Esa explosiva relación que llevan es de mis favoritas. Pero díganme ustedes, ¿qué les parece? Leo sus comentarios.
—Una oportunidad es lo que tendrás— destacó Mateo al detenerse frente al edificio. —De tu boca no debe salir nada de lo ocurrido. El silencio salva vidas y en este caso es la tuya la que está en juego. —Sé lo que conlleva la traición, no soy idiota— suspiró la pelirroja para abrir la puerta. Mateo la tomó del cuello y la regresó a su lugar. —¿Qué se te ol… —Que no se te olvide a quién le pertenecen tus pensamientos, porque tengo maneras que no serán agradables para recordarlo— estuvo tentado a besarla, pero si lo hacía no podría irse. Ya había perdido tres días en querer arrancarse las ganas de ella y sólo aumentaban. Se acercó a su oído y soltó el aire. —Seré condescendiente y guardaré el secreto de tu traición, porque tampoco me conviene que sepan que justo mi esposa estuvo a nada de provocar una guerra más — rozó su piel. Harper sonrió con descaro. —Que a mí me endurezca la polla tu juego sucio, no quiere decir que al resto les parezca agradable— acarició los labios rojos natu
Trabajó todo el día siguiente en los diseños que avanzó, volviendo al salón de mecánica al medio día cuándo las dificultades se presentaron. Aegis era su vida. Ahí estaba todo lo que le gustó desde que Leonardo lo encaminó hasta ser aquello que tanto admiraba en su niñez. Al caer la noche, observó a Winifred salir del edificio para acompañarse con una señora y un señor de su misma edad. Los tres hablando de que hacían un buen equipo para el dominó. En cuánto ingresó al apartamento, fue directamente al salón dónde la encontraría. Halló a Harper con un libro entre las manos, queriendo hacer ejercicios de estiramiento, siguiendo con las indicaciones que ahí se plasmaban. —¿Todo este esfuerzo para dejarse ganar por venganza? —Harper se levantó y le arrebató el libro que el mafioso había tomado. —Nadie dijo que me dejaría ganar— lo cerró y recogió sus guantes. Frente a otros jamás le agradaría tener las manos descubiertas. Menos ante el hombre que las veía con verdadero interés. El
Para la mañana, Harper se preparó con un pantalón cómodo y una blusa que dejaba al descubierto su collar con una jadeíta azul, mientras el anillo en su dedo era una pieza que se había acostumbrado a llevar. Winifred la acompañó hasta la calle, reiterando que estaría pidiendo al cielo por ella. —Sé que todo saldrá bien— la abrazó esperando ver el taxi que pidieron, en cambio una camioneta que conducía Beagle tenía la puerta abierta. —Mi orden es llevarla y traerla de regreso, señora— exclamó y ella suspiró al ver el interior vacío. Agradeció hacia Beagle no haber llevado a su jefe, a lo que el Demons asintió. Casi veinte minutos después llegó al lugar, un sitio que estaba repleto de autos en la entrada, esperando para avanzar. Cuándo su turno llegó, encontró a Grettel en ese lugar, por lo que entendió que estaba ahí para comprobar si se había grabado sus indicaciones. Voces de quienes se regodeaba de tener contactos, conocer a los jueces o influencias para permanecer en la com
—Por número se unen a la fila— señaló una mujer encargada de la coordinación, con un par de hojas en las manos. Harper no comprendió, pero Fannie le mostró la llave del casillero. La inglesa se ubicó ocho participantes antes de Fannie, mientras que Phiama no parecía nada contenta con estar cinco lugares antes de Harper, pero once después del primero. Uno a uno fue llamado segundos después, cada uno saliendo cuando su nombre fue pronunciado. Teniendo apenas treinta segundos para realizar un fugaz espectáculo para ubicarse en el lugar correspondiente. El temor a cometer errores tenía a Harper con un ligero temblor en sus rodillas. Era posible, no había estado en un escenario hacía mucho tiempo y menos a algo de ese nivel. Un mes de entrenamiento duro no era suficiente. Observó a Phiama salir en cuánto su nombre fue dicho por el altavoz, una ola de aplausos la recibió, mientras la castaña se movía entre arabesques finalizando con su pirouette para, inclinándose hacia el público que
