—Ya no puedes estar aquí, no has pagado el alquiler y ya no te puedo seguir teniendo de inquilina. —¿Qué? —se le desorbitó la mirada. El dueño del edificio la estaba echando. Rachel que estuvo llorando sin parar después de que James se fuera, ahora tenía que lidiar con algo más preocupante. —Que debes irte lo antes posible, te daré dos días para buscar un lugar, lo siento.—¿Por qué no me da chance? Le pagaré, pero no me eche, no tengo a dónde ir —rogó. —¿Crees que debería seguir esperando por ti? No podrá ser esta vez. —Tendré un bebé, ¡no puedo quedarme en la calle! —imploró, algunas lágrimas saltaron a la vista. El dueño se volvió y negó con la cabeza. —¿Un bebé? A sabiendas de tu situación debiste ser más responsable, Rachel —recriminó, dando su veredicto sin conocer el caso. Ni siquiera tenía la culpa de sus circunstancias actuales. El universo conspiraba en su contra. Se preparó un té y lo bebió de a sorbos pequeños, queriendo calmar sus nervios. Intentando a toda cost
—Y-yo... Lo siento mucho. Le temblaba todo el cuerpo y más estando bajo su poderosa mirada que la sometía de los pies a la cabeza. El nerviosismo a la par de su inseguridad, se presentaba en su interior, dando latigazos. No se suponía que las cosas tenían que empezar así, ya recibía un grito de su parte y ni siquiera la había contratado aún. Ese hombre era un tirano, pero se lo buscó, tenía que haber tocado antes de entrar, no aventarse de la nada. Igual estaba exagerando. —¿Lo lamentas? —exclamó embravecido, acercándose a pasos agigantados, la chica retrocedió, huyendo de su cercanía azarosa —. No puedes andar por allí lamentado todo, suplicando o pidiendo disculpas. ¿Sabes por qué? Porque detesto a ese tipo de personas, siempre son incompetentes y cometerán error tras error. —Está invadiendo mi espacio, señor —reclamó dejando caer los brazos a los costados, respiraba irregular. Una ladina sonrisa afloró en los labios del CEO, a sabiendas de lo que provocaba en ella. ¿Quién l
Agus Lander, ingeniero de desarrollo de software, hizo acto de presencia en el despacho, tras ver salir a una joven que eludir, fue imposible. —¿No es algo extraña esa chica? —fue lo primero que dijo, al irrumpir, se sentó, dejando la portátil sobre el escritorio. —¿De qué hablas? —La que ha salido. Enormes gafas, cabello corto... —Rachel, se llama Rachel y es la nueva limpiadora de mi oficina. El moreno abrió sus ojos verdes con sorpresa. —Al menos las anteriores eran atractivas. ¿Qué hay de esta? No me digas que pasado mañana ya la vas a despedir —se burló. —Agus, tenlo por seguro que se irá, al principio todas están dispuestas a seguir demandas y hacer lo que al pie de la letra se les pide, luego se olvidan, un mínimo error cometen y se acabó. Ella no será la excepción. —Eres demasiado duro —señaló, antes de mostrarle algo en la portátil. —¿Leandro ha podido solucionar lo de la app? —se refirió al experto en ciberseguridad. —Ah, trabaja en ello. Se quedó incluso toda la n
Lo vio de reojo, caminando a su lado. Hacía tanto frío, es que a la joven ni siquiera le dio tiempo de tomar un abrigo y protegerse, solo tuvo chance de correr y escapar lejos de ese viejo pervertido. —¿No deberías ir con la policía? —No, no puedo hacer eso cuando le debo mucho dinero, aún no pago el arriendo —confesó resoplando, la luna esa noche colgando sobre ellos, estaba en su mejor apogeo del año, pero el clima no era agradable. Silvain se dio cuenta de que la joven se estaba abrazando a sí misma intentando entrar en calor y aunque no solía ser un tipo tan considerado con las personas que apenas conocía, saber que era la hermana de Peter lo forzó a actuar como todo un caballero. Se despojó de su gabardina y amablemente la dejó sobre sus hombros, tomando por sorpresa a Rachel. —Gracias —susurró tímida y avergonzada.Silvain solo carraspeó la garganta. —¿Le debes mucho dinero a ese hombre? —Varios meses de alquiler —declaró haciendo un puchero —. Pero dijo que me daría dos
