Bajo el opulento dosel de los pinos centenarios, la naturaleza misma parecía reverenciar mientras el día de la boda de Amelie se desplegaba como los pétalos de una rara flor. Darius y Daniel la flanqueaban, sus pasos deliberados y orgullosos mientras atravesaban el camino sembrado de flores silvestres, un pasillo que brillaba bajo la caricia del sol del final de la tarde. El bosque estaba lleno de susurros del viento y el suave murmullo de la manada reunida como testigo, sus ojos reflejaban la alegría de la unión.—Hoy. —comenzó Daniel, su voz resonando con la profundidad de los ríos antiguos mientras hablaba con Amelie—, unes tu vida con otra, entrelazando tu destino con amor y esperanza. Amelie, resplandeciente con un vestido que capturaba la esencia misma del brillo de la luna, se encontró con la mirada de su marido, el Dr. Alexander Aldridge, que la esperaba. Sus manos se unieron, temblando ligeramente por el peso del momento.—Alexander. —pronunció, su voz, como un hilo de seda
El resplandor ámbar del sol poniente se filtraba a través de las cortinas, proyectando un tono cálido sobre las viviendas meticulosamente dispuestas. Isabella, con el corazón latiendo como un pájaro cautivo ávido de libertad, se preocupaba por los toques finales de la atmósfera íntima que había orquestado. La mesa estaba puesta con porcelana delicada, del tipo que uno esperaría en una merienda en lugar de una cena para dos, cada pieza adornada con intrincados diseños florales que hacían eco del jardín que florecía en su alma.—Isabella, esto es exquisito. —la profunda voz de Darius resonó desde la puerta, su presencia cambió inmediatamente la atmósfera de la habitación.Ella se volvió hacia él y sus ojos reflejaron el tapiz de emociones que la recorrían. —Quería que esta noche fuera especial. — confesó ella, su habitual comportamiento cauteloso, derritiéndose bajo su mirada de aprobación.—Cada momento contigo es especial, mi amor. —dijo mientras acortaba la distancia entre ellos, en
Los dedos de Darius rozaron la áspera veta de la puerta de madera, empujándola para abrirla con una promesa silenciosa grabada en su corazón. La cabaña, envuelta por imponentes pinos y susurros de magia antigua, exudaba un aura de tranquila anticipación, como si también reconociera el significado de esta noche, una noche marcada por la luminosa luna llena, cuya luz entraba por las ventanas como focos celestiales.Se movió con determinación, iluminando el interior con el suave resplandor de las velas. Sus llamas parpadeantes danzaban con gracia sobre las paredes, proyectando sombras que se balanceaban al ritmo de una melodía inaudible. El aire estaba impregnado del olor a pino y el sutil toque de jazmín; este último era una elección deliberada, porque Darius sabía que sus propiedades calmantes podrían calmar la tempestad que a menudo veía arremolinándose en la tormentosa mirada de Isabella.Había una mesa preparada, cubierta con un mantel tejido con los hilos más finos y su superficie
La habitación estaba llena de una calma serena mientras Daniel y Kyra contemplaban con amor a su nueva hija, Accalia, dormida en su cuna. La pequeña parecía envuelta en un aura de tranquilidad y belleza, y Daniel y Kyra se sentían llenos de gratitud y alegría por su llegada al mundo.Sin embargo, en medio de la felicidad que los envolvía, Daniel comenzó a sentir una sensación extraña en su interior, un cosquilleo que recorría su cuerpo y despertaba recuerdos olvidados. Una energía poderosa y familiar comenzó a pulsar dentro de él, recordándole los dones y habilidades que había perdido hace tanto tiempo.Con un impulso repentino, Daniel se levantó de su asiento y salió de la habitación, dejando a Kyra con una mirada de sorpresa y preocupación en su rostro. Siguiendo el llamado de la energía que lo atraía, Daniel subió las escaleras de la mansión Storm con determinación, su corazón latiendo con fuerza en su pecho mientras se acercaba a lo más alto del edificio.Al llegar al punto más al
