Por ahora tendrán dos capítulos, pero posiblemente en unas horas tengan otros dos. Tengo que organizarlos aún.
—¿Y ese sitio al que iremos de quién es? —la pregunta de Winifred la hizo aclarar su voz. —Harper, no me digas que Lorcan... —No, espero que se mantenga lejos de mí, aunque admito que tengo un presentimiento de que no será así —musitó. —Sí decide hacer algo contra mí, esta vez será peor. Lo siento aquí. —acarició su pecho. —Podemos pedirle ayuda a tu esposo —Harper rió ante las palabras de su nana. —Puedes decirle que tú no sabías nada del ataque que le hicieron a su familia. Porque escuchar una conversación no cuenta cómo estar de acuerdo— indicó por lo bajo. —Y si lo analizas, él no te quitó la oportunidad de ser libre, intencionalmente—añadió. —Independientemente de si fue intencional o no, lo hizo— dijo con frialdad. —No me interesa la razón, ni que me entienda. Él me condenó a seguir en manos de Lorcan, porque aún cuándo mi matrimonio con él se termine, mi libertad la sigue teniendo ese desgraciado. Miró hacia la ventanilla. —No necesito un héroe en mi vida, nana— dibujó s
—Era mi prometido y te metiste en su cama seguramente —Braden no dejaba de luchar por alcanzarla. —Tú eres la culpable de que me haya dejado, perra —Harper la observó de arriba a abajo sin inmutarse—. ¿Qué le diste? ¿Te embarazaste para atraparlo? ¿Te fuiste de ofrecida con él aún sabiendo que tenía novia, puta? —Cómo si no tuviera tanto para resolver, ahora vienes tú —ni siquiera se movió ante los intentos desesperados de Braden por alcanzarla. El portero recibió un golpe, pero no cedió. —Te voy a destrozar esa carita de puta que te cargas— prometió la actriz. —Jamás había sentido vergüenza de alguien de mi mismo género, pero, para todo hay una primera vez— Braden enfureció aún más. —Te presentas como una dama, pero todos deben saber que eres la zorra de mi novio— alzó aún más la voz para que quiénes estaban cerca escucharan. —Porque Mateo va a buscarme cuándo no seas suficiente y no tardará en saber quién es la mujer que necesita.—¿Se supone que eso es una amenaza? Porque es v
Descendió del taxi, adentrándose en la cafetería donde sintió varias miradas sobre ella. Ubicó la mesa y se sentó frente al hombre que comía unos waffles. El sujeto de cabello tintado de blanco rió al verla. —¿Desde hace cuánto no te veía? —observó su rostro. —¿No fue cuando te casaste? ¿Tenías veinte o veintiuno? —liberó los cubiertos. —Escuché que quedaste viuda, reina roja. Nunca me cayó bien tu marido, así que no diré que lo siento. No soy hipócrita. —Fui viuda por poco tiempo. Me volví a casar, pero eso no es importante — señaló— ¿Por qué tanta vigilancia? —cuestionó Harper cambiando de tema. —¿Creíste que esto era una trampa, Ken? Me conociste cómo muchas cosas, pero no cómo una desleal con los amigos. —Cuándo dices amigos, te temo— limpió su boca. —Siento que me pedirás algo similar a la manera de desquitarte con las chiquillas que te robaron la ropa en tus clases de natación hace… —¿Te gusta el dinero cómo antes? —Ken dejó de hablar enseguida. —¿Tienes el mismo grupo efi
Los agravios a la propiedad del edificio continuaron y en cierta medida, Harper comenzaba a sentir que estaba llegando a su límite. Nunca había conocido a alguien tan molesto como esa castaña de ojos rasgados que todos esos días estuvo en la calle. La policía no era una opción por su situación, temía que Lorcan tuviera algunos oficiales de su lado. El único que podía apoyarla era Ramiro, el guardia que la acompañaba hasta su taxi y estaba muy atento a todos los taxis que se detenían en ese lugar para esperarla. Hasta que decidió llamarle al dueño del apartamento esa noche esperando que hiciera algo. —¿Por qué no pide que alguien le haga lo que tiene que atender, señorita? Se arriesga mucho con esas mujeres allí afuera —Rómulo siguió a Harper, adelantándose un poco. —Porque no pienso encerrarme por temor a una mujer que cree que puede atemorizarme con gritos, Ramiro —contestó cerrando el abrigo para cubrir su blusa rosa con relieves del mismo color y mangas transparentes. —He vi
