¿Hay una manera en la cuál estos dos se entiendan? Sí, odiándose.
El primer tramo de su viaje los llevó a Reikiavik, donde tuvieron que hacer una escala, debido a las medidas de seguridad que debían implementar. Si algo no le gustaba a Mateo eran los retrasos, pero tampoco tener que seguir protocolos que lo limitaran. Harper, en cambio, buscó un lugar para acomodarse, aceptando el café que le ofrecieron, mientras leía o trataba de leer una revista sobre una mesa que buscaron para ella. Pero el islandés no era un idioma por el que antes se interesó. Pasó las páginas, al ritmo de los minutos, alzando la vista, sólo para encontrar al mafioso sentado en uno de los muebles frente al suyo. Con las rodillas alejadas la una de la otra, sus brazos cruzados, y la camisa a la medida para no verse muy suelta, ni una talla menos, una medida exacta para mostrar sus…pasó saliva al descubrir esos ojos tan fríos en su dirección y ese aura apresante que destilaba de cara poro. Tenía que dejar de verlo, pero el infeliz sonrió. Ella apartó la mirada para ver la revi
Mateo dejó la copa vacía, mientras Harper se interesó en otro de los espectáculos presentados. Su nariz respingada se arrugó al ver a los acróbatas tener su propio público. Jamás había visto una boda de ese…estilo, sí se podía decir así, porque no tenía claro el concepto. De igual manera, se puso de pie para recibir a la novia que le sonreía al socio o lo que fuera de los Crown. Escuchó la ceremonia y presenció una boda extraña, pero entretenida, incluso en la parte final cuándo a todos se les invitó a darle un beso a la persona a su lado. Harper alzó la mirada hacia el hombre que la vio por un momento. —No te hagas ilusiones— señaló causando que el mafioso esbozara una risa que la hizo aplaudir como todos los demás. No tenía mente para todo lo que tenía encima. Se escudaba en el ballet, porque era lo único que la hacía liberar sus cargas y expresar todo lo que la atormentaba. No cometería el error de buscar consuelo en las caricias de alguien, cuándo no encontraba paz en ella mis
Mateo vio a Harper bajar los hombros y quitarse los guantes. Siempre temía que alguien viera sus manos, se alteraba tan siquiera que vieran esa piel marcada, con relieves que recordaba lo que…no recordaba del todo. Sacudió sus pestañas, mientras su lengua se negaba a moverse. Trataba de convencerse de que le estaba dando armas a alguien que no tenía lástima por nadie. Al mismo tipo que odiaba por condenarla a estar por siempre bajo el dominio de Lorcan, al mismo mató su esperanza, al mismo que…esa noche debió haberla asesinado. —Mi abuelo, Edison— corrigió con su voz fallando. El escozor en su garganta la estaba por ahogar, no era buena expresando algo real, propio y tan profundo que incluso se había escondido de ella. —Era muy distraída a mis 16— rió y Mateo siguió escuchándola. —Solía perderme en mi…esa casa, era normal, entraba al dormitorio de Delphine o Alaric por accidente, si la viste sabrás que es muy confuso el…—Mateo asintió y ella ladeó una mueca—. Pero jamás entraba a
En cuánto aterrizaron, Harper le pidió a Beagle llevarla al apartamento, en dónde suspiró al visualizar el edificio ante ella. Mateo la vio con dudas de si despedirse o no, en lugar de verla titubeante, la tomó por el cuello para atrapar su boca.Beagle apartó la mirada hacia un rótulo en la calle, mientras la pelirroja le limpió la comisura a Mateo. —Por más que lo esquivas, esto va a seguir pasando— le aseguró él mirando su boca. —Por más que te guste, esto va a terminar— el mafioso rió y ella salió de la camioneta para entrar al edificio en dónde ese aroma seguía impregnado en su ropa. Esperó el elevador, con paciencia en lo que calmaba la temperatura de su piel que subía cada vez que lo tenía cerca. Acomodó los guantes y mantuvo la maleta en su mano. —Espero que tanta cercanía con él no te queme las neuronas que te quedan— dijo Lorcan a su lado. Ella ni se inmutó, pese al miedo que le tenía, su temple no le permitió volverse una aterrada figura que vivía para temerle.—Recuer
