Capítulo 94
Mariana lo miró, con sus ojos brillantes llenos de confusión. —¿Qué haces aquí? —preguntó en voz baja.

Walter, con el rostro impasible, parecía una estatua inmóvil. —¿Qué pasa, no estás contenta de verme?

Evidentemente, esa pregunta no necesitaba una respuesta verbal de Mariana, ya que su expresión lo decía todo: no sólo no estaba contenta, sino que mostraba un claro disgusto. ¿Estaba tan decepcionada de verlo en lugar de a Serafín?

En ese momento, Catalina, desde el interior de la casa, preguntó curiosa: —Mari, ¿qué pasa?

—Nada, mamá. Es Serafín que llegó. ¡Nos vamos! —respondió Mariana, agarrando la mano de Walter y arrastrándolo como si fuera una maleta.

Walter frunció el ceño y, mirando cómo mentía descaradamente con su hermoso rostro, preguntó con descontento: —¿Soy Serafín?

Mariana le puso los ojos en blanco, con una mirada tan disgustada que parecía poder devorarlo. —Si no te da miedo que mi papá te eche a escobazos, puedes decir quién eres.

Walter se rascó la nariz y decidió qu
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