Los besos fugaces siempre son detonantes. Y Darek, ¿qué podemos decir de él?
—¿Debo agradecer que vengas a verme?— Valente pareció divertirse con el descaro de Clifford. —Cuánto estima te tienes. —No me he estado escondiendo cómo imaginas, solo quise buscar una cantidad de dinero para saldar mi deuda contigo— colocó el maletín que abrió para mostrar los fajos de dinero. Valente lo observó un segundo y luego volvió al rostro del inglés. —Tienes dos millones y ochocientos mil dólares aquí. Puedo conseguir más cuándo Delphine se convierta en marquesa. Solo necesito unas semanas más y… —¿No sientes vergüenza?— cerró el maletín. —De seguro ese es el dinero de Alaric. Luego, ¿por quién vas? ¿Harper? —Estoy diciéndote que puedo pagar todas las pérdidas que tuviste estos años—, replicó con prisa. —No necesitas hacer más. Lo pagaré. —¿Tengo cara de que necesito el dinero, Clifford?— apoyó su espalda en la ventana. —Si buscara eso, créeme, serías el último a quién me acercaría— le dio la vuelta a la fotografía de su padre y hermano—. Tú sabes bien lo que hiciste,
Mateo, en el edificio que usaban cuál lugar de trabajo, escuchaba al hombre que exponía los datos que llevaba para ellos. Debía ser agradable porque representaba números verdaderamente altos, pese a las pérdidas del error que se había dado, el número aún era exorbitante con las ventas en esa ciudad. No deseaba escuchar lo que Vladimir dejaba salir de su boca, Izan no se quedaba atrás con los comentarios sobre su ex esposa. Al parecer no entendían lo que era hacer negocios y dejar los temas personales de lado. No todo era tan… Admitía lo peligroso que era lo que sucedía, pues si algo sabía era que había cosas que no tenía que averiguar lo que ocurriría si lo llevaba al límite. La marca en su dedo aún no desaparecía totalmente y le molestaba tanto que fuera tan obvio que se olvidó de quitarla. Era estúpido que algo cómo ese se le pasara, pero el trabajo siempre llenaría su cabeza. Excusable era. Vio llegar a Hermes por horas de la tarde, pero así cómo ese tipo cuidaba de los secreto
—¿Tengo algo en la cara o por qué tanta atención en mí?— consultó Helena al notar los ojos de la Polaca sobre ella. —Simple curiosidad— mencionó ella sentándose frente a dónde ella comía. —Tengo una pregunta. —¿Y es mi obligación responderla? —No, pero quiero que la tengas presente— se apoyó en la silla, mirándola con auténtico descaro. —No seas tímida, sé que no lo eres, así que no saques alguno de los papeles que has hecho en alguna misión, policía. —Hay niveles. No soy policía, soy agente y no te gustará saber de qué tipo— la encaró del mismo modo. Krysia rió, inclinándose también. —Te equivocas, sí me gustaría saber de qué tipo. Específicamente de eso va la pregunta— cruzó los brazos sobre la mesa, mirando la placa que caía de su cuello. Helena se fijó en el anillo que cargaba en el dedo índice y con ello supo quién era. Líder de algún clan, una maldit@ criminal. Aquellas que ella se encargaba de meter tras las rejas. —Te dije que me sueltes —Harper se mantuvo firme al p
—¿Tu manera de calmarme es con amenazas? Porque te adelanto, no me interesan— le lanzó un rodillazo que Mateo esquivó por poco. El vestido le impedía extender más el pie, pero no dejó de pelear con él. Si creía que iba a dejarlo… Mateo se quitó la camisa, alzándose sobre ella, para limitar sus manos aún más. Harper sintió su nariz y labios tocar la piel entintada de su hombro, además del aroma que éste desprendía. Sus piernas se cerraron automáticamente, sus manos fueron amarradas con la tela y para cuándo Mateo volvió a verla a los ojos, ella apenas podía conectar dos ideas. La imagen era de temer, un motivo más que suficiente para quererlo lejos. Era tan ilógico que le gustara alguien tan…era la maldad pura. Lo sabía y en lugar de repudiarlo… —Mi manera de calmarte nunca será con amenazas— dijo sobre su boca, deslizando las manos por su cintura. —No las hago. No me interesa hacerlas, y menos cuando se trata de una mujer que no asimila a quién tiene frente a ella—, el aliento cali
