—Eso es un poco contradictorio, pero es cierto —soltó Claudia.
—Como las personas se acostumbraron a vivir al lado de una persona que no las ama, pero aun así las trata bien, ellas se sienten satisfechas, están acostumbradas a ese trato y es muy difícil cambiar ese pensamiento —terminó de explicar Gabriel.
En realidad, sus vidas eran muy parecidas, Claudia se sentía tan identificada con Gabriel:
—Yo conocí a Mateo cuando llegué al colegio, siempre me pareció que era una linda persona y quería ser su amiga, pero se me hacía imposible, aunque cuando se dio la oportunidad hice todo por agradarle. Mateo nunca dejó de amar a Keidys, por más que la ve siendo feliz con su novio él… no deja de quererla. Es cierto lo que dices, es mejor buscar la felicidad en otra parte, un lugar donde te traten mejor —las lágrimas de Claudia
Cuando el auto en el que iba Keidys pasó por el parque vio que ella estaba hablando con Tomás:—No es más idiota porque no puede —masculló Keidys llenándose de una gran impotencia, quería bajarse y gritarle las verdades en su cara, ya saben, lo que hace toda buena amiga.Tomás estaba sentado al lado de Alejandra, estaba bebiendo el poco de agua que había en el pote:—¿Desde cuándo eres novio de Gera? —preguntó Alejandra.—No somos novios, solo que ella y yo… Bueno, somos bastante cercanos, pero no somos nada y nunca ha pasado algo —explicó Tomás.—Yo creía que tenían algo —dijo casi en susurro Alejandra.—Oye, Gabriel es una buena persona ¿por qué no lo aceptas? —Tomás hizo descansar sus brazos en el espaldar de la banca, dejaba llevar su mirada por to
—Yo me voy primero —soltó la joven dispuesta a marcharse.—Espera, por favor —pidió el joven, se dio cuenta que una de sus manos se volvió atrevida que tomó la de Claudia, ella se volvió hacia Mateo.—¿Qué quieres?—Por favor, Claudia, perdóname. He sido un idiota contigo.—Mi vecina te agradece las flores, dice que el rojo es su color favorito.—¿Le diste las flores a tu vecina?—Bueno, a ella les gustan mucho —respondió Claudia, soltó el agarre de Mateo.—¿Tanto me odias ahora?—No te odio. Solo veo que no comprendes lo que te dije, no quiero seguir viéndote, hablar contigo me fastidia ¿no lo comprendes?—Sé que estás mintiendo. Ya entiendo todo tu enojo, es porque me ves más que un amigo. Tiene que ser muy duro para ti el ve
Mientras salía su abuelo de la oficina Josef recibía un fax, al dirigir su mirada a la impresora sintió que alguien entraba en la oficina, el secretario Henrique venía con las cejas respingadas porque se acababa de llevar un regaño del señor Sandoval.—Disculpe la interrupción señor Josef, hace un momento su abuelo entró a mi oficina y quiere como interrogarme, ¿y eso a consecuencia de qué?—¿Qué pasó ahora?, Henrique ¿qué hiciste mal? —Josef tomó el fax y se dio cuenta que era la Interpol quien le ponía en alerta de que había muchas transacciones que se hacían en Panamá e Islas Caimán. Al ver esto Josef ocultó el documento dentro de una carpeta y se levantó de su sillón y volvió a decirle al secretario Henrique—. ¿Así que entonces mi abuelo te dijo alg
Mientras esto sucedía en la empresa, por otra parte Alejandra estaba acostada en su cama mientras leía su libro favorito:—Ay Dios… —soltó una carcajada. Escuchó que por el pasillo alguien caminaba. Se levantó y fue a ver quién era— Ah… Mateo ¿qué haces? —observó que tenía varias bolsas negras regordetas consigo.—Eh… Bueno —él era muy malo para mentir.—¿Qué estás planeando? —se recostó en el marco de la puerta.—Mateo ya tengo las pinturas que nos faltaban —dijo Tomás entrando al pasillo, estaba sosteniendo una gran sonrisa que se borró en el momento en que vio a Alejandra.—¿Qué están haciendo? —inquirió Alejandra mucho más curiosa que antes.—¡Listo!, ¡ya compré la tela!
Alejandra quedó observando los ojos de Gabriel, cada vez le gustaban más.—Sí —Alejandra empezó a levantarse, sintió que su espalda le dolía horrible.—Te golpeaste fuerte ¿verdad? —Gabriel la ayudó a levantarse.—No… Estoy bien —hizo que no le dolía nada, pero al caminar cojeaba por el dolor y Gabriel de lejos podía verlo.—¿Segura que estás bien? —inquirió caminando a su lado—, puedo ayudarte.—Tranquilo, estoy bien —agitó una de sus manos en signo que lo dejara así.—¿Por qué me estás ignorando?, ¿tan malo fue el que te besara? —preguntó Gabriel, estaba cansado de esa situación.—Déjalo así Gabriel, ahora no quiero hablar de eso —pidió. Sentía que el dolor en su es
Los jóvenes llegaron a la casa, se podía sentir la tensión en cada rincón y los ojos que vigilaban para asegurarse que los agentes tenían custodiada la calle, es decir, toda la manzana. Pero adentro de la casa no se podía mencionar ni una sola palabra ya que la madre de Josef estaba en delicado estado de salud y no debía recibir emociones fuertes.Tomás estaba llegando del colegio y al ver personas extrañas merodeando por el sector decidió acercarse a la casa de Josef y vio cuando Keidys y su amigo bajaban de un extraño auto negro que nunca en su vida había visto. Detuvo al paso que lo llevaría a la casa de su amigo y se volvió a la suya para dejar sus utensilios escolares y avisar que estaría en la casa de Josef:—¡Mamá! —llamó tirando su bolso en el mueble.—¿Qué te he dicho del bolso? —pregunt&oacut
Josef llegó a la empresa justo al momento en que los policías secretos tenían las pruebas contundentes en el disco duro que habían rescatado de una de las empresas. Al descender del blindado color negro por medida de seguridad de la policía allí estaban los hombres con las pruebas contundentes de la fuga de capitales que estaban en los paraísos fiscales de aquellas naciones que no reportan de dónde aparecen esos dineros. Simplemente los consignan, los trabajan, viven de ellos y sus dueños no tienen nada de qué preocuparse; solo que si la Interpol interviene la cosa cambia de color. En este caso había una investigación a fondo que hizo que Josef recibiera información secreta o ultra secreta.Entonces casi temblando de miedo mira a los ojos de los agentes secretos tal como él los conocía y para qué los había contratado:—¿Para qué me
En aquel momento que Josef estaba tirado en el piso pudo ver como poco a poco su cuerpo sangraba, aquel monstruo se reía, hablaba de su muerte como si fuera algo chistoso. Nunca creyó que fuera tan horrible el estar en aquella situación, no era capaz de mencionar ni una sola palabra, solo sentía cuando las balas entraban a su cuerpo y su sangre empezaba a rodar por el piso. El miedo en él creció cuando vio que solo estaba ahí, sin nadie que lo ayudara, aquel hombre lo estaba matando justo como lo había hecho con su padre.Al momento en que sonó el primer disparo los agentes botaron aquellos documentos y corrieron con sus armas de dotación en mano y entraron a la oficina apuntándole al señor Henrique gritando:—¡Suelte el arma!, ¡suelte el arma!El señor Henrique gritó:—¡Déjenme terminar mi trabajo! —y les dispar&oac