¿Les gustan los Pov's? Creo que esta historia merece algunos también.
Harper. —Parece que disfrutas saber que murió— me dijo el mafioso que giraba el volante con una mano. Actué cómo si la felicidad no fuera por otra razón y lo observé. —Lo hago— confesé con una sonrisa. —Siendo mi cuñada fue una maldit@. Me sacó de mi dormitorio cuándo mataste a Orvyn, lanzó la mitad de mis cosas a la basura y me robaba las joyas que su hermano me regalaba— expliqué. —Por supuesto que me alegra su muerte. —¿Te hubiese gustado hacerlo tú? —la pregunta me heló la sangre. La mismas palabras que le dije a ella antes de que muriera, pero que lo supiera era imposible.—Claro— no moví ni un dedo. —Pero sé que ese gusto no me lo puedo dar. No contestó más y lo agradecí, mientras veía al perro que si no fuera un bestial rottweiler me lo comería a besos. Aunque se ganó uno al dejarse bañar y secar sin trabajo. Era tan obediente que podría hasta llegar a extrañarlo.—Mañana debo entrenar, así que tengas buenas noches— me di la vuelta, pero no tuve tiempo de cerrar la puerta p
Harper. Esperé que la alarma fuera lo que me despertara por la mañana, pero no fue así. Lo que me hizo abrir los ojos fue el incesante golpeteo en la puerta. Al parecer Winifred había tenido otra noche de bingo, porque estaba profunda. No sabía quién había madrugado tanto, pero esperé a varias personas, antes que a Delphine y a un sujeto que estaba detrás suyo. Ambas nos vimos por unos instantes, hasta que ella exhaló. —¿Me puedo quedar aquí hasta que Obed venga por mí? —abrí la boca, aunque ni yo entendí qué debía preguntar por un instante. —La que se acaba de despertar soy yo, pero la que dice cosas incoherentes eres tú— mantuvo sus manos al frente. —Puedes seguir durmiendo, o lo que sea. Ni siquiera notarás mi presencia— observé al hombre detrás suyo. —Puedes irte. Dile que sí llegué segura como tanto quería el maldi…señor. Atravesó la puerta, mientras el hombre asintió para marcharse. La fragancia que se había adherido a su abrigo no me pareció conocido, pero era masc
Harper. Con energías renovadas y la cabeza lista para dejarme libre, después del desayuno fui al punto de entrenamiento en el auditorio, con todos los que ya estaban calentando. Debía seguir con mi vida normal, mientras analizaba mis opciones. Teníamos que esperar de todo con los instructores, por ello cada uno hacía su rutina para moldear nuestro cuerpo para resistir lo que nos esperaba. Casi una hora después, nos avisaron que debíamos reunirnos para la selección de lo que se haría en la presentación y dejé que todos se marcharan, mientras recogía mis cosas sin ninguna prisa. Solían tardar unos cuántos minutos, aunque supe que había tardado más que un par cuándo llegué, ya que ni siquiera me dejaron cruzar la puerta. —Es en solitario— Fannie me arrastró con ella a los vestidores haciendo que tirara todo. Milkar cerró la puerta detrás de él con la misma cara, dejando mis cosas sobre una de las bancas. —¿Qué? —cuestioné desorientada. —La competencia esta noche, es en solitari
Mateo. —Ahora mismo— Beagle se marchó en cuánto me di la vuelta para regresar al palco, la hora en mi reloj mostraba que habían pasado casi 27 minutos lejos de ese sitio. Dos minutos entre cada participante con un intervalo entre cada uno de 30 segundos. La presentación número 11 estaría terminando, posiblemente. Por lo cuál no estaba fuera de mis tiempos. Scar lograba que nadie estorbara en mi camino y por ello cargarlo, también era un privilegio que nadie más que yo podría tener. Su presencia destacaba, sus garras eran temidas, sin saber que era más peligroso quién llevaba el collar, que el mismo felino. —¿Un trago? —ofreció Zabeth. Pero un gruñido de Scar lo devolvió a su lugar, lo había entrenado para eso específicamente, ya que la cercanía la sentí tóxica desde siempre. Sostuve mi barbilla con los dedos, analizando lo escuchado minutos antes, mientras todos parecían muy entretenidos con la suave melodía que aligeraba el ambiente. Necesario no era, pero me agradó lo es
