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6. ¿A quien diablos llamo?

Abby cubrió sus ojos con el dorso de la mano ya que el viento había sido muy fuerte… en cuanto todo se aclaró, la joven llevo la mirada hacia donde antes estaba el remolino formándose. La chica no daba crédito a lo que estaban viendo sus ojos. Pestañeo varias veces, incluso se froto los ojos con fuerza pensando que solo era una alucinación. Pero la visión ante ella no desaparecía.

Ella abre aún más los ojos… ese hombre… ese hombre… ¿ese hombre había salido del m@ldito libro? La voz de su mente se preguntó ¿Cómo era eso posible? No se supone que solo iba a ser un hechizo. ¿Cómo es que del libro pudo salir una persona?

—Tú… tú… ¿tú quién eres? — Pregunta tartamudeando.

—Soy Asmodeo. — Este sonríe con un brillo peligroso en sus intensos ojos negros.

—¿Qué… que eres? — Ella frunce el ceño divisando la figura masculina.

—Soy un demonio, y tú has sido la que me ha invocado.

Abby no daba crédito a lo estaba escuchando… definitivamente, o estaba soñando o se había caído golpeándose la cabeza. ¿Había invocado a un maldito demonio? ¿No era un simple hechizo entonces? Aquellas palabras resultaron siendo solo una invocación.

Miro al sujeto que estaba ante ella, era alto y fuerte… brazos y torso pronunciado, mentón firme y nariz respingada. Sus ojos eran negros como la noche más oscura del mundo, y ese cabello azabache y tan sedoso.  Abby noto que aquel bicho sonreía, y en ésta había maldad y peligro. Era un demonio, joder… claro que era peligroso uno de verdad. ¡Ay no! Tenía un demonio en su casa. Había invocado a un demonio… ¡Por todos los cielos! ¿Qué era lo que había hecho? La chica volvió a echarle otra mirada, pero esa vez de cuerpo entero.

Si lo miraba bien, parecía de todo menos un m@ldito demonio… con aquel traje negro de cuerpo entero, esas botas militares y esos tatuajes por todo su cuerpo. Parecía más a un motorizado que un demonio. ¿Y no se supone que los demonios tienen alas? Porque el suyo no trajo ese complemento.

Quizás no era nada de lo que decía, y simplemente era un ladrón que se había colado por la ventana… ¡si claro! Un ladrón que entro justo cuando un remolino de humo se formaba en el suelo. Le dijo su voz interna. ¡Dios! ¿En que carajos se había metido ahora? No tenía suficiente con la mentecata de Susan y su maldito jefe sexy.

—¡No pareces un demonio! — Le dice ella aun tirada en el suelo, ¿Qué carajos hacía en el suelo aun? Se preguntó internamente.

—¿Por qué lo dices? —  Este le pregunta mirándola directamente a los ojos.

—No se supone que los demonios llevan… ¡alas!

Este sonríe de una forma sádica, cruza los brazos. Lo que hace que sus músculos se marquen aún más.

—En este mundo mis alas no son visibles ante mortales insignificantes como tú. Pero tengo muchas otras maneras de demostrarte que si soy un demonio de verdad.

Ella traga saliva, no estaba segura de querer conocer esas demostraciones… más bien, ya estaba un poco aterrada por tener a un extraño en su casa proclamando ser un demonio.

—No sé qué está haciendo aquí, pero será mejor que se vaya por donde vino.

—Estoy aquí porque tú me has invocado, Abby Collins.

—¿Cómo sabes mi nombre? —pregunta espantada.

—¡Yo lo sé todo! Y también sé, porque me has llamado.

Ya no le estaba gustando aquello… la expresión de aquel sujeto había cambiado. Ahora parecía como la de un… pervertido. ¡Por dios! Si le hacía algo nadie la ayudaría.

—Vaya… va… váyase de mi casa — Suelta la rubia atemorizada.

—No puedo hacerlo, una vez que me llaman debo cumplir con el deseo solicitado.

—¿Deseo? — Esta abre los ojos.

—¿Acaso no has pedido que Callan Meison se enamore de ti? — Este sonríe pícaramente.

¡Por todos los cielos! Si le iban a cumplir su deseo después de todo… su corazón latió de alegría al saber que Callan seria para ella.

—¿Vas a cumplir mi deseo? — Pregunto cautelosa y a la vez esperanzada.

—¡Por supuesto! Es algo muy simple — Responde serio sin apartar la vista de ella.

—¿Y cuándo lo harás?

—Primero… — dice masajeando su barbilla —Debemos hablar de cómo me vas a pagar.

—¿Pagar? — Pregunta con descredito.

—No ofrezco mis servicios de gratis.

—¿Y qué es lo que pides a cambio?

—Quiero tu alma, Abby.

Ella abrió la boca tan grande que le produjo dolor de mandíbula… pero que chingados estaba pidiendo ese tío. ¿Cómo que su alma? No estaba tan loca como para entregarle su alma a un demonio, bien que había leído que hacer una cosa así era condenarse al infierno.

De nada serviría que ese sujeto cumpliera su deseo, si al final iba a estar condenada por toda la eternidad. ¿Qué clase de vida iba a llevar? Abby suspiro, después de todo no obtendría su anhelado deseo.

—¡Lo siento! No puedo darte mi alma — Le dice mirando hacia el piso.

Asmodeo observo aquella chica por primera vez de cuerpo entero, no poseía nada especial. Su cara de niña era lo más llamativo que poseía. Y su cuerpo no era nada comparado a las mujeres demonios con las que solía tener sexo.

A ella le carecía todo, le fue negado el don de la belleza física… sintió curiosidad por saber la razón de su tristeza, ¿acaso darle su alma era tan difícil? ¿Qué tan malo podría ser? ¿El amor de ese mortal no era suficiente como para vivir condenada al infierno?

—¿Por qué no? Es lo que pedimos todos.

—Debe existir otra cosa que quieras a cambio de mi deseo, no puedo vivir condenada solo por un amor.

Este pilla una lagrima fugitiva rodar por su mejilla, así que sufría por ese amor. Eso era interesante, ver a los mortales sufrir por amor.  ¡El amor! Era una pérdida de tiempo y energía algo que te hacia vulnerable y débil, no valía para nada en su mundo. Pero para ese mundo al que había sido invocado resultaba ser importante.

Lleno de curiosidad por primera vez en su vida Asmodeo se arrodillo ante Abby acercando su rostro al de ella. Con los nudillos limpia las lágrimas de aquella rubia. De inmediato este se separó de ella, sus ojos brillaron de la emoción al descubrir lo que esa mujer escondía tras sus lágrimas. Tan solo una gota de su esencia al tener contacto con su piel le dijo todo.

—¿Pero qué carajos haces? — Esta se aleja un poco de él —No sé de donde vengas, pero aquí el espacio personal es importante.

—Si no quieres darme tu alma, entonces pagaras con tu virginidad. ¡Es un trato justo! — Le dice ignorando su reproche,  luego se lleva su dedo hasta el mentón de Abby para elevar un poco su rostro.

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