El encuentro de estos dos por fin se dio. Hay un capítulo más, pero por razones fuera de mis manos se me dificulta terminarlo. Agradezco su paciencia. Si puedo lo tendrán en unas horas. Les agradezco la paciencia.
—Siempre suelo decir que las comidas en familia son necesarias— Valente deslizó el filo sobre el filete que luego tomó con el tenedor. —Generan unión, puedes expresar las acciones de tu día a día y si eres más emocional, decirles que los quieres. Buscó el salero que agitó sobre su plato. —Nunca se sabe cuándo podría ser la última vez. Hay que recordar que los accidentes nunca sabes el momento en qué llegarán— esta vez sí tenía el punto exacto. —Señora, permítame felicitarla. Esta carne es exquisita. La mujer frente a él trató de pedir ayuda, pero la mordaza en su boca evitó que lo lograra. Todos en la mesa tenían el mismo rostro aterrado. Había capturado al hijo menor, logrando que uno de los mayores atara a sus hermanas, para luego hacer que el adolescente lo hiciera con su hermano, ahora todos estaban en la misma mesa, con un invitado que comía con calma. —Antes, mi familia era así— relató tomando un poco más de guarnición—, mi madre solía esperar el tiempo que papá nos dedica
—El traslado lo estamos resolviendo —mencionó Hermes, sosteniendo el tablero que usaba en ese momento—. Si necesita que me haga cargo...Anthony negó con la cabeza, su codo apoyado en el reposabrazos de su silla, mientras observaba la puerta abrirse. Los presentes dirigieron su atención hacia Mateo. Con un ademán, el líder los envió afuera, levantándose al mismo tiempo.La molestia de Anthony hacía sentir el aire escaso, pues su mano de hierro y su habilidad para mantener todo sobre sus hombros, mostraba signos de impaciencia.—¿A qué se debe el mal humor? —Anthony le entregó la hoja con datos.—Me joden los errores, la ineptitud me enferma y ausentarme un día logra que ambos se junten —espetó Mateo, quitándose el abrigo—. Las pérdidas son garrafales, porque al parecer el cerebro lo tienen de adorno.Mateo observó las cifras de producción que habían caído en un solo día y comprendió el motivo que tenía a su primo a punto de estallar. Era justamente por esto que agradecía no tener el c
—Te molesta que congenie con alguien, cuándo claramente para eso me quieres aquí —mencionó la pelirroja, a la vez que su mano era colocada sobre su propia rodilla, sin ser liberada aún. —No te traje aquí para eso— fue directo. —Entonces ¿Quieres que diga lo feliz que hemos sido los últimos meses?— se inclinó un poco hacia el frente, Mateo también lo hizo. —¿Estarías mintiendo?— verlo tan cerca siempre iba a ser un problema que no podía manejar tan fácil. —Muchas notas sostienen que volaste alto, Sultana Escarlata. —Lo hice. Supongo que debería dar las gracias— sonrió hacia él. Aunque Mateo movió su cabeza con una negativa. Su mano apretando un poco más la de la inglesa. —¿Por qué deberías agradecer por un logro que obtuviste sola? A mí no me debes nada, yo no te debo nada, además de una reunión con el consejero— la hizo reír. —Dejemos el humor. A tí no te queda— el mafioso soltó un pesado suspiro. Al menos ella entendía eso. Aunque era la primera. —El esposo siempre saca
—¿Debo agradecer que vengas a verme?— Valente pareció divertirse con el descaro de Clifford. —Cuánto estima te tienes. —No me he estado escondiendo cómo imaginas, solo quise buscar una cantidad de dinero para saldar mi deuda contigo— colocó el maletín que abrió para mostrar los fajos de dinero. Valente lo observó un segundo y luego volvió al rostro del inglés. —Tienes dos millones y ochocientos mil dólares aquí. Puedo conseguir más cuándo Delphine se convierta en marquesa. Solo necesito unas semanas más y… —¿No sientes vergüenza?— cerró el maletín. —De seguro ese es el dinero de Alaric. Luego, ¿por quién vas? ¿Harper? —Estoy diciéndote que puedo pagar todas las pérdidas que tuviste estos años—, replicó con prisa. —No necesitas hacer más. Lo pagaré. —¿Tengo cara de que necesito el dinero, Clifford?— apoyó su espalda en la ventana. —Si buscara eso, créeme, serías el último a quién me acercaría— le dio la vuelta a la fotografía de su padre y hermano—. Tú sabes bien lo que hiciste,
