—Papá solía decir que compartiendo las penas, se aligera la carga del corazón —me dice Carlos, con su mirada sincera fija en mí—. ¿Te gustaría contarme por qué lloras?—Hay días en los que el dolor es tan intenso que simplemente no puedo soportarlo más, y lloro para desahogarme —admito, sintiendo cómo las lágrimas vuelven a brotar, sin poder detenerlas.—No hay nada de malo en llorar, lo que realmente duele es hacerlo sin un hombro en el que apoyarse —dice, su voz suavemente reconfortante mientras se acerca y me rodea con sus brazos.Durante un momento, mi corazón se detiene, y me cuesta aceptar esta oferta de consuelo. Sin embargo, el anhelo de sentirme acompañada y el calor de su cuerpo me impulsan a acercarme. Sus brazos me envuelven, y dejo que mi cuerpo se repose contra él, buscando refugio en su calidez.—Abrázame fuerte, muy fuerte —suplico entre sollozos, la voz rota por la emoción.Carlos me aprieta contra su pecho, sus brazos firmes y protectores. Mientras mis lágrimas cont
EstebanRoger me había advertido del desenlace. Pero la vida misma puso frente a mí el final. Su destino no la llevó conmigo, solo hizo un desvío para ponerme a prueba, para arriesgarme y luchar por lo que quería. Sin embargo, decidí hacerlo a mi manera y ahora la pierdo.Después de desfallecer, me puse de pie para buscarla. Recorrí el lugar en la dirección que se fue y por varios minutos me sentí perdido, hasta que pude encontrarla, sentada bajo una palmera con la vista hacia el mar. Mi corazón se estrujó y me acerqué sigiloso, ocultándome entre los arbustos. Se ve llorosa y no es prudente que me acerque más de lo debido. Ambos necesitamos estar solos para pensar en lo ocurrido. Aunque no hay nada que justifique mi mentira. Ella tiene un buen punto y yo no puedo refutarlo. Soy culpable y las evidencias me dejan como un mal hombre.Doy media vuelta y camino de regreso, escuchando sus palabras en mi cabeza una y otra vez, removiéndome el alma. Su mirada triste me persigue, rompiéndome
JennyLas cosas no podrían haber salido peor. Ese beso, cargado de emociones contradictorias, llenó de felicidad a Carlos, pero a mí me inundó de grandes remordimientos. Fue un error atroz del que no puedo escapar tan fácilmente. Abrió la puerta del corazón de un hombre bueno, que sin importar el tiempo, estará dispuesto a esperar por un amor que no sé si algún día podré corresponder.Al llegar al yate, diviso a Milena y a Esteban, muy acaramelados, y cerca de ellos a su madre y tío. Una parte de mí grita que esa cercanía es una confirmación de lo que temo: que Esteban es un maldito mentiroso. Sin embargo, otra parte de mí intenta encontrar excusas, buscando razones que justifiquen lo injustificable. En medio de este torbellino emocional, me debato entre seguir escuchando a mi corazón agonizante o hacerle caso a mi razón.—Parece que se llevan muy bien, a pesar de sus diferencias— le digo a Carlos intentando encontrar una respuesta real.—Las apariencias engañan, la actitud de Esteban
El viaje a Cartagena resultó incómodo. Milena no dejó ni un segundo solo a Esteban. Lo abrazaba, lo besaba, reían juntos, y él parecía complacido recibiendo esas muestras de amor. No puedo entenderlo, el gran desprecio que sentía por ella ahora parece una farsa. Se ven como una pareja que se ama y es infinitamente feliz, mientras que mi corazón se deshace en pedazos. Lo que él sentía por mí nunca existió; sus promesas de amor eterno se las llevó el viento, al igual que sus lágrimas falsas.Quisiera ser tan hipócrita como él, sonreír sin remordimiento alguno, creer que puedo dar vuelta a la página de un día para otro.Dos horas después de esa inmensa tortura, llegamos al hotel. Carlos me acompaña hasta mi habitación y se despide con un beso inesperado en los labios que no pude evitar. Tal vez sea porque mi subconsciente ya está aceptando que es mi prometido. ¡Dios! Es una locura, ¿por qué soy tan estúpida y sigo arruinando mi vida?Al cerrarse la puerta, cierro los ojos y dejo escapar
