Con un bostezo y el estiramiento de sus brazos, ella termina de despertarse. Después de levantarse de la cama con pasos pesarosos y torpes, Alexa se para frente al espejo que se encuentra pegado a la pared y que Riú le regaló meses atrás.—Ojeras... —Empieza a sacudirse berrinchuda. Odia su reflejo en el cristal, que es producto de haberse desvelado el resto de la noche, ya que no podía sacarse la imagen del licántropo desnudo de la cabeza—. Ese hombre es una obra de arte... —balbucea.Le es inevitable no sonrojarse ante el recuerdo, mucho menos puede luchar contra las contracciones en su estómago y pelvis, cada vez que su mente reproduce lo ocurrido en la media noche.—Estoy en problemas —razona preocupada—. ¿Cómo me libro de la ira de ese salvaje? Tonta, ¿por qué no tocaste la puerta? Ay... —Se saborea los labios—. Se veía tan sexi dándose placer a sí mismo... —musita ida, pero, al cabo de unos segundos, se sacude la cabeza y aleja esos pensamientos impuros de sí.Temerosa y avergon
La tensión en el ambiente provoca el silencio entre ellos, quienes se limitan a almorzar y a evadirse la mirada. Pese a que el comentario anterior la dejó sin ganas de seguir comiendo, ella hace un esfuerzo para recuperar el deseo de alimentarse y pronto le regresa el apetito.Cuando Alexa se siente satisfecha, se sirve un poco de café y un trozo de pan de maíz y banana. Ella cierra los ojos ante lo exquisito que aquel postre le parece y que de alguna manera se ha convertido en parte de una rutina agradable.Le intriga saber la razón para él añadir aquello al almuerzo casi siempre, pero tampoco se queja porque le parece una costumbre deliciosa, aparte de que es un momento especial que comparte con él, donde tienen charlas banales y hasta juegos de palabras.Esa es la única interacción amistosa que entabla con Riú cuando él está en la cabaña, por lo que añora esos pequeños y simples momentos que pasan juntos.No puede evitar mirar a Riú de soslayo mientras él se sirve café. Ese hombre
Alexa observa al lobo imponente con pánico. Sabe que se trata de Riú, mas no puede evitar el temor que la hace a temblar, al reparar en lo peligroso que luce él en esa forma.«Vamos, se trata del Iceberg. Él nunca te haría daño», se anima a sí misma.«Me voy a transformar a mi forma humana», le avisa él.—Espera... —Ella lo detiene—. Quédate así solo un poco más.Alexa acaba con la poca distancia entre ellos y suspira profundo para controlar el temor que le pide que huya, luego lo mira a los ojos y extiende su mano hacia él.Sus movimientos son lentos y precavidos, pero firmes, así que la palma roza el rostro lobuno de Riú, quien cierra los ojos al sentir el suave y cálido tacto.Por su parte, lejos de seguir sintiendo temor, Alexa es sacudida por una sensación electrizante y muy agradable, que le saca una sonrisa fascinada. Pronto su caricia es menos sutil y le recorre toda la cara, la oreja derecha y el cuello.—Se siente tan bien... —balbucea ella, presa de un éxtasis que le causa
Una guerra de miradas se desata entre ellos dos, donde ninguno da su brazo a torcer.—No volveré a decírtelo, Humana. Cómete el desayuno —le ordena con un tono intimidante.—No tengo apetito...Alexa no termina de hablar porque él la jala por la muñeca, coloca la bandeja en la cama y a ella se la sienta sobre su regazo.—Dos días seguidos en los que aludes que "no tienes apetito". Sabes que debes cuidarte con esmero, debido a que ustedes los humanos son muy frágiles y suelen enfermarse. ¿Qué pasará contigo si eso te llegara a suceder? Aquí no hay doctores ni medicina especializada en tu especie.Ella se queda atónita ante esas palabras. Si bien en el año que lleva viviendo allí solo le dio un resfriado sencillo, nunca ha pensado en su salud ni en lo complicado que sería que ella se enfermara en aquel lugar, donde nadie estaría capacitado para atenderla.—¡Qué considerado! —expresa con tono sarcástico y hace una mueca de disgusto—. Para haberla pasado tan bien anoche, andas demasiado m