Mateo, en el edificio que usaban cuál lugar de trabajo, escuchaba al hombre que exponía los datos que llevaba para ellos. Debía ser agradable porque representaba números verdaderamente altos, pese a las pérdidas del error que se había dado, el número aún era exorbitante con las ventas en esa ciudad. No deseaba escuchar lo que Vladimir dejaba salir de su boca, Izan no se quedaba atrás con los comentarios sobre su ex esposa. Al parecer no entendían lo que era hacer negocios y dejar los temas personales de lado. No todo era tan… Admitía lo peligroso que era lo que sucedía, pues si algo sabía era que había cosas que no tenía que averiguar lo que ocurriría si lo llevaba al límite. La marca en su dedo aún no desaparecía totalmente y le molestaba tanto que fuera tan obvio que se olvidó de quitarla. Era estúpido que algo cómo ese se le pasara, pero el trabajo siempre llenaría su cabeza. Excusable era. Vio llegar a Hermes por horas de la tarde, pero así cómo ese tipo cuidaba de los secreto
—¿Tengo algo en la cara o por qué tanta atención en mí?— consultó Helena al notar los ojos de la Polaca sobre ella. —Simple curiosidad— mencionó ella sentándose frente a dónde ella comía. —Tengo una pregunta. —¿Y es mi obligación responderla? —No, pero quiero que la tengas presente— se apoyó en la silla, mirándola con auténtico descaro. —No seas tímida, sé que no lo eres, así que no saques alguno de los papeles que has hecho en alguna misión, policía. —Hay niveles. No soy policía, soy agente y no te gustará saber de qué tipo— la encaró del mismo modo. Krysia rió, inclinándose también. —Te equivocas, sí me gustaría saber de qué tipo. Específicamente de eso va la pregunta— cruzó los brazos sobre la mesa, mirando la placa que caía de su cuello. Helena se fijó en el anillo que cargaba en el dedo índice y con ello supo quién era. Líder de algún clan, una maldit@ criminal. Aquellas que ella se encargaba de meter tras las rejas. —Te dije que me sueltes —Harper se mantuvo firme al p
—¿Tu manera de calmarme es con amenazas? Porque te adelanto, no me interesan— le lanzó un rodillazo que Mateo esquivó por poco. El vestido le impedía extender más el pie, pero no dejó de pelear con él. Si creía que iba a dejarlo… Mateo se quitó la camisa, alzándose sobre ella, para limitar sus manos aún más. Harper sintió su nariz y labios tocar la piel entintada de su hombro, además del aroma que éste desprendía. Sus piernas se cerraron automáticamente, sus manos fueron amarradas con la tela y para cuándo Mateo volvió a verla a los ojos, ella apenas podía conectar dos ideas. La imagen era de temer, un motivo más que suficiente para quererlo lejos. Era tan ilógico que le gustara alguien tan…era la maldad pura. Lo sabía y en lugar de repudiarlo… —Mi manera de calmarte nunca será con amenazas— dijo sobre su boca, deslizando las manos por su cintura. —No las hago. No me interesa hacerlas, y menos cuando se trata de una mujer que no asimila a quién tiene frente a ella—, el aliento cali
—¿Se siente mal, señora?— indagó la ayudante del mayordomo hacia Delphine. Al verla pensativa y con la mano en su vientre abultado se mostró un tanto adolorida. La mujer de vestido azul con mangas hasta sus codos se giró para ver a la mujer de cabello atado en un moño. Negó en silencio, mirando la escultura que tenía dos garras rotas, las cuales ella misma tiró a la basura. Las palabras de Harper del día anterior la asustaban más que el resto de cosas que tenía dentro de su cabeza. Temía por lo que podía suceder si se enteraban que el bebé que tanto buscó era… tomó una bocanada de aire y se acercó al vaso de zumo de frutas que tenía en su bandeja. No quería pensar en los contras. Había tomado precauciones, no tenía ni que estar preocupada. Era una tontería.Dejó que la servidumbre se llevara la ropa de cama, agradeciendo que fuera así. Pues cada cosa que sucedía en esa cama, lo detestaba. Siempre lo haría. —¿El chófer está disponible?— indagó hacia la mujer que siempre la acompañab