Mateo tuvo que pensar en muchas cosas desagradables, el repugnante olor a jazmín, miel y otras mezclas que emanaba de Harper lo hicieron sentir esa presión a nada de romper sus pantalones, la misma que lo llevó a pararse frente a la ventana. No era por ella. La razón era el cambio brusco en su ritmo cardíaco. Nada más. A su vez, Harper lanzaba a la basura los guantes inservibles y guardaba la ropa que se había cambiado. Alzando el frasco de colonia que acercó a su cuello y en cada zona que solía ponerse su fragancia. Le gustaba a ella, el resto no importaba. Su nana guardaba las últimas cosas en su propia maleta, teniendo cuidado de no arrugar las nuevas prendas que Harper le había comprado. —¿Estás segura de que quieres seguirlo a esa ciudad? —Harper aseguró el cierre de su última maleta y se frotó la cara. —No es como si pudiera negarme, ¿o sí? Colocó la maleta en el suelo y buscó el abrigo limpio que se cerró con el cinturón. Se colgó el bolso en su mano y caminó hac
En cuanto la camioneta se detuvo, Mateo abrió la puerta enseguida para alejarse tanto cómo pudiera de ella. Frotó su cuello con la tensión en…otra zona, calcinando sus neuronas. Harper inhaló profundo y descendió también. El Jet de aspecto elegante color negro mate, absorbía la luz del sol, dándole un aspecto casi espectral con sólo verlo de un lado. Las líneas aerodinámicas del fuselaje parecían esculpidas por el viento mismo, optimizadas para cortar el aire con la mínima resistencia. Beagle y los demás se encargaron de llevar las maletas de Harper, quién insistió que debían tener cuidado con todo. Mateo arrugó las cejas al notar su obsesión por tanta delicadeza en todo. Como si fuera un viaje por placer. —Nuestro jefe nos dijo que lleváramos todo a la zona de carga —se opuso el sujeto al ver que la pelirroja no los dejaba hacerlo. Pues algo podría aplastar sus preciadas pertenencias personales. —Que su jefe sea un troglodita sin un gramo de conocimiento sobre el cuidado de l
El problema que ahora enfrentaba estaba causando que la molestia en su entrepierna fuera aún más insoportable. Las horas continuaban y Aegis no era suficiente distracción para Mateo, aún cuándo había tanto por resolver. Su mente no funcionaba como debía hacerlo, sus manos se negaban a trabajar, logrando que la frustración sólo incrementara. Tenía que trabajar esos días sin pensar en nada más porque su madre quería espacio para su dichoso cumpleaños el fin del mes, pero no lograba concentrarse. Era una mujer desnuda simplemente, él no era un adolescente conociendo su sexualidad para estar así. La hoja en blanco con simples garabatos y ninguna forma fue lanzada a la basura. Pasó la mano sobre el pantalón, dejando caer la cabeza en el espaldar de la silla, sus ojos se cerraron y la tortura regresó. La imagen de ambos frente al espejo. Ese cuerpo desnudo, las hebras goteando por su abdomen delicado y esos ojos violeta echando chispas contra él. Su mano se movió por su longitud con le
El vestido negro de Harper que ahora lo usaba sin abrigo seguía su rígido gusto por la elegancia femenina, sus guantes de cuero, un poco más gruesos, mantenían esa refinada imagen al sentarse en la mesa del restaurante, en donde se reuniría con el próximo comprador, al haber arreglado la cita en esa ciudad. Llamó al mesero, le entregó un papel, pidiendo que estuviera pendiente de su mesa por cualquier eventualidad. El mesero afirmó que lo haría, dejándola sola para ir por su café. La noticia en el periódico que leía captó su interés, en este se mostraba los contratos cancelados de varias actrices que estaban siendo vetadas por rumores de todo tipo. Aunque ella sabía la razón real de todo. Podría sentirse culpable, dejar que esa idea de haber sido injusta creciera en ella, pero, no lo haría. Las personas que se definían buenas, no siempre debían tener el ideal de dejarse pisotear para sentir que lo eran. Lo pensó algunas veces, nunca hizo nada cuando las humillaciones llegaron, sól