Los gritos y alaridos desesperados se mezclan entre las víctimas y los agresores, ya que estos últimos son asesinados por Otsana y los guardias, mientras que los civiles vociferan debido al pánico."Destroza a esos desgraciados", le ordena su loba, ansiosa por seguir derramando sangre.Otsana, presa de un éxtasis extraño, se deja llevar por su impulso salvaje. Es así como ella se da la satisfacción de sacar toda la ira contenida que ha guardado desde que fue abusada.Poder acabar con rateros como esos lobos la hace sentir que libera a las manadas de una plaga, pero al mismo tiempo, está convencida de que hace justicia por ella y por todas las personas, que han sido víctimas de los deseos egoístas y despreciables de gente como esa.Después de una hora de lucha y derramamiento de sangre, el refugio queda libre de sus enemigos.—Aseguren el refugio y guarden la entrada, recuerden que el hijo del alfa se encuentra aquí —les da instrucciones, acto seguido, Otsana abandona el lugar y corre
PasadoAquellas montañas se imponían majestuosas, en un tono verde que decoraba de apariencia fresca a una pequeña manada, cuyos miembros eran menos civilizados o modernos en comparación con otras comunidades, pero adiestrados en el uso de los recursos naturales y de sus propios cuerpos.Aquellas tierras eran ricas en flora, fauna, ríos y minas, lo que les brindaba una buena estabilidad económica a sus habitantes.Ellos no edificaban grandes edificios, tampoco utilizaban los aparatos electrónicos de los que las demás manadas dependían. En su lugar, ellos eran uno con la naturaleza y muy entregados a los valores y a los buenos sentimientos.Allí había un jovencito que crecía admirando las habilidades de lucha que su padre poseía, quien era el gamma de la manada y el responsable de dirigir a los guerreros que vigilaban los territorios cercanos, para evitar que los lobos ratas o solitarios asaltaran sus territorios.—¡Riú! —El corazón le latió muy rápido cuando el melodioso sonido de la
Con un bostezo y el estiramiento de sus brazos, ella termina de despertarse. Después de levantarse de la cama con pasos pesarosos y torpes, Alexa se para frente al espejo que se encuentra pegado a la pared y que Riú le regaló meses atrás.—Ojeras... —Empieza a sacudirse berrinchuda. Odia su reflejo en el cristal, que es producto de haberse desvelado el resto de la noche, ya que no podía sacarse la imagen del licántropo desnudo de la cabeza—. Ese hombre es una obra de arte... —balbucea.Le es inevitable no sonrojarse ante el recuerdo, mucho menos puede luchar contra las contracciones en su estómago y pelvis, cada vez que su mente reproduce lo ocurrido en la media noche.—Estoy en problemas —razona preocupada—. ¿Cómo me libro de la ira de ese salvaje? Tonta, ¿por qué no tocaste la puerta? Ay... —Se saborea los labios—. Se veía tan sexi dándose placer a sí mismo... —musita ida, pero, al cabo de unos segundos, se sacude la cabeza y aleja esos pensamientos impuros de sí.Temerosa y avergon
La tensión en el ambiente provoca el silencio entre ellos, quienes se limitan a almorzar y a evadirse la mirada. Pese a que el comentario anterior la dejó sin ganas de seguir comiendo, ella hace un esfuerzo para recuperar el deseo de alimentarse y pronto le regresa el apetito.Cuando Alexa se siente satisfecha, se sirve un poco de café y un trozo de pan de maíz y banana. Ella cierra los ojos ante lo exquisito que aquel postre le parece y que de alguna manera se ha convertido en parte de una rutina agradable.Le intriga saber la razón para él añadir aquello al almuerzo casi siempre, pero tampoco se queja porque le parece una costumbre deliciosa, aparte de que es un momento especial que comparte con él, donde tienen charlas banales y hasta juegos de palabras.Esa es la única interacción amistosa que entabla con Riú cuando él está en la cabaña, por lo que añora esos pequeños y simples momentos que pasan juntos.No puede evitar mirar a Riú de soslayo mientras él se sirve café. Ese hombre