En la tranquila oscuridad de la habitación, Darius yacía en la cama mientras Isabella dormía plácidamente a su lado. Sin embargo, su sueño fue interrumpido por un sonido familiar que resonaba en lo profundo de su ser: el llamado de la manada.Con los ojos abiertos en la penumbra, Darius sintió cómo la emoción lo invadía mientras escuchaba el aullido de los suyos, una melodía que transmitía un mensaje de liberación y renovación. Sabía en su corazón que la maldición que había afligido a la manada Storm durante tanto tiempo había sido finalmente rota.El suave movimiento de Isabella a su lado lo llevó de regreso al presente, y Darius se volvió hacia ella con una sonrisa en el rostro. Despertándola con delicadeza, le contó la noticia que había recibido en la oscuridad de la noche.—Isabella, cariño. —susurró Darius, su voz llena de emoción contenida—, la maldición ha terminado. La manada ya no está encadenada por las sombras del pasado. Los ojos de Isabella se abrieron lentamente, su mir
El bullicio del aeropuerto envolvía a Isabella y a su familia mientras se preparaban para despedirse. Alexander, Amelie y Giulia estaban a punto de abordar su vuelo hacia Londres, y el momento de la despedida había llegado demasiado rápido.Con los ojos llenos de emoción, Isabella abrazó a su hermano con fuerza, sintiendo un nudo en la garganta al darse cuenta de lo mucho que los iba a extrañar.—Gracias por todo, Alexander —dijo Isabella con voz entrecortada por la emoción. —Cuida mucho de ti mismo en Londres, de Giulia y de tu esposa. Alexander le devolvió el abrazo con ternura, asegurándole que estarían bien y que siempre estarían allí el uno para el otro, sin importar la distancia que los separara.—Te extrañaremos. —dijo Amelie con voz temblorosa, sus ojos brillando con lágrimas contenidas.Giulia se aferró a Isabella con fuerza, su expresión reflejando la tristeza de la separación. —Te prometo que volveremos a vernos pronto. —murmuró—. No vas a librerate de tu única sobrina. —
El sol derramaba su luz dorada a través de las altas ventanas, proyectando un resplandor celestial sobre la habitación donde se encontraba Isabella Aldridge. El suave susurro de la seda y el tul llenó el aire mientras Amelie y Kyra, con manos suaves, la vestían con el vestido blanco que parecía haber sido tejido desde las mismas nubes de arriba.—Isabella, pareces una visión. —susurró Amelie, con los ojos empañados por lágrimas de alegría no derramadas. Cada pliegue del vestido fue acariciado hasta su lugar, cada perla y cristal en el corpiño brillando con promesa.La mirada de Kyra se detuvo en Isabella, su corazón se hinchó con una emoción tan profunda que sólo podría describirse como orgullo maternal. Se llevó la mano detrás del cuello, los dedos le temblaban ligeramente mientras desabrochaba el collar que había adornado su piel durante más años de los que quería contar. Era una pieza sencilla, delicada y sin pretensiones, pero que contenía el peso de la historia y el amor dentro
Darius estaba de pie en el altar, su corazón latía con un ritmo que parecía hacer eco a través de la misma tierra debajo de ellos. El sol se hundió en el cielo, arrojando un brillo ámbar sobre el claro del bosque donde la manada se había reunido para la ceremonia. Isabella, con el cabello como una cascada de ondas doradas, caminó hacia él, sus ojos reflejaban los tonos cada vez más profundos del crepúsculo.—Hoy. —dijo con voz fuerte y clara —te elijo, Darius Storm, no solo como mi marido sino como mi socio, mi protector y mi más querido amigo. La manada los rodeó, con los rostros iluminados de alegría. Daniel y Kyra estaban uno al lado del otro, con expresiones serenas mientras veían a su hijo prometer su amor y lealtad a la mujer que había capturado su corazón.—Ante la manada como testigo—respondió Darius, tomando las manos de Isabella entre las suyas, —prometo estar a tu lado, apreciarte y honrarte, durante cada fase de la luna, hasta el final de nuestros días. Los aplausos surg