llover. El menor mantiene el ceño fruncido, y en sus labios un puchero con una expresión de disgusto, mientras observa en dirección a la banca en la que se supone debe estar su niñera; pero ésta brilla por su ausencia.
—Elliot, hola. —escucha una suave voz infantil, y al alzar la mirada se topa con la niña castaña de ojos color esmeralda.
Emely avanza a pasos rápidos a través del pasillo de paredes blancas sintiendo cómo, de los nervios, sus piernas flaquean a cada paso que da. Su padre y Matty, quien se encontraba despierto e insistió hasta el cansancio en acompañarlos tras escuchar lo del accidente, caminan junto a ella, tratando de llegar lo más pronto posible al lugar en donde podrán darles información sobre los chicos.¿Qué fue lo que pasó? Por más vueltas que le da en su cabeza, no llega a una conclusión exacta sobre lo que pudo haber ocurrido, Matt siempr
Es el tercer día consecutivo en el que Emely permanece sin salir de su habitación, está castigada, al igual que el pobre Matty, y no siente ánimos de salir a convivir con su familia. No hace más que estar acostada en la cama, llorando todo el día con el celular en la mano, leyendo una y otra vez todos los mensajes que Matt había enviado, ignorando que el teléfono se encontraba extraviado.Ahora que lo analiza, puede verlo todo con mucha claridad. Esas pastillas ya no tenían el mismo efecto en ella; el cansancio, sus alucinaciones, las pesadillas… la niña… ¡todo aquello apareció en su vida una vez que dejó el psiquiátrico y comenzó a consumir
Han pasado dos días, y como en los anteriores, Emely observa fijamente el exterior, a través de la ventana de la sala de estar, esperando pacientemente a ver el auto de sus vecinos, con la esperanza de poder ver a Matt llegar en bien a su casa.Su familia no se encuentra, lo que significa que podría salir sin recibir una reprensión, y de no ser por la orden de restricción que las madres de Matt le han puesto, figuradamente, ella se encontraría de pie frente a la casa de éstos, esperándolo con los brazos abiertos.Cuando el momento tan esperado llega, se incorpora en la silla hasta quedar de rodillas si
Emely observa con terror y dolor como el rostro de su hermano se torna rojo, a causa del llanto, mientras éste mantiene sus ojos puestos en ella y niega con la cabeza, negándose a creer lo que le ha dicho. Desesperada, gira el rostro en dirección a su padre, quien observa con angustia al menor, y en un intento por apaciguar las cosas, decide intervenir.—Matty, lo que tú madre dijo…—Lo que yo dije, ¿qué? —contesta Eleanor, saliendo de la casa junto a sus otras dos hijas, quienes también tienen lágrimas rodando s
¿Aún es de noche? ¿o ya ha amanecido? Ella no lo sabe. Ha perdido la noción del tiempo. Abre los ojos lentamente, sus párpados le pesan y siente como si alguien taladrara su cabeza. Al despertar por completo, se da cuenta de que aún no amanece, gira su rostro hacia la mesa de noche junto a su cama, y observa la hora en el despertador, aún son las tres de la madrugada. El tiempo ha pasado tan lento desde que volvió a casa a la una de la madrugada, con la respiración agitada y su cuerpo bañado en sudor luego de correr sin parar.Suspira profundo y se gira en la cama, mientras aparta el cabello de su rostro, húmedo por el sudor. Se incorpora hasta quedar sentada y masajea su sien dere
Emely abre los ojos lentamente, mientras se incorpora en la cama. Está oscuro, pero, aun así, puede notar que se encuentra en su habitación, por la ubicación de la ventana y la puerta del baño. Frunce ceño en confusión, ¿qué ha pasado? ¿Cómo llegó ahí? ¿Dónde están sus hermanas?Amplía los ojos cuando recuerda lo último que pasó antes de que quedara inconsciente. Con mucha prisa sale de la cama, y corre hacia la puerta para salir de ahí, y es cuando se da cuenta de que todo en esa casa se siente extraño, incluso ella. No se siente como sí misma. En el pasillo cercano a las gradas hay una luz encendida, ladea un poco la cabeza
Es un día jueves de 1999, el clima está realmente frío y las calles algo solitarias. Eleanor, de diecinueve años, camina a pasos apresurados por los pasillos de un enorme edificio; su falda es demasiado ajustada y los tacones chiman sus dedos, pero no le importa, ese día conocerá a su jefe y está dispuestas a darle una buena impresión. Apenas acaba de salir de una casa de acogida, y ya es tiempo de que vele por ella misma como toda una adulta.—Eleanor, llegas temprano —dice el hombre que la contrató, quien es algo así como el jefe de su jefe. —. Él ya debe estar por llegar, no es muy puntual, y olvida la mayoría de las cosas, por eso te contraté.
Sentado en la barra de un bar, ubicado en el edificio contiguo al hospital, Mark se encuentra intentado ahogar sus penas con alcohol. Siente que su universo entero se ha venido abajo; y lo peor, es que él pudo haberlo evitado todo. Era previsible, su hija no estaba mentalmente estable, y debió haber intervenido desde el momento en el que la encontró en la sala, con sus manos manchadas por la sangre del perro. Ahora, estaba a punto de perder a sus pequeñas hijas, y eso lo hacía sentir impotente. Su vida se había arruinado, y estaba seguro de que, si las niñas lograban recuperarse totalmente, Eleanor se encargaría de alejarlas de él, igual a Matty.—Señor Watson. —lo saluda el o