CAPÍTULO 146

Isabella estaba sentada en la soledad de su sala de estar, el silencio interrumpido solo por el tictac del reloj del pie y el ocasional crujido de la chimenea. Estaba envuelta en un capullo de sombras, la tenue luz resaltaba sus rasgos contra el respaldo de la silla de cuero. Sus pensamientos eran una tempestad, agitados por la traición y la confusión.

Un suave golpe en la puerta atravesó la quietud como un bisturí, preciso e inoportuno. El corazón de Isabella se apretó, una premonición se desarrolló dentro de ella. La puerta se abrió con un suave crujido, dejando entrar una pizca del crepúsculo que pintaba el mundo exterior en tonos lavanda y rosa.

—Isabella. —la voz de Amelie flotó, impregnada de una calidez que parecía estar en desacuerdo con el frío en las venas de Isabella.

—Amelie…—comenzó Isabella, su voz tan fría como el suelo de mármol bajo sus pies, —¿qué te trae a mi puerta tan espontáneamente?

—Necesitaba verte, explicarte...—Amelie se acercó, pero Isabella levantó una man
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