Cuando la puerta se cierra me hundo en la tina y maldigo a Gianluca al imaginar todo lo que piensa hacer conmigo. Sin más remedio salgo de la tina y después de enjuagarme el jabón que aún permanece en mi cuerpo, enredo una toalla y salgo del baño ante la atenta mirada de halcón de mi amigo. —¡Sal de aquí! No me pienso vestir en frente de ti. —Muéstrame tu vestido y me voy. —¿Para qué? —Es obvio que para elegir la ropa interior que combine con ese vestido. —No lo haré. No es que desee impresionar a mi jefe cuando es más que obvio que se la pasará viendo a otros hombres. —A él no, pero puede que encuentres a un macho alfa, que esté deseoso de sexo rudo, cochino y salvaje. No me mires así, es obvio que te hace falta. Dado que permanece en su lugar, abro el closet y saco el hermoso vestido que elegí para acompañar al ogro de mi jefe. Al instante Gianluca lanza un gritito y se apresura a buscar en mi cajón de ropa interior algo que combine con él, cuando encuentra una braguita roja d
Pagaron la habitación como cualquier otra pareja no asidua del lugar y subieron al ascensor, entre sutiles caricias que encendían cada vez más a la pecadora pareja. —Si aún está indecisa, puede marcharse, señorita Bennett. No la obligaré a quedarse —le informó el hombre, encerrándola entre la pared de metal y sus brazos, contradiciendo las palabras que acababan de salir de su boca. Aunque era cierto lo que dijo, en el fondo deseaba que ella se quedase, ya que si era sincero con él mismo desde el momento en que vio a su asistente con aquel vestido tan ceñido a su cuerpo como una segunda piel, durante toda la velada se imaginó varias veces arrancando esa prenda y colándose entre las largas piernas de la mujer; y ahora que estaba a nada de conseguirlo estaba seguro de que no desaprovecharía esa oportunidad. —¡Cállese y béseme! —le ordenó Reyyan, antes de tomarlo por el saco y asaltar sus labios en un beso hambriento y desesperado. Tal vez era el alcohol lo que la incitó a hacer eso, o
Reyyan Nunca espere que al día siguiente de esa gala, al despertar, me encontraría en un lugar que no reconozco y menos compartiendo cama con mi jefe. «¿Cómo es posible que haya sucedido algo entre los dos si nos odiamos a muerte?» me grita mi subconsciente antes de comenzar a hiperventilar, me levanto con sumo cuidado de la cama para no despertar al hombre que duerme como oso a mi lado y muerdo mis labios para no gritar. —¡Cálmate Reyyan!, ¡Cálmate! —me repito en un murmullo y casi al borde del llanto, sin saber qué hacer. Observo la habitación y cuando veo mi ropa regada por todo el lugar, la tomo para vestirme tan rápido como pueda o por lo menos esa era mi intención hasta que veo lo que queda de ella. —¡¡Maldito cavernícola neandertal!! —mascullo cuando veo mis braguitas hechas jirones, por lo menos el infeliz no destruyó el hermoso vestido. Me acomodo la ropa lo mejor que puedo y tomó mis tacones para no hacer ruido con ellos. Cuando estoy por salir de la habitación una pequ
—Mi amor, ¿tendrás alguna pastilla para el dolor de cabeza? —inquiere Gianluca acercándose por el pasillo y espantándome de tal forma que la pastilla que estaba por tomar rueda por el escritorio. —¡¿Qué diantres te sucede Gianluca?! —chillo, molesta por su interrupción, al tiempo que escondo la cajita. —Baja la voz, te lo juro que siento como si un pequeño duende estuviese dentro de esta linda cabecita y me estuviese taladrando el cerebro —masculla, cerrando los ojos y actuando como toda una damisela en apuros. —Hace un rato cuando llegamos, estabas bien —lo acuso con los ojos entrecerrados. —Ni del todo, solo que recordar al pastelito que me comí hacía que se me olvidará el dolor, ¿entonces tienes alguna pastilla? —Espera, ahora busco una —comienzo a desperdigar en mi escritorio todas las cosas de mi bolso y justo cuando encuentro el pequeño botecito con las pastillas, lo destapo en el momento en que la irritante voz de mi jefe resuena detrás de Gianluca. —¿Ese milagro que no la