—¿De Crown?— la pregunta de Phiama hizo que su novio la tomara de la mano, en una señal de no continuar. —Lo lamento. Es un placer, Harper. Extendió la mano, esperaba algún reproche o que se mostrara rencorosa ante lo ocurrido recientemente. No obstante, la pelirroja atrapó su mano con total amabilidad. —Siempre lo será— contestó, tratando de alejarse de su marido. Su cercanía la tenía muy nerviosa, pero Mateo no tenía planeado soltarla. —Supongo que tienen mucho para ensayar, pero pueden ir conociéndose— animó el hombre que sostenía a Phiama. —Que mala educación. Harper, discúlpame. Wyatt Finneghan, —extendió la mano. —Un verdadero honor conocerte. La inglesa tomó la mano con la misma careta noble, aunque Mateo había comenzado a leer algunos gestos, aún con lo buena actriz que ella era. —¿Desayunaste?— la mujer de cabello rojo lo observó por un segundo. —No, pero no estoy en condiciones de salir— mostró su imagen. Mateo llamó a Beagle, quién se quitó el abrigo que la cubrió
Entre pruebas de vestuario y maquillaje, Harper se quedó dos horas en una silla, Fannie no se callaba nunca, aunque de cierta manera era agradable no sentirse tan sola en ese sitio. Dejó de pensar en lo que no debía y podía escuchar lo que ella tenía para contar. Cuándo la noche cayó, la pelirroja se dio un baño rápido, secando su cabello para calentar un poco, mientras Phiama la veía a cada nada del mismo modo. Volvió al camerino para que la maquillaran, dándose cuenta de que había un grupo realmente grande que se enfocaba en ella por completo. Mientras los demás tenían al que antes realizó pruebas en ella. Se colocó el vestuario, y se preparó con las manos sudando y ese escalofrío en la espalda y piernas. Fallar era un temor que no podía controlar. También lo era saber que Grettel ya había llegado. Aunque aún faltaba casi una hora para comenzar la función, el auditorio se estaba comenzando a llenar y los nervios aumentaban. —Vi el ensayo y como dije antes, estaré vigilándot
El telón estaba en lo alto, revelando un escenario iluminado con tonos azules y dorados, al público que estaba perdido en la aparición distinguida de Tamino. La música de Mozart llenaba el aire, resonando con una mezcla de misterio y majestad, en lo alto las figuras formaban el paisaje que los sumía en la obra. Los bailarines se movían con gracia, asumiendo sus roles en la adaptación única del cuento operístico. Harper veía desde su lugar, manteniendo su mente en blanco, no quería ver a quiénes la observarían, por lo que se concentró en el romance plasmado entre arabesques y delicados caídas y giros en el escenario, que con el pasar de los minutos llegó al segundo acto, con la flauta en manos de Zeb, el cuál interpretaba con total precisión. Las risas no faltaron entre el público, mientras Phiama le dedicaba miradas pesadas que ella ignoraba sin dudarlo. Zeb, era un bailarín hábil y estaba en escena con un grand jeté, su cuerpo suspendido en el aire por un breve momento antes de ate
Las ganas, el desespero y la excitación tomaron el control entre las dos personas que estaban en la habitación del mafioso. Harper había sido sostenida por él en cuánto cruzaron la puerta del dormitorio, con unas manos nada delicadas al deshacerse de lo que llevaba encima. Estaba a punto de amanecer y ella no podía pensar en nada más que en la salvaje estocada que la llenó por completo. Sus manos estaban en su espalda, sus piernas tenían poca estabilidad, sus caderas se estrellaron contra el mafioso, al mismo tiempo, su cabello era sostenido para mantenerla de pié contra la pared y la pelvis de Mateo golpeándola. Su rostro tenía una leve capa de sudor, mientras su respiración errática le impedía escuchar otra cosa. El mafioso la pegó a su pecho, dejando que las sacudidas de su miembro llenaran el interior de la pelirroja entre sus manos. Abandonó su interior, viendo las gotas que se deslizaban en las piernas que lo hicieron pasar saliva. Verlas tan temblorosas y bañadas de él, le h