—Mariana es la nueva en nuestra clínica. Todos podemos presentarnos.En el departamento, Milena tomó un sorbo de agua, dejó el vaso y miró a Mariana.Mariana tenía el cabello recogido con una pinza. Llevaba una camisa rosa pálida por dentro y una bata blanca por fuera, un atuendo muy ligero y limpio.Todos en el departamento aplaudieron para darle la bienvenida, excepto Mauro, quien la miró y dijo: —El director siempre está metiendo floreros en nuestro departamento. ¿No era suficiente con uno?Justo cuando terminó de decir eso, la puerta se abrió y Jimena se paró en la entrada. Mauro miró a Jimena y se frotó las sienes, con un fuerte dolor de cabeza. ¡Un florero ya era suficiente y ahora venía otro! ¿Acaso no tenían un cupo limitado de médicos en su clínica?Mariana miró a Jimena con calma. Pero la expresión de Jimena no era tan amistosa.—Según las reglas de nuestro departamento, ¿los nuevos no deberían invitarnos a comer?—preguntó alguien de repente.—¡Por supuesto, tenemos un n
Pancho barrió con la mirada a todos los presentes, su rostro apuesto tan severo como un iceberg. Transmitió las palabras de Lorena con una voz firme y poderosa: —Señoras y señores, estos bocadillos los preparó nuestra señora especialmente para ustedes. Dice que su nieta acaba de llegar y que les ha causado muchas molestias.Al escuchar eso, todos comenzaron a sacudir la cabeza y a agitar las manos, respondiendo apresuradamente: —¡No es ninguna molestia! ¿Cómo podría serlo?Jimena, sin embargo, frunció el ceño mientras observaba la escena, sintiendo una mezcla de emociones. ¿Era realmente necesario ser tan ostentoso? Mariana seguía siendo tan fanfarrona como en la preparatoria, ¡como una nueva rica!Después de terminar de transmitir el mensaje, Pancho se dirigió a propósito a Milena y dijo solemnemente: —Directora Duarte, la señora dijo que pronto vendrá a visitarla en persona. Usted ha trabajado mucho.Milena se quedó con un nudo en la garganta y tragó saliva con emoción. ¿Quién era Lo
Mientras tanto, Rubén también trajo algunos alimentos importados para que todos disfrutaran en sus ratos libres. Antes de irse, añadió: —A partir de la próxima semana, todos los lunes enviaremos alimentos.Presenciando cómo la estación de enfermería y el consultorio se llenaban de regalos, los ojos de sus compañeros estaban tan abiertos como focos, con las bocas entreabiertas, como si cuestionaran en silencio: —¿Esto es real?Jimena, por su parte, miró los objetos sobre la mesa y, en un arrebato de rabia, los barrió al basurero. Vania Cortés, su seguidora, estaba a punto de imitarla cuando alguien intervino: —Esta bufanda la chequeé antes. Es muy cara, vale miles de dólares.—Este perfume también es una edición limitada, es muy difícil de conseguir.Al escuchar eso, Vania detuvo su mano a medio camino, justo cuando iba a deshacerse de los artículos, y tragó saliva.Tirar los bocadillos y el café no le causaba pena, pero enfrentarse a una bufanda de seda valorada en miles de dólares y p
Lorena: [¿Recibiste las cosas? ¡Asegúrate de aprender bien en el hospital y no me avergüences!]Mariana hizo una mueca y respondió: [Entendido, abuela, tranqui. ¡No te voy a decepcionar!]Tobías: [Aunque no te hiciste cargo de la empresa, ¡no debes perder la presencia cuando estés fuera! ¡Papá tiene que respaldarte! Si el trabajo no va bien, regresa y hereda el negocio familiar.]Al leer eso, Mariana sonrió y sus ojos se curvaron como lunas crecientes. Aunque se sintió un poco impotente, estaba llena de felicidad.¿Qué se siente tener un padre que siempre espera que vuelvas a casa para heredar el negocio familiar? Exactamente lo que ella estaba sintiendo ahora.Catalina: [Cariño, esfuérzate en tu trabajo. ¡Mamá te ama!]Mariana se sintió cálida por dentro, pensando que era muy afortunada.Sin embargo, ¿dónde estaba su abuelo?Con esa duda, preguntó en el grupo: [@Sancho, abuelo, ¿no tienes nada que decirme?]Sancho, que estaba viendo el chat a escondidas con sus lentes de lectura, fue