Durante el resto del día evito ir a su oficina tanto como puedo y cuando creo que podré salir a mi hora, mi jefe me manda llamar para avisarme que en dos semanas tendremos una junta muy importante con los accionistas a los cuales les presentaremos los resultados del último trimestre. —Desde mañana nos quedaremos más tarde para… —¿Todavía más tarde? —lo interrumpo, ganándome que me fulmine con sus orbes azules. —Sí, todavía más tarde y si se sigue quejando, saldremos aún más tarde —me obligo a morderme la lengua y permanezco en silencio—. Debemos de tener listos los informes del área de ventas, marketing, finanzas y producción. Lanzo un quejido bajo y bastante perceptible a lo que mi odioso jefe me observa con la ceja arqueada antes de continuar con la lista de tareas que tenemos por delante. Anoto todo en mi tablet y antes de que me permita retirarme me vuelve a recordar con esa sutileza que lo caracteriza que saldremos hasta más de medianoche los siguientes días. Como si soportar
—¿Por qué lo haría? —Ella fue la que corrió el rumor de que somos pareja —asevero con frialdad. —¿Tienes pruebas? —No, pero… —Sin pruebas contundentes no podemos hacer nada. —Tú la escuchaste ayer, le estaba diciendo a Gianluca que tú y yo somos pareja. —Sí, lo escuché a la perfección, pero como te lo repito, sin pruebas en su contra, no podemos hacer nada. Al contrario, ella sí te podría demandar a ti por difamarla y la verdad es que no creo que mi amazona haya corrido ese rumor. —¿Cómo estás tan seguro de que no fue ella? —¿Y tú como estás tan seguro de que si fue ella? —responde Marcello con otra pregunta—. Si no quieres que esa noticia se siga corriendo como pólvora, te recomiendo que convoques a una rueda de prensa y aclares todo, incluso podrías buscar una novia o pedirle a tu asistente que finja ser tu pareja, firmar un contrato para casarse por algún tiempo en lo que se calman los rumores y quien sabe puede que después se conviertan en una pareja de verdad. —Sabes lo q
Sin más remedio debo asistir a la cena que organizó Marcello con su amante y aunque por un momento pensé que sería algo incómodo, la verdad es que el hombre resultó tener bastantes contactos para conseguir más clientes, por lo que la cena fue bastante amena al hablar sobre negocios.Justo como Marcello me ordenó subimos al hotel y yo bajo unos pisos antes, donde me encuentro con mi amigo, quien me entrega mi llave y sube para encontrarse con su amante.Me encierro en mi habitación y sin dejar de refunfuñar, saco mi portátil para seguir trabajando, solo por qué el idiota de Marcello me amenazó con mandarle regalos a mi asistente de parte mía, de lo contrario lo hubiese mandado al diablo por obligarme a hacer este tipo de cosas.Al día siguiente, me levanto como de costumbre y cuando recibo un mensaje de Marcello con la supuesta nota de mi infidelidad, lanzo un bufido, y decido apagar mi móvil para no azotarlo contra el piso.Me apresuro a llegar a mi casa, donde tomo una ducha y despué
Al otro día, cuando mi asistente me muestra la horrorosa camisa que me escogió, según ella debido a que es un hermoso estampado cuento que no me trago, dado que la conozco demasiado para saber que lo hizo con todo el dolo del mundo por tener que acompañarme; me hace perder los estribos y la obligo a buscarme otra camisa. —¿Por qué tienes esa cara tan agria? —me cuestiona Marcello cuando entra a mi oficina. —¿Por qué más será? Mi asistente, siempre se trata de mi asistente —veo como Marcello cubre su boca y estoy seguro de que también vio la horrorosa camisa. —Mira que yo admiro a esa mujer, atreverse a comprar esa camisa tan espantosa y más para un evento de ese tipo —comenta después de soltar una sonora carcajada. —No le veo la gracia. —Lo siento, pero es que te imagine en ella. No corazón, definitivamente ese color no te sienta. Cambiando de tema, te aviso que ya me tengo que ir, me pidió Cata que pasará a buscarla a la oficina del perro ese para después llevar sus cosas a su nu