Los días transcurren y otra vez Riú deja de ir a la cabaña, con la diferencia de que esta vez lleva dos semanas afuera, lo que empieza a preocuparla porque él nunca había desaparecido por tanto tiempo.Aburrida de no tener con quién conversar, Alexa decide ir a visitar a Clarice, quien debe estar cerca de su parto.La rubia la recibe con euforia, luego empieza a contarle lo mal que la está pasando en la etapa final de su embarazo, pero también lo feliz que es con los mimos y cuidados de su mate, asimismo, lo ilusionada que se encuentra al saber que pronto conocerá a sus cachorros.Escuchar aquello hace sonreír a la humana, pero también la causa tristeza porque es una experiencia que ella no podrá vivir.Alexa la escucha, la consuela y la ayuda en la casa, aunque Arel ya le ha contratado a una mucama para hacer ese trabajo.—¿Te irás? —cuestiona Clarice sorprendida—. Pero, ¿a dónde?—No lo sé aún... —Ella juega con sus manos—. Pero ya no quiero importunar al alfa. Él ha sido muy noble
Toda su frialdad, negación, temores y complejos, asimismo, las barreras que tanto esfuerzo la han costado en construir para protegerse él mismo, pero también para protegerla a ella, están siendo desvanecidas por un simple roce de labios.Aquel contacto superficial, tembloroso e inseguro es como una chispa que podría encender todo un bosque.«No debo...»La lucha contra sus deseos dura muy poco porque, de un momento a otro, él la aprieta contra su cuerpo desde la espalda baja y convierte un roce tímido en un beso de verdad; uno que denota pasión, posesión y un deseo reprimido que estalla con gran presión dentro de él.«Me está correspondiendo...», celebra ella en su mente cuando la boca de Riú se come la suya de una forma tan intensa, que le provoca temblores en todo el cuerpo.Es la primera vez que es besada con tantas ganas y con esa fuerza viril que se apropia de ella y de su voluntad.Cada sonido que sus labios hacen al succionarse, es un ingrediente extra a la excitación que empie
PasadoLa niña de seis años caminaba junto a su madre con una gran sonrisa en la cara, ya que era la primera vez que ella era llevada a un parque.Quizás su progenitora estaba cambiando su forma de ser y dejaría de llorar, maldecir y golpearla. Tal vez podría ser una niña normal y que su fantasía de ser tratada con amor se convirtiera en una realidad, desde ese entonces.Sus ojitos verdes brillaban por la emoción y todo su ser desbordaba una alegría, que no era común ver en la pequeña.—¿Quieres algodón de azúcar? —le preguntó la adulta con una amabilidad que sorprendió a la chica, pero que la puso muy feliz.¡Su madre había cambiado!Aquella tarde, sin duda alguna, fue la mejor de su vida; donde compartió con una madre divertida, complaciente y muy cariñosa. Aparte de que comió todas esas delicias de las que solo veía a otros niños degustar y jugó como no recordaba lo había hecho antes.El atardecer era hermoso, en un tono arrebol que decoraba la puesta del sol y que resaltaba a las
La brisa fresca de la noche le acaricia el rostro y le trae alivio a la calentura que lo quema por dentro. No lo entiende, no está en tiempo de celo; como tampoco cree que haya sido descuidado en esa misión, entonces, ¿por qué siente que la piel se le está prendiendo en llamas?La sed se torna irrefrenable, así que él entra a la cabaña y se va directo a la cocina. Le decepciona que, por más agua fría que se toma, su necesidad no es saciada.—¿Qué diablos me sucede?Él se arranca la ropa con sus manos cuando siente que ya no soporta tal calentura, entonces se mete en el baño y se echa agua fría. Un escalofrío lo hace convulsionar, como consecuencia, él cae al piso muy débil.—¡Humana! —llama a Alexa desesperado.Ella, quien se había quedado dormida con la libreta en la mano, se levanta del piso de un respingo y, por alguna razón que desconoce, en vez de evadir el llamado del hombre a quien ha evitado todo el día, corre en su dirección con una angustia que no entiende.Ella ignora el he