Harper salió con dirección del auditorio en el vehículo que Beagle conducía, para tener su rutina obligatoria con los instructores que asignaron para todos, mirando a Phiama con el gesto enfadado cada vez que la veía. —Le quitaste titulares, por eso está que se quema en su odio— rió Fannie comiendo una dona. Harper observó lo que mordía. —Le dije a alguien que quería tener algunas para comer aquí y las trajo mis favoritas. —¿Alguien? —Sí. Alguien— canturreó y ella se rió, para luego sacudir la cabeza. —Volviendo al tema, ¿recuerdas lo de la calificación?— Harper movió la cabeza. —Lo logró, le dieron un 9.3, porque se equivocaron. —Seguro— tomó una botella con agua.—Que no te asuste, importa pasar a la siguiente ronda en estos concursos, no con cuánto— indicó viendo al frente. —Cuándo llegues al último nivel, porque vas a llegar, ahí sí con todo. Que Phiama no sepa de donde vino el golpe. —Aún faltan algunas rondas para eso— indicó viendo el rostro conocido en el pasillo. Otra lo
Harper no sabía qué sucedía. No entendía qué pasaba. El aturdimiento era demasiado para comprender la situación. Solo veía la sangre de su esposo derramada en el suelo. Dos balas, una en el pecho y otra en la frente. Sus manos temblorosas envueltas en el mismo líquido la hicieron perder la noción de su entorno. Las pastillas para dormir que tomaba cada noche habían funcionado demasiado bien en esa ocasión, porque no escuchó los disparos. —Fue él. Fue Mateo Crown quien lo hizo —le dijo su suegro con la voz rota—. Lo mató porque no cedió a sus órdenes. Lo mató porque no aceptamos su dominio sobre nuestras vidas. No sabía quién era Mateo Crown. No entendía nada de lo que Lorcan decía. Sólo comprendió que habían matado a su esposo. Solo entendió que Mateo Crown había masacrado a casi todo un clan. La había convertido en una viuda. No amaba a su esposo, pero él la había mantenido segura de todos en ese lugar, y ahora estaba a la deriva. En el funeral de Orvyn Bohemond, solo
El mundo de Harper se tambaleó. ¿Casarse con el asesino de su esposo? La idea era repugnante, pero antes de que pudiera protestar, su suegro continuó. —Como comprenderás, no puedo arriesgarme a que vuelva a atacarnos —suspiró vertiendo un poco de su licor en un vaso—. Tú ya entiendes este tipo de negocios y eres en quien más puedo confiar para que haga bien su trabajo. Salvarnos. Su hipocresía no tenía fin. —Tienes hijas —le hizo ver cuando recuperó el habla. —Seré sincero —Lorcan se sentó cruzando una pierna sobre la otra—. Sabes la fama que esa familia se carga. La prueba está en que vino a matar a mi hijo a su casa, mientras dormías y no te diste cuenta de que lo hizo —dejó caer su barbilla sobre sus dedos con amargura, también presente en sus ojos—. No quiero a alguien así en mi familia. Tu padre no me llevará la contraria, durante los seis meses que dure esto, porque desde que firmaste tu matrimonio con Orvyn por la razón que sabemos, eres de mi propiedad, ¿tu mente capt
—¿Te lo dijo? —cuestionó su nana al verla con las manos enguantadas aferradas a la cómoda. Harper asintió solamente. —¿Le pedirás ayuda a tu padre? —No moverá un sólo dedo— lanzó su cabellera a su espalda. —Debo casarme con ese…asesino. Decirle asesino a alguien cuando esa marca la llevaba también era hipócrita. Pero lo suyo no se comparaba a ir a la habitación de alguien por la noche a acabar con su vida y aún presumir el hecho. Lo suyo fue accidental y sus manos recibieron castigo por haberlo causado. No sucedía lo mismo con el asesino de su marido y su salvación. —Mi niña, el mundo no siempre es justo, pero tú tienes la fuerza para cambiar tu destino— susurró Winifred, su nana acariciando su cabellera rojiza, para brindar consuelo. —¿Cómo puedo cambiar algo que ya está decidido? —dijo forzándose a no flaquear. —No soy más que una sombra en esta casa, Win. Tenía un poco de importancia con Orvyn vivo, pero ese maldit0 me quitó la única posibilidad de vivir medianamente tranq