—¿Qué quieres? Supongo que sabes que es demasiado tarde para que me estés llamando. Ni siquiera sé por qué te estoy atendiendo. —Yo... —se aclaró la garganta, sin saber cómo empezar, justo eso era lo que estaba evitando, molestar a su jefe, pero no pudo hacerlo, no tenía ni siquiera alguien más a quien pudiera acudir —. Lo siento mucho por llamarlo a esta hora. Necesitaba saber si usted... Podría darme un adelanto, sé que es demasiado pronto, sin embargo es una urgencia. Silvain se quedó en el taburete, resoplando, porque eso era algo que podía decirle después. A la mañana siguiente en el trabajo, pero no, ella lo llamaba para decirle precisamente en ese instante. —¿Sí sabes qué debo descontar el dinero de tu alojo en ese hotel? Así que, lo que te daré de adelanto no es demasiado, ¿de acuerdo? —le dejó saber. —Lo entiendo...La verdad es que Rachel estaba asustada después de recibir esa llamada de parte del dueño del edificio, que casi cruzó los límites con ella exigiendo que le p
Silvain empezó a desesperarse, dando vueltas en la cama sin parar, incapaz de conciliar el sueño, a menudo no solía tener problema para dormirse, pero el insomnio lo tenía encarcelado y no parecía entregarle la libertad, ni sentía los párpados pesados. ¿Se debía tal vez a la ingesta de café? Eso quería pensar, aunque la razón resultaba ser esa limpiadora nueva. Ella tenía toda la culpa. Caminó a la cocina y tomó agua. ¿Es que no podría pegar un solo ojo en toda la noche? Si al menos fuera una empleada nada más y no estuviera conectada con Peter, seguiría con calma, pero su llegada inevitablemente había desatado en su interior olas enfurecidas que podrían tirarlo al fondo de los abisales sin avisar. Justamente la incertidumbre lo mataba, no saber lo que pasaría, detestaba lo impredecible que podría ser la intención de esa chica al entrar a su compañía. Y se quedaba pensativo, quizás estaba siendo demasiado paranoico al creer que ella sabía sobre esa aplicación, probablemente Pet
—He tenido demasiado contratiempo en la mañana y lo lamento mucho. No sé volverá a repetir, sé muy bien que le dije que iba a cumplir con el horario al pie de la letra, que nunca faltaría ni llegaría tarde, asumo toda la culpa y le pido que me dé una oportunidad para demostrarle que...—¿Podrías dejar de hablar? —rugió mirando la hora en su reloj de muñeca —. Faltan menos de tres minutos para que haga una presentación importante y me estás quitando el tiempo, hablaremos de eso cuando regrese, mientras tanto quédate limpiando el despacho.Y se fue de allí, pasando de ella, dejándola paralizada en su lugar, la muchacha no hizo más que botar el aire que había retenido y entró a la oficina para comenzar a limpiar. Ni siquiera había nada sucio, todo estaba impecable, no entendía la obsesión de este tipo por tener una limpiadora todo el día, si en realidad no había nada que hacer, supuso que debía fingir otra vez que limpiaba. —Es demasiado grosero, no sé quién se cree solo porque tiene d
Miraba a su alrededor, y aunque se había esforzado para hacer de la compañía un sitio productivo, no encontraba su nombre en aquel éxito que tenía. Sentía que no le pertenecía, que era ajeno a ello, por ende, no lo merecía. Se fue a su despacho, quería quedarse a solas, la limpiadora aún estaba presente. —Debes mover esas cosas de allí, toma la caja y llévala a otro sitio, no puede seguir en ese sitio —indicó dejándola temblorosa con su poderosa voz que retumbó en todos sus sentidos. Ya sentía escalofríos de los pies a la cabeza, nervios serpenteando a través de su fisonomía. La había tomado por sorpresa, se giró y lo vio a los ojos. —Bien, señor. Se hizo líos al intentar mover la caja de ahí y darse cuenta de que estaba pesada. No pudo moverla. Pero Silvain parecía enfadado y no quería ser regañada otra vez, es por eso que lo siguió intentando, aunque solo consiguió perder el equilibrio y si no cayó de espalda al suelo, es porque a tiempo el CEO la atrapó en sus brazos. Su tor