Lamento la tardanza. Ocurrieron algunos percances, pero aquí los tienen. Los dos capítulos que prometí, espero que los hayan disfrutado. No olviden seguirme en mis redes sociales.
Los agravios a la propiedad del edificio continuaron y en cierta medida, Harper comenzaba a sentir que estaba llegando a su límite. Nunca había conocido a alguien tan molesto como esa castaña de ojos rasgados que todos esos días estuvo en la calle. La policía no era una opción por su situación, temía que Lorcan tuviera algunos oficiales de su lado. El único que podía apoyarla era Ramiro, el guardia que la acompañaba hasta su taxi y estaba muy atento a todos los taxis que se detenían en ese lugar para esperarla. Hasta que decidió llamarle al dueño del apartamento esa noche esperando que hiciera algo. —¿Por qué no pide que alguien le haga lo que tiene que atender, señorita? Se arriesga mucho con esas mujeres allí afuera —Rómulo siguió a Harper, adelantándose un poco. —Porque no pienso encerrarme por temor a una mujer que cree que puede atemorizarme con gritos, Ramiro —contestó cerrando el abrigo para cubrir su blusa rosa con relieves del mismo color y mangas transparentes. —He vi
Mateo tuvo que pensar en muchas cosas desagradables, el repugnante olor a jazmín, miel y otras mezclas que emanaba de Harper lo hicieron sentir esa presión a nada de romper sus pantalones, la misma que lo llevó a pararse frente a la ventana. No era por ella. La razón era el cambio brusco en su ritmo cardíaco. Nada más. A su vez, Harper lanzaba a la basura los guantes inservibles y guardaba la ropa que se había cambiado. Alzando el frasco de colonia que acercó a su cuello y en cada zona que solía ponerse su fragancia. Le gustaba a ella, el resto no importaba. Su nana guardaba las últimas cosas en su propia maleta, teniendo cuidado de no arrugar las nuevas prendas que Harper le había comprado. —¿Estás segura de que quieres seguirlo a esa ciudad? —Harper aseguró el cierre de su última maleta y se frotó la cara. —No es como si pudiera negarme, ¿o sí? Colocó la maleta en el suelo y buscó el abrigo limpio que se cerró con el cinturón. Se colgó el bolso en su mano y caminó hac
En cuanto la camioneta se detuvo, Mateo abrió la puerta enseguida para alejarse tanto cómo pudiera de ella. Frotó su cuello con la tensión en…otra zona, calcinando sus neuronas. Harper inhaló profundo y descendió también. El Jet de aspecto elegante color negro mate, absorbía la luz del sol, dándole un aspecto casi espectral con sólo verlo de un lado. Las líneas aerodinámicas del fuselaje parecían esculpidas por el viento mismo, optimizadas para cortar el aire con la mínima resistencia. Beagle y los demás se encargaron de llevar las maletas de Harper, quién insistió que debían tener cuidado con todo. Mateo arrugó las cejas al notar su obsesión por tanta delicadeza en todo. Como si fuera un viaje por placer. —Nuestro jefe nos dijo que lleváramos todo a la zona de carga —se opuso el sujeto al ver que la pelirroja no los dejaba hacerlo. Pues algo podría aplastar sus preciadas pertenencias personales. —Que su jefe sea un troglodita sin un gramo de conocimiento sobre el cuidado de l
El problema que ahora enfrentaba estaba causando que la molestia en su entrepierna fuera aún más insoportable. Las horas continuaban y Aegis no era suficiente distracción para Mateo, aún cuándo había tanto por resolver. Su mente no funcionaba como debía hacerlo, sus manos se negaban a trabajar, logrando que la frustración sólo incrementara. Tenía que trabajar esos días sin pensar en nada más porque su madre quería espacio para su dichoso cumpleaños el fin del mes, pero no lograba concentrarse. Era una mujer desnuda simplemente, él no era un adolescente conociendo su sexualidad para estar así. La hoja en blanco con simples garabatos y ninguna forma fue lanzada a la basura. Pasó la mano sobre el pantalón, dejando caer la cabeza en el espaldar de la silla, sus ojos se cerraron y la tortura regresó. La imagen de ambos frente al espejo. Ese cuerpo desnudo, las hebras goteando por su abdomen delicado y esos ojos violeta echando chispas contra él. Su mano se movió por su longitud con le