—¿Se siente mal, señora?— indagó la ayudante del mayordomo hacia Delphine. Al verla pensativa y con la mano en su vientre abultado se mostró un tanto adolorida. La mujer de vestido azul con mangas hasta sus codos se giró para ver a la mujer de cabello atado en un moño. Negó en silencio, mirando la escultura que tenía dos garras rotas, las cuales ella misma tiró a la basura. Las palabras de Harper del día anterior la asustaban más que el resto de cosas que tenía dentro de su cabeza. Temía por lo que podía suceder si se enteraban que el bebé que tanto buscó era… tomó una bocanada de aire y se acercó al vaso de zumo de frutas que tenía en su bandeja. No quería pensar en los contras. Había tomado precauciones, no tenía ni que estar preocupada. Era una tontería.Dejó que la servidumbre se llevara la ropa de cama, agradeciendo que fuera así. Pues cada cosa que sucedía en esa cama, lo detestaba. Siempre lo haría. —¿El chófer está disponible?— indagó hacia la mujer que siempre la acompañab
Harper despertó con el cuerpo adolorido y su garganta seca, sus ojos se tuvieron que acostumbrar a la luz que entraba por el ventanal, dejándole ver que la mañana había llegado de nuevo. Su rostro le ardía, al igual que la cintura. Descubrió la razón al ver su reflejo. Tenía el cuerpo lleno de marcas de dedos, definitivamente quería matar al culpable. Aunque también hubiese disfrutado del momento cuando lo hicieron, eso no lo exentaba de un reclamo. Tendría que ser después, porque con la quietud de la habitación dedujo que se había marchado. Se dio una ducha, buscando su teléfono para poder llamar a Krysia; necesitaba ropa. Podía enviar a Franzua con algunas prendas por lo menos. Buscó una camisa grande, aunque no le costó realmente conseguir algo cómo eso; la ropa de Mateo era lo suficientemente grande para cubrir toda su desnudez. Salió en busca de sus zapatos, hallando cada objeto en su sitio, en lugar de encontrar el caos que recordaba. No se quiso hacer preguntas sobre nada
«No hay información al respecto» decía el mensaje que Mateo leyó antes de apagar el móvil. Mientras escuchaba a Harper decir sobre lo que quería hacer con las armas. Sí le daba datos, pero no completos. Podía notarlo. —El clan necesita tener un registro real de cada comprador, porque algunas son rastreadas, lo que da paso a iniciar confrontaciones— explicó. —Es como soltar a Horus o Scar y que sus ataques fuesen tan notables para convertir eso en una declaración de guerra. —¿Por qué no están contigo?— quiso saber la inglesa, mientras veía al mafioso cerrando el cinturón luego de su ducha. —No puedo mover a un Tigre, a una serpiente y a un rottweiler de avión en avión— sacó la camisa de armario. —No es saludable para ellos. Los envié de regreso desde California. —No creí que diría esto, pero me encantaría conocer a Rangda— Mateo la miró, sin dejar de abotonar la camisa para cubrir su torso. —¿Cómo es? —Venenosa. Se entenderían bien— Harper se vio divertida ante la respuesta. Querí
Franzua no apartaba la mirada de las esquinas, mientras el resto se mantenía en el exterior de la habitación. La pecera sobre la mesa de madera la distrajo por un momento. Un dedo de algún desafortunado yacía en el fondo atado a una roca. Una decoración más. —Esto es una sorpresa, desde el fallecimiento de su esposo, no creí que volvería a verla— la saludó con el puro en su boca. —Aunque siempre es un placer contar con visitas tan…agradables. Harper fingió no darse cuenta de sus miradas furtivas. Extendió la mano enguantada, recibiendo la del hombre que la sostuvo por más tiempo del necesario. —Después de cómo terminaron las negociaciones con Lorcan, creo que es muy valiente presentarse— Harper se sentó sin verse asustada, como esperarían que sucediera. —Me sorprende, debo aceptar. —No tendría por qué hacerlo, señor Bazyli— Bazyli se sentó frente a ella, en lo que Harper alcanzó el vaso que alzó hacia su boca una vez más. —Usted muy bien sabe el concepto en el que se tiene