Mateo. La cena aceptada la iba a cobrar, parecía que ella lo había olvidado porque se veía muy molesta al tenerme frente a frente en una mesa. Lo exclusivo de Manhattan lo conocía, no por hacer valer mi apellido, aunque sabían quién era y lo que necesitaba. Pero la razón principal era que, nunca me agradó compartir mesa. Aunque muchas veces debía hacerlo. Nunca fue por decisión propia. Ahora tenía uno de mis sitios preferidos, por el salón que tenía cada mesa. No había meseros pasando cada dos segundos, ni otras mesas cerca de la mía. —¿Y todo esto es para…?— La pelirroja tenía la espalda derecha y esa posición de no querer tocar nada de la mesa. —En verdad no te entiendo, ¿una cena para qué? Rascó su nariz. —Tengo hambre— seguí comiendo sin verla. Ella seguía rehusándose a tocar la comida de su plato. —Hablemos. Limpié mis comisuras y vertí un poco más de vino. —Cuéntame tus intereses o algo que gustes compartir— arrugó la nariz, apoyé los brazos sobre la mesa y admiré lo
Mateo. Beagle seguía mis pasos de cerca, a medida que yo me alejaba de la camioneta, atravesando la entrada de mi casa con la leve comezón en la nariz. Los sujetos con trajes y lentes oscuros me detallaron con cautela, mientras mantuve una mano en el bolsillo, sosteniendo el dispositivo que tranquilizaba a Horus. Scar estaba en un lugar seguro y no tendría problemas para controlarlo antes de que atacara a la misma realeza. Caso contrario al rottweiler que caminaba a mi lado con el instinto activo. Los dos hombres bañados con gel para cabello, fineza y refinamiento. La mujer con abrigo verde sonrió luego de alzar las cejas, mientras yo tenía sólo un pensamiento rodando. —Un placer conocerlo, Mateo Crown— extendió la mano el mayor de los dos hombres. —Duque Dorian Bonnieville— observé su mano por un segundo antes de tomarla. —Lincoln, mi hermano y Lacey, mi hija, futura duquesa. Pensé en muchas cosas que podían entrar en mi casa, innumerables de ellas fueron tachadas cómo imposi
Harper. Un échappé me llevó a una posición abierta, mis pies separándose con una precisión meticulosa en diversas ocasiones, antes de girar, alzarme y volver a girar. Cada pirouette se llevaba mi corazón, cada fouetté lo que trataba de olvidar y culminaba con un sin emboîté, cada movimiento me envolvía entre recuerdos, ilusiones y anhelos a los que no tenía derecho. Pero que bien se sentían. Aunque, qué peligrosos eran los anhelos, porque volvía a tener algo que podían volver a quitarme. Por ello, decidí que lo mejor era mantenerlos en silencio, porque algún día morirían. —¿Has pensado en aceptar las colaboraciones?— negué sin elevar mi cabeza, los ejercicios para la flexibilidad eran muy necesarios para seguir el ritmo de Grettel. —Harper, si es por lo que dijo Phiama… —Lo que dijo Phiama me tiene sin cuidado— giré una de mis piernas por la espalda. —Cuéntame de tu sobrina. Todo tema que hubiese antes de mi pregunta se esfumaba. Nunca había visto a nadie emocionarse así po
Harper. Noelle volvió a verme y negó. —Deberías aprender a aceptar "no" en ocasiones o las respuestas simples— destacó. —Tú me enseñaste a que nunca debo hacer eso— señalé y pude ver un atisbo de orgullo, que luego se apagó. —Puedes irte— negué, porque quería saber a qué se refería Delphine. —Creería que querías lastimarme, pero no lo hiciste durante 18 años, me defendiste de Lorcan y… —Harper, deja el sentimentalismo en privado— me reprendió. —Noelle. —Vete— me instó. —Sólo dime por qué— la seguí y se enfadó. —Porque quise decir la verdad. No tiene que haber un motivo— se recuperó para poner los dedos entrelazados en su abdomen. —Esos zapatos no contrastan con lo que vistes. Refleja desorden. Usa algo acorde, porque los detalles crean diferencias y buenas o malas, dice mucho de tí. —Noelle, contigo siempre hay un por qué— me acerqué sin desviar mi atención a su comentario y ella dio un paso atrás enseguida. Me detuve con el pulso golpeando mis venas ante su rechazo