El vestido negro de Harper que ahora lo usaba sin abrigo seguía su rígido gusto por la elegancia femenina, sus guantes de cuero, un poco más gruesos, mantenían esa refinada imagen al sentarse en la mesa del restaurante, en donde se reuniría con el próximo comprador, al haber arreglado la cita en esa ciudad. Llamó al mesero, le entregó un papel, pidiendo que estuviera pendiente de su mesa por cualquier eventualidad. El mesero afirmó que lo haría, dejándola sola para ir por su café. La noticia en el periódico que leía captó su interés, en este se mostraba los contratos cancelados de varias actrices que estaban siendo vetadas por rumores de todo tipo. Aunque ella sabía la razón real de todo. Podría sentirse culpable, dejar que esa idea de haber sido injusta creciera en ella, pero, no lo haría. Las personas que se definían buenas, no siempre debían tener el ideal de dejarse pisotear para sentir que lo eran. Lo pensó algunas veces, nunca hizo nada cuando las humillaciones llegaron, sól
—¿Y lo que dijiste que comprarías? —Winifred se extrañó al ver a Harper regresar con las manos vacías. La mirada de la pelirroja estaba aún más perdida de lo habitual. —¿Sucedió algo? —¿Algo como qué? —colocó el maletín sobre la mesa de cristal. —No sucede nada, es solo que… No es nada, el comprador no llegó. —¿Eso te tiene así? —Winifred le palpó la frente. —Estás muy pálida. Pero no tienes fiebre. —Encontré a Lorcan —dijo la mujer de ojos violetas, haciendo que Winifred dedujera que su miedo por él era la razón de su estado. Para Harper, era mejor atribuir su estado a ese encuentro que a lo sucedido después. No lograba entender cómo su desagrado por Mateo no le impidió dejar que se acercara tanto. La besó. El tiempo no era lo importante, sino el hecho. Dos segundos fueron suficientes para hacerla entrar en un estado de confusión total. Besó a Orvyn por la misma razón. Apariencias. Pero estos siempre fueron ignorados al instante. Tal vez la razón era porque con él, no le causaban
—¿La mujer que te disparó? —Izan apoyó la espalda en su silla. —No es por entrometerme en tus asuntos, pero esa mujer te disparó y hasta el día de hoy no sabemos la razón de por qué pasó lo que pasó— resaltó Joseph. —Sí desde el inicio no he dicho nada es porque sé que tienes tus propias maneras de resolver las cosas, pero si mal no recuerdo, ahí tienes un cuarto repleto de armas. —Eso sin tomar en cuenta que quemó tu casa, poniendo en riesgo de muerte a los empleados de ese lugar —añadió Izan al alejar el plato. Keyla permaneció en silencio. —Y por molesta que sea, es mi esposa— Mateo soltó los cubiertos también. —Si muere la treta se rompe. Por más odio que nos tengamos el uno al otro, de este matrimonio depende mantener el acuerdo. —Si te dispara de nuevo, podría… —Si lo hace una vez más, yo mismo acabo con esta estupidez— sentenció mirando a su padre, pasando a su hermano y a su madre al final. —Sí les preocupa mi seguridad, tengan por seguro que hay cosas con las que sé li
—Estás mintiendo —murmuró la agente Vasco en voz baja. —Por desgracia no es así— Mateo convirtió su tono en uno áspero y sin emoción. —Espero que no malinterprete nada y crea que soy tu amante— Mateo prefirió no decir nada a tal tontería. Harper por su lado, veía al mafioso indeseable verla atentamente, mientras la mujer a su lado movía los dedos alrededor del vaso con un nombre que distinguió al estar a poca distancia. «Helena». Por su cercanía parecían tener confianza. Por la posición que tenían, no creyó que fueran más que amigos. Esperaba que así fuera, porque no quería tener que lidiar de nuevo con una conversación como esa, sobre tener encuentros con otras mujeres. —¿Ahora me vigilas o es una casualidad? —preguntó directamente. —¿Era necesario lanzar el frasco entero de colonia sobre tí? —Puedes dejar de respirar y de inmediato se acaba la molestia para tí y para mí —contestó Harper con el mismo engreimiento que su marido. Helena inhaló una enorme cantidad de aire.