Alexa observa al lobo imponente con pánico. Sabe que se trata de Riú, mas no puede evitar el temor que la hace a temblar, al reparar en lo peligroso que luce él en esa forma.«Vamos, se trata del Iceberg. Él nunca te haría daño», se anima a sí misma.«Me voy a transformar a mi forma humana», le avisa él.—Espera... —Ella lo detiene—. Quédate así solo un poco más.Alexa acaba con la poca distancia entre ellos y suspira profundo para controlar el temor que le pide que huya, luego lo mira a los ojos y extiende su mano hacia él.Sus movimientos son lentos y precavidos, pero firmes, así que la palma roza el rostro lobuno de Riú, quien cierra los ojos al sentir el suave y cálido tacto.Por su parte, lejos de seguir sintiendo temor, Alexa es sacudida por una sensación electrizante y muy agradable, que le saca una sonrisa fascinada. Pronto su caricia es menos sutil y le recorre toda la cara, la oreja derecha y el cuello.—Se siente tan bien... —balbucea ella, presa de un éxtasis que le causa
Una guerra de miradas se desata entre ellos dos, donde ninguno da su brazo a torcer.—No volveré a decírtelo, Humana. Cómete el desayuno —le ordena con un tono intimidante.—No tengo apetito...Alexa no termina de hablar porque él la jala por la muñeca, coloca la bandeja en la cama y a ella se la sienta sobre su regazo.—Dos días seguidos en los que aludes que "no tienes apetito". Sabes que debes cuidarte con esmero, debido a que ustedes los humanos son muy frágiles y suelen enfermarse. ¿Qué pasará contigo si eso te llegara a suceder? Aquí no hay doctores ni medicina especializada en tu especie.Ella se queda atónita ante esas palabras. Si bien en el año que lleva viviendo allí solo le dio un resfriado sencillo, nunca ha pensado en su salud ni en lo complicado que sería que ella se enfermara en aquel lugar, donde nadie estaría capacitado para atenderla.—¡Qué considerado! —expresa con tono sarcástico y hace una mueca de disgusto—. Para haberla pasado tan bien anoche, andas demasiado m
Los días transcurren y otra vez Riú deja de ir a la cabaña, con la diferencia de que esta vez lleva dos semanas afuera, lo que empieza a preocuparla porque él nunca había desaparecido por tanto tiempo.Aburrida de no tener con quién conversar, Alexa decide ir a visitar a Clarice, quien debe estar cerca de su parto.La rubia la recibe con euforia, luego empieza a contarle lo mal que la está pasando en la etapa final de su embarazo, pero también lo feliz que es con los mimos y cuidados de su mate, asimismo, lo ilusionada que se encuentra al saber que pronto conocerá a sus cachorros.Escuchar aquello hace sonreír a la humana, pero también la causa tristeza porque es una experiencia que ella no podrá vivir.Alexa la escucha, la consuela y la ayuda en la casa, aunque Arel ya le ha contratado a una mucama para hacer ese trabajo.—¿Te irás? —cuestiona Clarice sorprendida—. Pero, ¿a dónde?—No lo sé aún... —Ella juega con sus manos—. Pero ya no quiero importunar al alfa. Él ha sido muy noble
Toda su frialdad, negación, temores y complejos, asimismo, las barreras que tanto esfuerzo la han costado en construir para protegerse él mismo, pero también para protegerla a ella, están siendo desvanecidas por un simple roce de labios.Aquel contacto superficial, tembloroso e inseguro es como una chispa que podría encender todo un bosque.«No debo...»La lucha contra sus deseos dura muy poco porque, de un momento a otro, él la aprieta contra su cuerpo desde la espalda baja y convierte un roce tímido en un beso de verdad; uno que denota pasión, posesión y un deseo reprimido que estalla con gran presión dentro de él.«Me está correspondiendo...», celebra ella en su mente cuando la boca de Riú se come la suya de una forma tan intensa, que le provoca temblores en todo el cuerpo.Es la primera vez que es besada con tantas ganas y con esa fuerza viril que se apropia de ella y de su voluntad.Cada sonido que sus labios hacen al succionarse, es un ingrediente extra a la excitación que empie