—Josef eso es muy peligroso, ¿y si te matan? —Keidys se acercó a él—, por eso no me querías contar, ¿verdad?
—Yo mejor los dejo solos —Tomás salió del cuarto cerrando la puerta.
—Keidys, por favor… —pidió Josef.
—¡No quiero perderte Josef! —la joven soltó el llanto.
El muchacho la abrazó, pudo sentir el temblor en el frágil cuerpo de Keidys, eso le destrozó el alma. Por eso no quería contarle, no quería verla así; prefería que fuera ignorante a toda esa realidad triste y llena de tensión que lo rodeaba a él. Era una vida llena de peligros, desde que murió su padre siempre sospechó que el asesino estaba en las empresas que su padre manejaba, cuando había aceptado la propuesta de su abuelo aquella incertidumbre lo atrapó tanto que infiltr&o
Al acabarse el momento se miraron fijamente, ella tenía mucha vergüenza y odiaba estar en situaciones así, porque su mente se nublaba y actuaba muy torpe.—Yo… —miró a todos lados—, dije que no me iba a demorar, ya es muy tarde. Además, tengo muchas cosas que hacer. Hablamos otro día —se levantó y se fue.Su rostro estaba completamente rojo, se había despedido de la peor forma con Gabriel, como si ella estuviera muy molesta con él. Gera la vio irse y quedó muy intrigada por ello, se veía como si le hubiera pasado algo muy malo.Entró en la biblioteca y vio a su hermano muy pensativo:—¿Qué le hiciste a Alejandra?, se veía mal —se sentó frente a él. El rostro de Gabriel estaba triste.—Lo dañé todo —soltó él, se levantó del sillón y sali&o
Alejandra quería morirse, Gera y Mateo no podían ser más imprudentes. Claudia se dio cuenta que su amiga estaba en un aprieto de esos que le había contado:—Oigan, me estoy muriendo del hambre, que los hombres inviten la cena —dijo rompiendo el momento incómodo.—Pero estaban en el cine ¿no?, ¿acaso no compraron combo? —preguntó Tomás inocente de la situación.—Bueno, pero eso fue hace rato… —replicó Claudia. Todos llevaron la mirada al vaso que sostenía Alejandra— esa es ella, yo tengo hambre.—Bueno, amiga, lo siento, pero no traigo nada. Mis padres me tienen castigado por no llegar a la casa —dijo Tomás.—No miente, fue por mi culpa —confirmó Gera haciendo un sí con su cabeza.—Alejandra me robó lo que tenía, así que ella ya te aliment&o
La joven empezaba a desesperarse, mas no quería formar un alboroto y que todos allí se enteraran de su adicción, tenía que calmarse y si el ejercicio como decía Tomás funcionaba en ella sería una gran ayuda. Bajó de la cama y puso sus manos en su cintura.—¿Qué hago? —inquirió.—Veinte sentadillas.Le parecía absurdo, su mente solo recorría el trayecto que debía hacer para poder comprar solo un poco, todo su cuerpo se lo pedía, la mente se le nublaba. En ese momento sintió el dolor en sus piernas al bajar para hacer las sentadillas:—Qué mierda, me duele mucho —soltó mientras su rostro se tornaba rojo. Eso la hizo despertar, una gran explosión en su cuerpo se desencadenó, quería hacer más ejercicio y que su mente volviera en sí, que no se dejara atrapar por pensamient
—Eso es un poco contradictorio, pero es cierto —soltó Claudia.—Como las personas se acostumbraron a vivir al lado de una persona que no las ama, pero aun así las trata bien, ellas se sienten satisfechas, están acostumbradas a ese trato y es muy difícil cambiar ese pensamiento —terminó de explicar Gabriel.En realidad, sus vidas eran muy parecidas, Claudia se sentía tan identificada con Gabriel:—Yo conocí a Mateo cuando llegué al colegio, siempre me pareció que era una linda persona y quería ser su amiga, pero se me hacía imposible, aunque cuando se dio la oportunidad hice todo por agradarle. Mateo nunca dejó de amar a Keidys, por más que la ve siendo feliz con su novio él… no deja de quererla. Es cierto lo que dices, es mejor buscar la felicidad en otra parte, un lugar donde te traten mejor —las lágrimas de Claudia
Cuando el auto en el que iba Keidys pasó por el parque vio que ella estaba hablando con Tomás:—No es más idiota porque no puede —masculló Keidys llenándose de una gran impotencia, quería bajarse y gritarle las verdades en su cara, ya saben, lo que hace toda buena amiga.Tomás estaba sentado al lado de Alejandra, estaba bebiendo el poco de agua que había en el pote:—¿Desde cuándo eres novio de Gera? —preguntó Alejandra.—No somos novios, solo que ella y yo… Bueno, somos bastante cercanos, pero no somos nada y nunca ha pasado algo —explicó Tomás.—Yo creía que tenían algo —dijo casi en susurro Alejandra.—Oye, Gabriel es una buena persona ¿por qué no lo aceptas? —Tomás hizo descansar sus brazos en el espaldar de la banca, dejaba llevar su mirada por to
—Yo me voy primero —soltó la joven dispuesta a marcharse.—Espera, por favor —pidió el joven, se dio cuenta que una de sus manos se volvió atrevida que tomó la de Claudia, ella se volvió hacia Mateo.—¿Qué quieres?—Por favor, Claudia, perdóname. He sido un idiota contigo.—Mi vecina te agradece las flores, dice que el rojo es su color favorito.—¿Le diste las flores a tu vecina?—Bueno, a ella les gustan mucho —respondió Claudia, soltó el agarre de Mateo.—¿Tanto me odias ahora?—No te odio. Solo veo que no comprendes lo que te dije, no quiero seguir viéndote, hablar contigo me fastidia ¿no lo comprendes?—Sé que estás mintiendo. Ya entiendo todo tu enojo, es porque me ves más que un amigo. Tiene que ser muy duro para ti el ve
Mientras salía su abuelo de la oficina Josef recibía un fax, al dirigir su mirada a la impresora sintió que alguien entraba en la oficina, el secretario Henrique venía con las cejas respingadas porque se acababa de llevar un regaño del señor Sandoval.—Disculpe la interrupción señor Josef, hace un momento su abuelo entró a mi oficina y quiere como interrogarme, ¿y eso a consecuencia de qué?—¿Qué pasó ahora?, Henrique ¿qué hiciste mal? —Josef tomó el fax y se dio cuenta que era la Interpol quien le ponía en alerta de que había muchas transacciones que se hacían en Panamá e Islas Caimán. Al ver esto Josef ocultó el documento dentro de una carpeta y se levantó de su sillón y volvió a decirle al secretario Henrique—. ¿Así que entonces mi abuelo te dijo alg
Mientras esto sucedía en la empresa, por otra parte Alejandra estaba acostada en su cama mientras leía su libro favorito:—Ay Dios… —soltó una carcajada. Escuchó que por el pasillo alguien caminaba. Se levantó y fue a ver quién era— Ah… Mateo ¿qué haces? —observó que tenía varias bolsas negras regordetas consigo.—Eh… Bueno —él era muy malo para mentir.—¿Qué estás planeando? —se recostó en el marco de la puerta.—Mateo ya tengo las pinturas que nos faltaban —dijo Tomás entrando al pasillo, estaba sosteniendo una gran sonrisa que se borró en el momento en que vio a Alejandra.—¿Qué están haciendo? —inquirió Alejandra mucho más curiosa que antes.—¡Listo!, ¡ya compré la tela!