CordeliaEl sonido de la puerta abriéndose de nuevo me hizo girar la cabeza de inmediato.El vampiro que había matado a Fernanda entró caminando con arrogancia. La sonrisa de un depredador dibujada en sus labios.—Vaya, vaya… —murmuró, entrando a mi celda—. Nuestra pequeña humana sigue aquí. Me preguntaba cuánto más aguantarías antes de ponerte a llorar como una chiquilla.Algo entró en mí.Un hormigueo empezó en mi pecho, extendiéndose rápidamente a cada rincón de mi ser. No era doloroso. Era… raro. Como si mi cuerpo ya no me perteneciera.Y lo peor de todo...Era el hambre que quemaba mi garganta.Podía sentirlo como brasas ardiendo, consumiéndome por dentro, exigiendo algo que no entendía. Mi cuerpo estaba tenso, cada músculo vibrando con una energía nueva y poderosa.Y en realidad no era mía. Damien, el vampiro fantasma, había ocupado mi lugar. Pero nada de eso importaba. Solo una cosa necesitaba.Sangre.Mi lengua pasó por mis dientes, aunque no tenía colmillos. Aun así, sentía
ZeirenEl dolor en mis muñecas y tobillos, donde las cadenas laceraban mi piel con cada movimiento, tampoco me importaba. No cuando el verdadero tormento estaba más allá de estas rejas.Cordelia.Sentía su energía vibrando en el aire, su voz flotando entre susurros mientras hablaba con los fantasmas. Ahora podía escucharlos también. No solo al mosquito con su sarcasmo incesante, sino a otras presencias.Su poder se extendía más allá de lo que yo podía comprender, conectándola con los muertos como si fuera una de ellos...Y yo…Yo solo podía estar aquí. Atado. Débil.Cerré los ojos, sintiendo cómo mi cuerpo se hundía en el cansancio. La sangre que me habían extraído había mermado mi fuerza, pero lo que realmente me debilitaba era la impotencia.Ella estaba tratando de salvarnos, y yo no podía hacer nada.Tiré de las cadenas, ignorando el ardor en mis muñecas. Las marcas de los grilletes eran profundas, pero no me importaba. Necesitaba hacer algo.Pero no había salida.Otra vez atrapado
ZeirenEl hedor a sudor y sangre seguía impregnado en mi piel cuando me arrastraron de vuelta a la celda.No me dieron tiempo para procesarlo.No había tiempo para sanar, para respirar. Solo existía la siguiente pelea.Me dejaron caer al suelo de piedra con la misma indiferencia con la que alguien tira un saco de carne.—Descansa, mestizo. Mañana hay más.La puerta de hierro se cerró con un golpe, y el sonido del candado girando fue la confirmación de que seguía atrapado. De que nunca saldría de ahí.Mi respiración era pesada. Mi cuerpo entero ardía.Había ganado, pero la victoria no significaba nada.Me quedé en el suelo, observando las sombras en la pared. Mis nudillos aún estaban pegajosos con la sangre del demonio."Otra noche más en esta tumba de hierro."Pero esa noche no fue como las demás.El caos empezó con un solo grito.Me incorporé de golpe cuando escuché los primeros estruendos. El sonido de carne desgarrada. De metal crujiendo. De gritos.Los vi desde los barrotes.No e
Cordelia El agarre de Lysandre en mi muñeca era firme aunque casi perezoso, como si no tuviera que esforzarse para llevarme a donde quería.Mis pies tropezaban en los escalones mientras me arrastraba fuera del calabozo. El aire era denso, con el olor de la sangre impregnando cada rincón.No dije nada. No luché. No porque estuviera resignada, sino porque cada músculo en mi cuerpo estaba tenso, esperando el momento adecuado.Subimos el primer tramo de escaleras. Las antorchas en la pared proyectaban sombras en los pasillos. Y entonces, lo sentí.Al principio fue solo una sensación, un escalofrío recorriéndome la espalda.Luego, lo vi.Una sombra. Moviéndose entre las luces parpadeantes, deslizándose en las paredes como si fuera parte de ellas. No era un vampiro. No era un guardia.Era algo más.Lysandre no lo notó. Estaba demasiado ocupado disfrutando de su espectáculo de control que creía tener sobre mí. —Me encanta que no hagas esto más difícil de lo que debe ser —murmuró, arrastr