Al salir del hotel, un taxi nos esperaba para llevarnos al aeropuerto, era un poco más de las ocho de la noche. Carlos ya había comprado los boletos en primera clase para regalarme la primera sorpresa del viaje. ¡oh, sí! Disfrutaría de los benéficos de primera clase y de la compañía más desea por todos. Aunque en este instante eso me es irrelevante, me siento completamente vacía, sin ganas de nada, es como si mis sentimientos hubieses colapsado y reprimido por completo, soy solo un cuerpo sin alma, que sonríe nerviosa por no saber cómo actuar.—¿Estás cómoda? —pregunta haciéndome reaccionar.—Sí, es que nunca he estado en primera clase y estoy nerviosa— le miento.—Todo estará bien— toma mi mano— aquí entre nos, siempre me da miedo volar. Disculpa si es que tomo tu mano, el sentir compañía me ayuda a relajarme.—No hay problema, es muy cálida — mencionado nerviosa como una idiota que no sabe qué decir. ¿Desde cuándo soy así?Carlos estuvo muy cariñoso todo el viaje, sus largas charlas
EstebanVer a Jenny con mi hermano fue devastador, nunca imaginé que esa imagen dolería tanto. Su mirada de desprecio y sus palabras afiladas me destrozaron por dentro. Entiendo su enojo y decepción, pero jamás pensé que sería capaz de estar con Carlos solo por venganza.—Aunque la mires el resto de tu vida, no cambiará lo que piensa de ti en este momento —susurra Milena en mi oído mientras me abraza, radiante de felicidad.—Disfruta este momento, porque algún día llegará el final —respondo con amargura.—No antes que el tuyo, querido. Disfruta el inicio de mi venganza —dice antes de besarme, pero lo detengo.—Basta. Tanta dulzura empalaga. Si sigues así, nadie creerá que me amas de verdad.—Está bien, nos alejaremos de tu amante. Ya es suficiente verla derrochar amor por Carlos.Milena deja una risa pícara antes de alejarse, insinuando que llevaríamos nuestro amor a un lugar más privado. Evito mirar a Jenny, pero sé que nos vio. Me dirijo a una habitación para descansar y ella me sig
Al desembarcar, Milena se cuelga de mi brazo y se muestra muy amorosa. Como si eso no fuera suficiente, me obliga a estar al lado de Jenny cuando subimos al auto. Cada roce de su piel me resulta agonizante mientras ella me acaricia. Considero que el suplicio terminará al llegar al hotel, pero apenas inicia. Milena, una vez más, nos obliga a estar juntos en el ascensor.—Espero que no se incomoden si los acompañamos —dice Milena, arrastrándome con ella.—Para nada —responde Jenny, apretando el botón de su piso.—Ha sido un maravilloso día de convivencia. ¿No lo piensas así, Jenny?—Por supuesto —responde ella—. Ha sido bonito descubrir nuevas maravillas en la isla.—Con tu vida tan ordinaria, seguramente esta experiencia ha sido todo un sueño —ataca Milena.—Sin duda —responde Jenny, fastidiada.—Ahora que ya eres novia de Carlos, podremos contar con tu presencia en los próximos eventos, ¿verdad?—Si no interfiere con mi horario de la universidad, sin duda estaré ahí.—Hablando de univ
Jenny.Después de un desayuno encantador y lleno de risas, Carlos se ofreció amablemente a llevarme a mi departamento. El sol matutino comenzaba a bañar la ciudad con sus cálidos rayos, y el aire en la calle era fresco y prometedor. Eran poco más de las siete, y el inicio del día me parecía tranquilo y sereno.— ¿Por qué no subes? — le sugerí con una sonrisa, sintiendo que no era apropiado dejarlo esperando en la puerta mientras me dirigía hacia el ascensor. Su presencia había sido un respiro agradable, y quería aprovechar la oportunidad para disfrutar su compañía un poco más.Cuando llegamos, nos encontramos con Amelia preparándose para salir a trabajar. Al vernos entrar juntos, su sorpresa fue evidente.—¡Carlos! ¿¡Jenny!? No esperaba verlos juntos —exclamó, su voz llena de sorpresa y curiosidad.—Te explicaré todo cuando regrese, estoy un poco atrasada para la universidad —dije rápidamente mientras me dirigía hacia mi habitación.Amelia, con su curiosidad desbordante, no pudo resis