Jimena sonrió y preguntó de nuevo con cierta malicia en su tono de voz: —¿Y puedo llevarme algo para llevar?Mariana frunció el ceño, tratando de averiguar qué pretendía.Jimena la miró fijamente, ya burlándose para sus adentros. ¡Por supuesto que quería vengarse! Mariana le había tendido una trampa la última vez para que comprara tanto alcohol en el bar, y ella todavía no lo olvidaba.A pesar de sus dudas, Mariana mantuvo una sonrisa cortés y dijo: —Pide lo que quieras, señorita López. Yo invito.Todos a su alrededor inconscientemente enfocaron su atención en las dos, sintiendo que la tensión en el ambiente era más emocionante que una película de Hollywood.Jimena llamó al mesero y le preguntó sin rodeos: —¿Cuál es el platillo más caro que tienen?—Tenemos cinco langostas australianas de primera calidad que llegaron hoy, cada una cuesta dos mil dólares —respondió el mesero con sinceridad.En cuanto se pronunciaron las palabras, todos inhalaron profundamente. ¿Dos mil dólares por una l
La voz de Walter era tan embriagadora como siempre, profunda como la brisa nocturna, especialmente cuando mencionó la palabra «apaciguar», impregnada de un profundo amor y afecto por Jimena. Mientras Mariana escuchaba, sintió como si innumerables agujas diminutas le pincharan suavemente el corazón. Lo observó por un momento, finalmente se rio por lo bajo y sin decir nada más, regresó a la sala privada.Si Jimena se enterara de que las cinco langostas de primera calidad, que había elegido meticulosamente para vengarse de ella, finalmente fueron pagadas por Walter, probablemente saltaría de la rabia. La mirada de Walter siguió a Mariana, con una emoción en sus ojos tan complicada y enrevesada como las hojas caídas en el otoño.Antes, cada vez que oía que él iba a calmar a Jimena, ella siempre armaba un escándalo. Pero en ese momento, sólo lo miró una vez antes de irse en silencio. ¿Acaso había dejado de amar y por eso le daba igual, o amaba tanto que sólo podía fingir que no le import
Cerca del final, Walter se fue primero para llevar a Jimena a casa, mientras que Mariana fue la última en salir. Cuando se marchaba, pensó en ir a la caja para pagar la cuenta porque después habían pedido más comida, pero le informaron que Walter ya la había pagado. La idea de que él no lo hizo por ella le causó una amargura interna, como si jugo de limón hubiera salpicado su corazón.En ese momento, su envidia hacia Jimena creció, ya que ella lograba que Walter la amara tanto.Miró la hora y vio que ya eran las diez de la noche. Por alguna razón, hoy se sentía especialmente agotada. Quizás el entusiasmo del primer día de trabajo le había restado energías, dejándola vacía. Mariana no fue inmediatamente a casa, sino que decidió descansar un poco en el sofá del vestíbulo. No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero justo cuando estaba a punto de quedarse dormida, le pareció ver la silueta de Walter en la puerta.Pensó que era su imaginación, así que se frotó los ojos y se levantó
Al escuchar esas palabras, Mariana frunció el ceño, mostrando una evidente expresión de desagrado. Pero entonces se le ocurrió algo y comenzó a observar detenidamente los rasgos de Walter. Entrecerró los ojos mientras reflexionaba, y al cabo de un rato, respondió en voz baja: —Sí, voy a buscarme un universitario de casi dos metros, guapo, atlético y... que sea bueno en la cama.Walter se enfureció tanto que hasta soltó una carcajada, sorprendido de que esas palabras tan libertinas las hubiera dicho Mariana. ¿Bueno en la cama?—¿Qué pasa? ¿Te sientes sola? —le preguntó entre dientes mientras le apretaba la barbilla, con una expresión cada vez más sombría.—Tú coqueteas con otras mujeres todos los días, ¿por qué yo no puedo buscarme un chico? ¿Acaso es ilegal? —replicó Mariana, mirándolo sin temor.Walter estaba a punto de responder a su pregunta cuando la escuchó continuar: —Walter, no puedes tener un doble estándar. Si me pides que sea una buena esposa, tú también deberías comportart