Fernanda Estar muerta era una mierda.Hasta ahora."Verán, cuando te mueres, al menos esperas que te den un manual, algo que explique cómo demonios seguir existiendo sin un cuerpo, sin fiestas, sin sexo.Sin una caricia, sin poder tocar a alguien... eso sí que es traumático. Pero lo peor es que ni siquiera puedo decir que siento frío, sueño, hambre… nada. No existe nada. Solo una mierda de soledad y vacío."Te lanzan al mundo etéreo como si ya tuvieras todas las respuestas: "Arreglátelas como puedas, ¡ya viviste! ¿Cuánto? No es importante. Ahora eres parte de otro mundo."Y ahí estaba yo, flotando como una sombra resentida y vuelta mierda, sin saber qué hacer... hasta que apareció Cordelia.Ah, mi Cor."¡Maldita sea! No sé de dónde sacó esa energía. Esa luz."La primera vez que la vi brillar, casi me pierdo siguiéndola, o mejor dicho, casi me voy al otro lado. La famosa luz al final del túnel... sí, esa. Cosa que, por cierto, no tengo planeado hacer en mucho tiempo."¿Morirme otra
Zeiren Los gritos de la pelea se filtraba a través de las paredes de piedra.Cada sonido golpeaba mis sentidos como un tambor de guerra. Mi corazón latía demasiado rápido, mis músculos tensos bajo el peso de la impotencia. Y entonces, entró."Mi Eloah… Mi alma gemela."Se movió con prisa, su respiración agitada, sus ojos salvajes buscando los míos. Su ropa estaba sucia, había sangre en su piel, pero estaba viva. Dioses, estaba viva.Abrió la celda con una llave.No esperó. No dudó.Se lanzó a mis brazos.Su calor, su olor, su cuerpo temblando contra el mío… fue lo único real en ese maldito lugar.—Mi amor… —susurró contra mi cuello, sus dedos aferrándose a mí como si tuviera miedo de que desapareciera.Cerré los ojos por un segundo. Un maldito segundo.Un suspiro de alivio emitido desde lo más profundo de mi ser.—Eloah… —murmuré, mi voz rota, mi pecho expandiéndose con el primer aliento real que tomaba desde que la habían arrancado de mi lado.Pero el alivio duró poco.El peligro
Cordelia El piso superior era un campo de guerra.Los cadáveres de vampiros estaban deshechos por todas partes. Algunos reducidos a cenizas, otros convertidos en pedazos irreconocibles. Su sangre oscura impregnaba las paredes y el suelo, formaba charcos espesos nauseabundos bajo mis pies.El olor a muerte era sofocante, pero nada me preparó para lo que vi en el centro de aquella masacre.Zeiren.Ahora tenía alas grises que se extendían imponentes, cubiertas de sangre y ceniza. Su cuerpo estaba tenso, los músculos marcados bajo la piel manchada de carmesí. Pero lo que realmente me congeló en el sitio fue su rostro.Ese no era mi Zeiren.Eso era una bestia.Sus ojos, tan llenos de ternura cuando me miraban, ahora brillaban con una luz salvaje y vacía. Sus labios estaban curvados en un gruñido, sus manos goteaban sangre mientras sostenían el corazón de Lysandre.El príncipe de los vampiros nunca tuvo escapatoria.Zeiren lo había destrozado. Parte por parte.Un escalofrío me recorrió
Cordelia La cabaña no era tan solo una cabaña.Era una enorme casa, con dos pisos, ventanales que reflejaban la luz de la luna y un porche que parecía sacado de una revista de lujo.—¿A esto le llamas una cabaña? —exclamó Fernanda, llevándose las manos a la cara—. ¡Es una puta mansión! Pasar desapercibidos mis ovarios.Damien se rió.—No te preocupes, linda. Tiene hechizos protectores. Cualquiera que pase cerca solo verá campo.Eso fue un alivio.Aparqué el auto y cuando miré por el espejo retrovisor, los fantasmas ya no estaban. No había rastro de Fernanda ni de los otros tres.Agradecí en silencio.Necesitaba ese respiro.Salí del auto y me giré para ayudar a Zeiren, pero él ya estaba ahí.Alto, silencioso, con el ceño fruncido y las manos cerradas en puños.Era mi sombra. No se alejaba de mí, pero tampoco decía nada.Lo tomé de la mano.Su piel estaba fría.Entrelacé mis dedos con los suyos y lo guié escaleras arriba, buscando una habitación.No lo presioné.No intenté forzarlo a